martes, 27 de abril de 2010

No more Lonely Planet Magazine


La revista Lonely Planet Magazine tenía un equipo de redacción que trabajaba bien los temas y hacía trabajar bien a los colaboradores, que debían esforzarse en redondear perfectamente los textos. Lo mismo puede decirse de los responsables de la edición gráfica (con quienes tuve un contacto mucho menor). Al tratar destinos de forma monográfica, los cubrían en profundidad y me atrevo a decir que más que bien. Éstos iban desde tópicos tipo Londres, Roma y Praga a apuestas arriesgadas como Madagascar, Sahara y Senegal, por lo que podía interesar a todo tipo de viajeros. Como consecuencia de todo lo anterior, la revista desaparece del quiosco. Nos dicen que la cabecera volverá a aparecer, pero como traducción de la edición inglesa.
Una pérdida importante. Por un lado, parte de ese equipo se ha ido a la calle. Por otro, todos los que en mayor o menor medida hemos colaborado en algunos de sus 32 números tenemos un cliente menos. Más allá de nuestra pérdida propia, creo que el que pierde es el quiosco, y por tanto los lectores. Menos variedad en la oferta de prensa de viajes, menos ventanas cuidadas al mundo.
Se dice que todo está en internet, pero eso es mentira. Para sacar temas adelante hacen falta equipos, intercambio de puntos de vista, experiencia, contrastar informaciones. Y dinero. Inversión por parte de la empresa que quiere sacar adelante cualquier proyecto. El periodismo es una actividad cara, cuyo rendimiento económico normalmente no se ve a los dos días. Pero todo esto es lo que diferencia al periodismo de que un testigo haga una foto y la cuelgue en internet.
Por casualidades de la vida escribí en el primer número de la revista y en el último (igual que unos cuantos colaboradores más). Los temas fueron viajar por Australia tras la pista de la cultura aborigen (nº 1) y por la costa caribeña de Colombia en busca de los escenarios y personajes de la obra de Gabriel García Márquez (nº 32). Entre medias, en el texto que hice sobre el corazón histórico de Estambul me permití un planteamiento formal muy peculiar que fue aceptado sin problemas. Cuando traté la región de los fiordos de Nueva Zelanda, Marisol Soler (la directora) y yo tuvimos que dar muchas vueltas al tema hasta darle forma. En los textos sobre Salvador de Bahía (Brasil), Alepo (Siria) y Saint-Louis (Senegal) pude profundizar en estas ciudades como muy pocas revistas permiten hacerlo.
Lo que quiero decir es que eran trabajos -y entiendo que los de los demás eran exactamente igual- muy cuidados y pensados, y que detrás de cada página había un gran esfuerzo de fotógrafos, de periodistas, y del propio equipo de la revista. Y creo que el producto final valía la pena.
¿Qué hay que hacer para que una revista de viajes venda en España? No lo sé, pero parece que esforzarse por hacer las cosas bien no es suficiente.

lunes, 26 de abril de 2010

LA FABULOSA ARQUITECTURA DE CHICAGO


Ayer domingo participé en el programa de radio Estamos de fin de semana, en la sección de viajes. Podéis oírlo pinchando aquí. En la primera mitad Carmelo Jordá propone una ruta por el Madrid taurino. A partir del minuto 21 yo hago lo mismo sobre Chicago, en este caso centrado en la arquitectura moderna.

viernes, 23 de abril de 2010

Protesta en el Día del Libro



Como hoy es el Día del Libro y éste es un blog de viajes, aprovecharé para comentar lo insólito que resulta -en un país en el que se editan miles y miles de títulos al año- que esté descatalogado uno de los mejores libros de viajes escritos en español en el último siglo. Creo que no exagero al afirmar cosa semejante sobre El camino más corto, de Manuel Leguineche, y estoy seguro que los que lo han leído estarán de acuerdo conmigo. Los que lo han leído hace años, porque la última edición que aparece en el listado del ISBN es de 1996. Esta página lo califica como “disponible”, pero hace años que yo no lo veo en las librerías.
El camino más corto es el relato de un viaje alrededor del mundo de varios años de duración que comienza cuando un veinteañero Leguineche se une a una expedición de tres norteamericanos y un suizo para batir el récord mundial de distancia recorrida en coche sin repeticiones. En la tercera página ya sabemos que esto del récord es una simple excusa para salir a la carretera, y el viaje se convierte en una asombrosa serie de peripecias por el norte de África y toda Asia: hay guerras, travesías de desiertos y fronteras, entrevistas a personajes del momento y de la historia, tormentas, estancias en cárceles, comercio de píldoras de vitaminas, etc., etc.
Pero, sobre todo, está la emoción de vivir el mundo y la vida en la carretera. Todo el libro es un extraordinario canto a la libertad, lo que lo convierte en un gran libro, a secas, más allá de géneros y etiquetas.
Yo tuve la suerte de leerlo con 19 años, y creo que es uno de esos libros que me complicó la vida, junto a los de Michel Peissel, de los que ya hablé en otra ocasión.
Pero hoy no podemos regalarlo. Es una pena que sea difícil de encontrar y, por tanto, de leer.
P.D. El título hace referencia a una reflexión de Hermann Keyserling: “El camino más corto para encontrarse uno a sí mismo da la vuelta al mundo.

Actualización en abril de 2014. Me acaban de informar que se prepara una nueva edición de El camino más corto, así como de Sobre el volcán, el libro de Leguineche sobre Centroamérica, que para algunos es su mejor libro de viajes. Una buena noticia para todos los amantes de la literatura de viajes.