miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perú, Peregrinación al santuario del Señor de Qoyllur Rit'i #1

Peregrinación al santuario del Señor de Qoyllur Rit'i, Perú. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Es de noche y subo por un sendero que enfila directamente hacia las nubes, remontando la cuesta al borde de un abismo sin fondo. La luna casi llena ilumina un paisaje poderoso, sobrecogedor, en el que se adivinan sombras de grupos de peregrinos, todos con el mismo destino. Hace un frío de muerte en estas alturas desoladas de los Andes, y se hace difícil respirar, parece que el aire no te llena los pulmones. Se oyen voces, letanías confusas, los acordes lejanos de algún instrumento musical, y todo crea una atmósfera peculiar, insólita, que parece de otro mundo. Vamos subiendo desde Mahuayani hasta la pampa de Sinakara, donde se encuentra la ermita del Señor de Qoyllur Rit'i para participar en la gran romería del glaciar, uno de los rituales más espectaculares que se celebran en Perú.
Es un momento único. Durante todo el año, Mahuayani no es más que un minúsculo asentamiento al borde del camino que desciende, entre curvas pavorosas, desde Cuzco hasta Puerto Maldonado. De los altos valles andinos a lo más profundo de la selva oriental peruana. Lo más probable es que el que recorra esta pista pase de largo, olvidando enseguida su pobre existencia de barracas escondidas en la ladera. Sin embargo, durante unos pocos días al año, la agitación producida por el paso de decenas de miles de personas altera la calma casi perpetua de este poblado.
Al llegar allí, a las diez de la noche, el caos de cientos de personas moviéndose casi en completa oscuridad indica que se trata de uno de estos días señalados. Los peregrinos vienen de Quispicanchis, de Paucartambo, de Canchis, caminando por veredas de vértigo o amontonados en camiones y autobuses desvencijados, dispuestos a ascender al santuario del Señor de Qoyllur Rit'i, la Estrella de las Nieves en idioma quechua. Y también, a los glaciares de lo rodean.
Son los días fríos de junio, el comienzo del invierno austral, cuando la luz dura pocas horas y parece que la noche se adueña lenta pero inexorablemente de la tierra. La fiesta del Corpus es aquí la del solsticio de invierno, y en estas latitudes, en las que siempre se ha adorado al Sol, éste es un momento trágico. Parece que se muere irremisiblemente.
Incluso aunque se llega a Mahuayani por la pista, el camino no me ha sido fácil. Han sido dos días de viaje desde Cuzco, saltando de autobús a camión, e incluso un tramo en una furgoneta de unos misioneros españoles que encontré en Urcos. Parece que todo el mundo va en peregrinación, que compartimos un mismo objetivo, y desde el principio me siento partícipe de algo especial.
Son varias horas de lenta subida hasta la pampa de Sinakara, donde los peregrinos acampan durante varios días. Doce kilómetros que se hacen eternos. Al llegar quedan pocas horas para el amanecer, pero la actividad es frenética en este campamento. Son miles y miles de personas -quizás 30.000, tal vez 60.000- las que se mueven, las que quieren entrar en el templo, las que bailan, las que se acurrucan debajo de unos plásticos para protegerse del viento, las que pretenden vencer con coca, con alcohol o con un té el frío que corta como una navaja.

Peregrinación al santuario del Señor de Qoyllur Rit'i, Perú. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Es increíble encontrar en un lugar semejante un espectáculo como éste. El frío se siente en los huesos y pretendo aplacarlo con unos tragos de té hirviente con pisco. Pura dinamita, pero efectiva. Luego busco refugio en la ermita, donde miles de velas han estado prendidas durante todo el día. La temperatura es agradable, pero el aire es casi irrespirable. Encuentro un hueco en lo alto del coro donde extender el saco, pero no se puede pensar en dormir, porque toda la noche es un pasar incesante de peregrinos. Veo las caras de bronce de los peregrinos iluminadas por las velas, surgiendo de las sombras. Algo me dice que no han venido hasta aquí sólo para orar ante unos cirios. 

martes, 29 de noviembre de 2011

El Museo Raphael de Linares, Jaén


Museo Raphael, Linares. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En marzo de 2011 se inauguró en Linares (Jaén) un museo dedicado a Raphael. Este museo forma parte de las instalaciones abiertas en El Pósito, un edificio histórico de gran interés en donde se hace un repaso de diferentes aspectos de la historia y la cultura linarenses, como la minería, el flamenco y el toreo. En este sentido cabe recordar que personajes muy conocidos de estos campos como Carmen Linares y Palomo Linares son, como Raphael, nacidos en Linares. Andrés Segovia, otro linarense muy ilustre, tiene un espacio dedicado en su casa natal.
Esto es lo primero que se ve al entrar en el Museo Raphael:


El museo Raphael contiene una ingente cantidad de material original en el que se repasa la vida y la carrera del cantante: fotos, carteles (incluido uno en el que lo comparan con Tom Jones, Bob Dylan y Elvis Presley), trajes, las portadas de todos sus discos, partituras, cómics, piezas de mobiliario, objetos personales, etc. También está su partida de nacimiento (una de las pocas ocasiones de ver su nombre sin ph) y, por supuesto, la extraordinaria colección de premios. Entre la inmensa cantidad de discos de oro, platino, etc. destaca especialmente el primer disco de uranio que se concedió en el mundo. Sólo hay dos más, los de Michael Jackson y Queen, y hace tiempo que esta categoría de premio desapareció.

Museo Raphael, Linares. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Recorrer este espacio supuso, para mí, adentrarme de golpe en un mundo de recuerdos, de momentos casi olvidados, de tardes de cine, de noches de televisión... Raphael forma parte de la banda sonora de mi vida. Una parte de la banda sonora desprestigiada durante años. En mi juventud parecía que estaba mal visto que te gustara Raphael, que era más para nuestras madres o para niñas cursis. Nosotros, tipos duros y modernos, estábamos en otra historia, pensábamos.

Museo Raphael, Linares. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Hasta que me di cuenta de lo que era Raphael.
Ocurrió hace muchos, muchos años, durante un viaje por Sudamérica. Un día me encontraba comiendo en un restaurante del centro de Lima y había una radio a todo volumen que emitía un programa musical. Una tras otra, mientras daba cuenta de un menú ejecutivo, aguantaba canciones espantosas con letras infames, música repetitiva y voces insoportables. De repente, pusieron una canción de Raphael, y me pareció que el local se iluminaba. ¡Qué diferencia con el resto! Tengo que decir que me alegró la comida y el día. Fue una especie de revelación, una versión de andar por casa de la conversión de Saulo en el camino de Damasco. Desde entonces, digan lo que digan los demás, tengo en muy alta estima a Raphael.

Museo Raphael, Linares. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
P.D. El Museo Raphael (de entrada gratuita, como todas las salas de El Pósito de Linares) es el primero que encuentro en que no te dan un audífono normal y corriente para que hagas tu visita sino una tableta que ofrece una presentación multimedia. Raphael, siempre, en la vanguardia.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La Sinagoga del Agua de Úbeda, Jaén: tres historias curiosas


Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En la última entrada de este blog describía una visita a la Sinagoga del Agua de Úbeda pero decía que había varios detalles curiosos que dejaba para otra ocasión.
El primero de ellos hace referencia a que la primera estancia que se visita en la sinagoga reproduce el despacho de un inquisidor. Algo que no te imaginas al visitar una sinagoga.
Esta elección tiene que ver con el hecho muy curioso de que el edificio contiguo al de la sinagoga ostenta en su fachada (aunque algo dañado, y por eso no se aprecia bien) el escudo de la Inquisición, lo que permite suponer que era la residencia del señor inquisidor.

A la izquierda, Sinagoga del Agua, y a continuación la casa con el escudo de la Inquisición, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

¿Sabía el señor inquisidor que vivía pared con pared con lo que había sido una sinagoga? Doy la palabra a Andrea Pezzini, el guía de ArtificiS que nos mostró este espacio (además de llevarnos por toda Úbeda y Baeza), que sabe mucho del tema:




Como bien dice Andrea en el vídeo, la Sinagoga del Agua está abierta al público sólo desde febrero de 2010. Aquí empieza otra historia apasionante.
Hace unos años, Fernando Crespo, un promotor inmobiliario y constructor compró junto a sus socios tres edificios contiguos para reformarlos y hacer en ellos apartamentos, locales comerciales y aparcamientos. En cuanto iniciaron las obras de derribo y desescombro empezaron a aparecer elementos -arcos, capiteles, forjados preciosos, tinajas... - que le hicieron pensar que estaba, inesperadamente, frente a algo realmente importante. Se dio cuenta del valor cultural que tenía todo lo que encontraba y cambió el proyecto de la obra para salvaguardar lo hallado y poder seguir con su negocio. Hasta cuatro veces modificó el proyecto porque estaba convencido de que había que salvar, proteger y dar valor a lo que encontraba.

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Lo más fácil hubiera sido arrasar con todo, extraer las piezas de interés (para incorporarlas a su colección privada o venderlas), y seguir adelante con su proyecto original, por el que sacaría un buen pellizco. Sin embargo, y esto nadie se lo agradecerá nunca lo suficiente, prefirió asumir una gran cantidad de pérdidas (una obra muy lenta, además de no hacer uno de los apartamentos previstos ni los locales ni el aparcamiento) y sacar a la luz (con un trabajo ingente y precioso de muchos profesionales) el tesoro que ahora se puede visitar.

Fernando Crespo, dueño de la Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Y una tercera historia curiosa, un detalle de la anterior.
Estos edificios han estado habitados, con diferentes modificaciones de los espacios interiores, desde hace siglos; hasta siete familias han vivido a la vez en esta espacio. Las tres salas inferiores estaban llenas de escombro y cascajo. De hecho, en lo que ahora aparece como la sinagoga hubo hasta hace pocos años una peluquería, con las arcadas cegadas por tabiques. En algún momento de la obra, tirando paredes, apareció una pequeña orza, una vasija. Se pararon a ver qué era, y en su interior apareció un papel doblado. Lo desdoblaron y encontraron una frase escrita con una caligrafía indecisa y algunas faltas de ortografía:


Papel encontrado durante las obras en la Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
“En diciendome la verdad y entregándome el papel, lo digo todo”.
Es difícil contenerse y no dar rienda suelta a la imaginación. El papel en el que está escrito es relativamente reciente, probablemente de mediados del siglo XX ¿Sabía la persona que escribió estas frases lo que había oculto en estos edificios de pisos modestos y una honrada peluquería de barrio? Quien descubriera el papel estaría en camino de descubrir el secreto. La verdad, el papel, el tesoro y el secreto irían todos juntos. Ese secreto que el señor inquisidor del s.XVI tal vez conociera, lo que en vez de destruir preservó, ¿se había transmitido de generación en generación, durante siglos? Una persona sensata diría que no. Lo que sí es razonable pensar es que quien lo escribió sabía que allí había algo oculto, aunque probablemente no imaginara que fuera una antigua sinagoga y un micve. Probablemente...  

viernes, 25 de noviembre de 2011

La Sinagoga del Agua en Úbeda, Jaén


Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

En la puerta no hay nada que avise de que vas a entrar en un lugar especial: un mostrador donde te atienden y cobran la entrada, unas estanterías con un surtido de libros y recuerdos junto a las que pasas sin fijarte, y poco más. Nos adentramos en la Sinagoga del Agua de Úbeda.
Y empieza la aventura. El ruido de la calle desaparece. En realidad desaparece el mundo exterior en cuanto se descienden los siete escalones hasta la primera estancia. Ahora estamos en otro tiempo, tal vez en el siglo XV o XVI. Hay una mesa, una silla, unos bargueños, unas arquetas, recado de escribir listo para ser usado. También hay imágenes de santos y vírgenes. A esta sala la llaman El despacho del Inquisidor, y reproduce -con muebles de época pero provenientes de otros lugares- lo que podría ser una estancia de la casa del vecino de la calle, que ostenta en la fachada el escudo de la Inquisición. Aunque hay algunos detalles curiosos en vitrinas, o encastrados en la pared, todavía nos encontramos en un museo como hay muchos más. Aunque con un detalle sorprendente: ¿el señor inquisidor vivía junto a una sinagoga?
Entonces pasamos bajo un arco y llegamos a lo que debía ser el patio de la casa del rabino. Nos dicen que en realidad es un antiguo patio, pero que alguna reforma del edificio lo cegaron para añadir habitaciones en el piso superior. Esta sala está dedicada a tratar las tres religiones que de alguna manera convivieron en la Península durante varios siglos, aunque se da mucha importancia a los judíos.


Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
A nuestro alrededor hay documentos originales de siglos de antigüedad. También unas columnas que terminan en unos capiteles de hoja de palmera -¡el árbol de la vida!- con siete ramas.

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Seguimos estando en una sala de un museo, aunque el espacio empieza a mostrar signos de ser algo peculiar. De aquí arranca una escalera que sube, un pasadizo estrecho que se pierde por una escalera hacia el subsuelo y aparece una puerta de aspecto majestuoso... El lugar parece plantear algo parecido a un laberinto. ¿Qué camino seguiríamos si estuviéramos solos? (*) ¿Tomaríamos la escalera que se hunde en el subsuelo, o la que sube hacia no se sabe donde? ¿O atravesaríamos la gran puerta de madera de nogal que cierra un arco de piedra labrado con molduras de significado misterioso? La puerta... una puerta siempre ha sido el símbolo de lo que enlaza dos mundos diferentes, el paso entre dos realidades muchas veces contrapuestas. ¿Lo profano y lo sagrado, la ignorancia y la sabiduría?

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Tal vez. Y por eso la llaman Puerta del Alma. Y es la que conduce hasta la sinagoga (**), el espacio donde la comunidad judía se reunía para los servicios religiosos y la lectura de la Tora. 

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Es un espacio dividido en tres naves por dos arcadas. Sobre la de la izquierda, se encuentra la galería de las mujeres, desde donde éstas asistirían a las ceremonias ocultas tras unas celosías. Es probable que en otro tiempo esta sala estuviera más adornada, pero la desnudez de los muros le da un aspecto de refugio, de gruta aislada del mundo. Ha habido que atravesar dos salas para llegar a ésta, elegir entre las diferentes alternativas en el camino, y todo ha tenido el carácter de una iniciación: no se llega a lo importante a la primera.

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Y estamos en el lugar que da nombre al conjunto. La sinagoga, sí, ¿del agua? Sí. En esta sala hay cinco brocales de pozo, cada uno a pocos metros del siguiente. Pero cada uno con alguna característica propia, ya sea por su mera forma o por alguna circunstancia más extraña:


Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)


Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)


Andrea Pezzini (ArtificiS) durante la visita a la Sinagoga del Agua, Úbeda. Imagen: Ángel M. Bermejo (c)

Pero fuera de la gran sala, la escalera que se hundía en en fondo de la tierra sigue siendo tentadora. 


Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Y si el descubrimiento de la gran sala de la sinagoga escondida tras una fachada como otra cualquiera de una calle cualquiera del centro de de Úbeda parecía el culmen de la visita, es sólo una apreciación a medias. Bajando por las escaleras se llega a tres espacios diferentes: la Sala del Compromiso, la Cantina de las Tinajas y el Micvé.

Sinagoga del Agua, Úbeda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Es probable que el último espacio del conjunto, el más íntimo, el que presenta una pared de roca viva, sea un micvé, el lugar del baño ritual de los judíos. De ser así sería un caso único al encontrarse la sinagoga y el micvé juntos.
En el centro del espacio hay un hueco escalonado excavado en el suelo por el que fluye el agua de forma natural y alcanza un determinado nivel. Aquí sí que estamos lejos de los ruidos de la calle, en un espacio íntimo y cada uno oye sólo sus pensamientos. Hemos hecho el recorrido completo: hemos entrado en la tierra en busca del agua; a pesar de la profundidad hay aire y se respira bien; sólo haría falta el fuego para alumbrar el lugar en otro tiempo.
Pero no siempre. Según nos cuenta Andrea Pezzini, el guía que nos enseña este tesoro de historia y vida, unos pocos días al año, alrededor del solsticio de verano, y durante unos pocos minutos, un rayo de sol se cuela por una abertura en el techo y avanza hasta alcanzar el baño. La escena debe ser maravillosa.
Además de todo esto hay otros tres detalles muy peculiares sobre este lugar de los que hablaré otro día.

(*) Es una pregunta retórica: la visita se hace siempre con guía y no puedes ir por donde quieras.
(**) No hay una certificación oficial de que el lugar haya sido una sinagoga, aunque todos los indicios hacen pensar que es así. 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La increíble historia de la iglesia construida encima de un río en Cazorla, Jaén

Bóveda sobre el río Cerezuelo, Cazorla, Jaén. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Hasta el año pasado no era posible conocer el tesoro más insólito de Cazorla. Desde agosto de 2010, convenientemente restaurada y acondicionada, es posible visitar la bóveda sobre el río Cerezuelo lo que, a su vez, da un valor extraordinario a las ruinas de la iglesia de Santa María, que se encuentran justo encima. Algo único en Europa.
Vamos a hacer un poco de historia. En 1212 Alfonso VIII de Castilla gana la batalla de Las Navas de Tolosa, en la provincia de Jaén. Algo muy interesante porque posibilita un gran avance del reino de Castilla sobre amplias zonas de Andalucía. Pero también un verdadero lío porque el rey no tiene la capacidad de asumir directamente las tareas de poblar y organizar estos territorios. Es por ello que sus sucesores Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio desarrollan la figura del adelantado, que viene a ser un representante del poder real en estos territorios recién conquistados. En 1231, Fernando III crea el adelantamiento de Cazorla, un señorío que entrega al Arzobispado de Toledo (que había participado activamente en la batalla de Las Navas de Tolosa). Este señorío proporciona sustanciosos beneficios además de gran prestigio a sus titulares.

Cazorla, Jaén. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Todo va bien hasta que tres siglos después entra en escena Francisco de los Cobos, secretario de Estado del emperador Carlos V y natural de Úbeda (Jaén). Este Francisco de los Cobos es uno de los muchos personajes fascinantes de nuestra historia pero de los que lo desconocemos casi todo. Cualquiera que viaje por Jaén encontrará su presencia en diferentes lugares, siendo el más notable la capilla del Salvador de Úbeda. Resulta chocante descubrir que la iglesia más vistosa de esta ciudad monumental no es otra cosa que la capilla del panteón del tal Francisco de los Cobos. Es el no va más de la arquitectura religiosa privada del Renacimiento español.

Capilla del Salvador, Úbeda, Jaén. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Francisco de los Cobos, como sombra fiel e interesada del emperador Carlos V, va acumulando poder, riquezas e influencia, y pone los ojos en los terrenos del adelantamiento de Cazorla, cercanos a su lugar de nacimiento. Pero son del arzobispo de Toledo, le dice el emperador. Es tal la matraca que le da al pobre emperador que éste va y en 1534 le concede el adelantamiento con carácter hereditario a su secretario.
Es de señalar que Cobos había acompañado al emperador a Italia para la ceremonia de coronación en Bolonia. Allí descubre el Renacimiento. Y a Tiziano, a quien acaba convirtiendo en el pintor favorito del Emperador. Y descubre la capacidad del arte como manifestación de poder.

Detalle de la iglesia de Santa María, Cazorla, Jaén. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Todo esto viene a cuento de que quiere manifestar este poder en Cazorla con la construcción de una iglesia mayor. Sólo que hay un pequeño problema: no hay sitio. Cazorla se levanta como puede agarrada a los peñascos de la sierra, con el castillo de Yedra en lo alto de un risco. El río Cerezuelo corre entre los riscos e impide que la población crezca. No hay modo.
Entonces llegamos a la parte más delirante de la historia. Francisco de los Cobos trae a Cazorla a Andrés de Vandelvira, tal vez el más grande arquitecto renacentista español, que le ofrece una solución insólita: encauzar el río Cerezuelo y cubrirlo con una bóveda, lo que generaría un espacio suficientemente grande como para levantar encima la iglesia, abrir una gran plaza y, además, posibilitar la expansión de Cazorla.

Detalle de la iglesia de Santa María, Cazorla, Jaén. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Debió de ser una obra titánica, de una osadía técnica y financiera sin par. Hay que recordar que la bóveda mide ¡123 metros de longitud! Si había que demostrar poderío, ahí estaba Cobos. Si había que pagarlo, ahí estaba él. Si había que traer al mejor arquitecto, lo traía él. Así se demostraba la diferencia entre él y esos meapilas buenos para nada que los arzobispos de Toledo habían nombrado adelantado durante tres siglos.

Bóveda sobre el río Cerezuelo, Cazorla, Jaén. Imagen: Ángel M. Bermejo (c)

Una vez terminada la bóveda se consiguió un gran espacio llano para levantar la iglesia de Santa María, el Ayuntamiento y todavía quedaba sitio para una gran plaza, la de Santa María. Todo ello modificaba completamente la estructura urbana de Cazorla. Hay pinturas de hace siglos que plasman esta nueva organización urbana, con el río corriendo debajo de la iglesia y la plaza.

Panorámica de Cazorla, Pintura de los Nerios del s.XVIII. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Detalle de la anterior. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
De la iglesia de Santa María quedan sólo las ruinas, aunque son restos que permiten imaginar la magnificencia del proyecto. Se sabe que a finales del s.XVII hubo una gran tormenta, que el río arrastró tanto material que atoró el conducto subterráneo y por tanto la corriente desbordada pasó por encima arrasando la iglesia, dejando los restos que conocemos. Luego pasaron por aquí las tropas napoleónicas (recordemos que Bailén, la de la batalla, también está en Jaén), que probablemente hicieran algún destrozo más.

Detalle de la iglesia de Santa María,, Cazorla, Jaén. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
¿Fin de la historia?
No, las cosas no están del todo claras. Hay que saber que el arzobispado de Toledo no se quedó de brazos cruzados cuando le quitaron el adelantamiento de Cazorla, y en 1634 consiguió que se lo devolvieran, quitándoselo a los descendientes de Cobos, los marqueses de Camarasa. Es muy probable que la iglesia no estuviera terminada por entonces, y en venganza la dejaran inconclusa, para demostrar que todo había sido, en realidad, la manifestación de la vanidad y la arrogancia de ese advenedizo.

Otra pintura que muestra a la iglesia encima de la bóveda. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Esta visita a la bóveda y a la iglesia no es sólo un recorrido turístico. En realidad es un paseo por algunos aspectos de la condición humana: el ansia de poder, la vanidad, la osadía, la venganza...

lunes, 21 de noviembre de 2011

Jaén: Sierras de Cazorla, Segura y las Villas ¿Parque Natural o Parque Cultural?


P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

En España existen diferentes figuras de protección de espacios naturales, siendo las más conocidas las de Parque Nacional y Parque Natural. Una de las diferencias fundamentales entre ambas es que en un parque nacional no hay población humana estable (aunque hay alguna que otra excepción) mientras que en un parque natural sí puede haber población fija y se pueden llevar a cabo más actividades económicas que en el primero. En principio se puede pensar que los parques nacionales son más valiosos, que protegen espacios más puros, hermosos e importantes que los parques naturales.
Sin embargo, por esta misma definición, me parecen más interesantes los parques naturales, porque representan la posibilidad de una (razonablemente) buena relación entre el hombre y la naturaleza.
El Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y las Villas es el más extenso (2.143 km cuadrados) de los espacios protegidos españoles (es mayor que la provincia de Guipúzcoa, y casi igual a la de Vizcaya). Es una de las joyas de la provincia de Jaén, un extraordinario paisaje montañoso con curiosas formaciones geológicas, espesos bosques y abundante fauna (cabra hispánica, ciervo, jabalí, águila real, buitre leonado, etc.). En su interior se encuentra el nacimiento de los ríos Guadalquivir y Segura. Dentro de sus límites se han catalogado más de 2.000 especies de flora, y está considerado el segundo lugar con más endemismos de la península Ibérica. El recordado Félix Rodríguez de la Fuente lo sabía y rodó en este espacio muchos de los capítulos de la serie ibérica de El hombre y la tierra, su gran serie documental
Así que una visita a este parque ofrece la posibilidad de disfrutar de la naturaleza, hacer un poco de ejercicio, tener experiencias nuevas (como ver decenas de mamíferos salvajes desde el coche) y hacer descubrimientos sorprendentes.
Algunas de estas posibilidades, que viví en una visita de un solo día (hay infinidad de ellas más), fueron:
Caminar por el curso alto del arroyo Borosa:

Río Borosa, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Río Borosa, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Descubrir especies insólitas de flora como la Arenaria alfacarensis, que si las tocas se mueren:

Arenaria alfacarensis, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Descansar junto al nacimiento del río Guadalquivir:



Nacimiento del Guadalquivir, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Imagen: Ángel M. Bermejo (c)


Descubrir fósiles de animales marinos donde menos te lo esperas:

P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Caminar por el sendero de los tejos milenarios y llegar al que muchos consideran el árbol más viejo de Europa, con más de 2.000 años.

Tejo milenario, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Pero insisto en que me parece más interesante la mezcla de lo humano con lo natural. Y hay muchos más ejemplos de lo que parece a primera vista.
Por ejemplo, hay que tener en cuenta que buena parte de la gran masa arbolada del parque (se calcula que hay 200 millones de pinos) es de especies introducidas por el hombre, porque las especies autóctonas son el roble, la encina, el enebro, el quejigo, el madroño, etc. Esto enlaza con la curiosa historia de que parte de estos montes del interior de Andalucía fuera declarada en 1748 nada menos que provincia marítima, para explotar la madera para las necesidades de la Armada.

P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

También hay que tener en cuenta que especies muy vistosas de mamíferos como el gamo y el muflón han sido introducidas por el hombre (otras especies, que sí existieron y habían desaparecido, han sido reintroducidas). Que ello trajo consigo la desaparición del corzo. Que el lobo también ha desaparecido por la presión humana, lo que a su vez ha propiciado el aumento de población de los jabalíes. Que todos los quebrantahuesos que hay ahora en el parque (y en toda Andalucía) han sido también reintroducidos.

Burunchel, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Más allá de las pueblos que hay dentro de los límites del parque (en donde viven unas 20.000 personas), el monte ha sido un lugar explotado por el hombre desde tiempo inmemorial: se obtenía madera, piñones, resina, liquen, carbón, plantas medicinales, había caza, ganadería, etc., lo que ha llegado a crear un paisaje cultural, resultado del uso, del saberse adaptar, de vivir con la naturaleza.

Eléboro fétido, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Muchas plantas tenían un uso. Una de las más peculiares es el eléboro fétido (Helleborus foetidus), la más venenosa de la sierra. Esta planta es altamente tóxica por lo que se utilizaba para envenenar puntas de flecha, de ahí uno de sus nombres populares, la planta ballestera. La peculiar forma de sus hojas le ha dado también otro nombre: la marihuana de los tontos.
Uno de los aspectos más sorprendentes, por que lo ignoraba todo sobre ello, es lo que en la zona llaman resiego.



Resiego, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Imagen Ángel M. Bermejo (c)
Es un concepto interesante: obtener un beneficio de un árbol, de un ser vivo, pero sin acabar con él, para poder volver a utilizarlo en el futuro. Ahora llamamos a eso “desarrollo sostenible”, pero la idea, con otro nombre, o incluso sin nombre, se ha aplicado en estas sierras desde tiempo inmemorial. Tal vez entrara dentro de lo que se consideraba “sentido común”.
Del viaje al Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y las Villas me quedo con la idea de haber caminado por un paisaje cultural. Y con el detalle del resiego, que da mucho en qué pensar. ¿Habías oído hablar del resiego alguna vez?






Algunas recomendaciones:
Restaurante El Curro, Burunchel, La Iruela