lunes, 31 de enero de 2011

Calle Amazonas: un libro de viajes postmoderno


Hace unos días terminé de leer Calle Amazonas, el libro de Bernardo Gutiérrez que publica Altaïr en su colección Heterodoxos. He escrito el título del comentario: "Un libro de viajes postmoderno". Ahora toca explicarlo.

En esta narración se refleja el viaje, las vivencias del autor en un viaje de varias semanas por el tramo inferior del río más poderoso del planeta. Un destino atractivo pero poco original. La postmodernidad está, como debe ser, en cómo lo plantea.

Bernardo Gutiérrez nos hace el relato de sus peripecias, de sus aventuras más o menos vistosas, pero desde luego éstas no son más que el hilo conductor de lo verdaderamente importante: lo que encuentra y, sobre todo, lo que busca. Porque Bernardo va a la búsqueda de sus personajes, no se los encuentra al azar: un cacique indígena que vive con su familia bajo una lona a las afueras de Manaos, un productor de guaraná orgánica en un afluente del Amazonas, los descendientes de los esclavos negros huidos al fondo de la selva, los restos de las ciudades del caucho de Henry Ford, etc. En el camino asiste a un concierto de Roger Waters (Pink Floyd) en el Teatro Amazonas de Manaos, comparte horas y horas de barco con sus compañeros de travesía -con la música de Scorpions a todo volumen como sistema infalible para impedirle dormir- y se sorprende con la vida a orillas del río: una vida urbana, donde las redes sociales, los ordenadores y los atascos de coches en las calles forman el día a día de sus habitantes.

Así se empieza a perfilar ese carácter postmoderno del viaje. No se centra en lo preconcebido -la selva, los indígenas poco contactados, la pureza de la selva-, sino en lo que encuentra -consumismo, explotación, olvido, políticos corruptos, injusticias que se aceptan de tanta costumbre de vivir con ellas-. Da protagonismo a personajes que viven al margen de la corriente principal de la sociedad, luchadores más o menos desencantados que luchan -también más o menos- por incluir la dignidad entre los datos de su vida.

La propia actitud del viajero ya no es la de los grandes exploradores de otro tiempo. No pretende llegar al último confín de la selva después de una peligrosa expedición. Bernardo viaja en transporte público, se cansa, no es un héroe y lo reconoce.

Me gusta esta actitud de viajero al que le abruma y le conmueve -y le agota- el viaje y la realidad que encuentra. Al principio incluso parece que se avergüenza un poco de ello (no, yo viajaría en cubierta para compartir la vida de los viajeros pero debo proteger mi cámara y mi ordenador, parece que se justifica en su primer trayecto en barco) pero al final lo asume (cojo una cabina porque estoy agotado, no puedo con mi alma y necesito aislarme del mundo, reconoce abiertamente en el último).

Me parece postmoderno también en el sentido de que no refleja un viaje de forma lineal. De hecho su itinerario es una serie completa de desvíos de la corriente principal del Amazonas. Pero sobre todo porque enlaza con otros viajes realizados años antes por la Amazonia, como el encuentro con Pere Casaldàliga o el viaje acompañando a un grupo de policías en busca de haciendas en las que se esclaviza a los trabajadores. El conjunto es un fluido potente, casi amazónico. Muy irregular (hay capítulos mucho más interesantes que otros), pero así es la vida y así son los viajes.

Para mi, con diferencia, el mejor capítulo es en el que narra el viaje con los policías para liberar esclavos. Un capítulo genial que lo tiene todo: información importante poco conocida y una calidad literaria de primera. Si fuera así todo el libro estaríamos ante una bomba en la literatura de viajes. Ya es bastante con lo que es.

Para que estas líneas no parezcan una babosa recomendación sin sentido crítico vamos a buscar algunas pegas. Creo que el libro flaquea cuando el Bernardo literato quiere ponerse por encima del Bernardo periodista, cuando quiere hacer descripciones poco directas, cuando busca metáforas tan extrañas que resultan fallidas. Creo haber detectado también algún que otro fallo de edición, algo inusual en un producto Altaïr; nada que no pueda corregirse en las próximas y numerosas nuevas ediciones.

El pulso que transita por todo el conjunto es vibrante, y la mirada que ofrece sobre la realidad amazónica es fascinante. Su próximo libro será mejor todavía.

P.D. Bernardo y yo estuvimos hace unas semanas hablando en la radio sobre el Amazonas. Nuestra intervención empieza en el minuto 20.

viernes, 28 de enero de 2011

Lagos del Piamonte III: Por las islas del lago Maggiore


Pero no es posible pasar unos días junto al lago Maggiore y no saltar a cualquiera de los barcos que continuamente lo recorren de un extremo al otro. Desde cubierta, con la brisa acariciando tu cara, disfrutas de un paisaje que seguramente ha hecho temblar de emoción a más de uno. También ves grandes villas y mansiones asomadas al lago, propiedad de antiguas familias patricias y de modernos millonarios. El barco va de embarcadero en embarcadero: un crucero de lujo por el precio de un viaje en autobús.

Por otra parte, dentro del lago destacan le Isole Borromeo, unos islotes en los que se concentra la historia, el arte y la naturaleza de los lagos piamonteses. Están situadas en el golfo homónimo, entre Stressa y Pallanza. La más grande es Isola Madre, ocupada por un palacio del s.XVI y un gran jardín botánico en el que crecen especies subtropicales debido a un microclima particular que se da en ella.


Una tarde cogí un barquito para ir a la Isola Pescatori, la Isla de los Pescadores que, aunque geográficamente es del mismo grupo que las otras, históricamente es muy diferente. Aquí no hay palacios y jardines sino una aldea que antaño estuvo poblada por pescadores y que ahora está dedicada al turismo con restaurantes, hotelitos y tiendas.

Una cena a la orilla del lago, con el palacio de los Borromeo flotando sobre las aguas de fondo es una experiencia deliciosa. Además te incita a saltar a la tercera de las islas.

Así que una mañana tomé el barco hacia Isola Bella, y reconozco que fui por el palacio pero, sobre todo, por el impresionante jardín barroco que había entrevisto en el trayecto a la Isola Pescatori. Con la luz del crepúsculo ofrecía una imagen teatral, casi mágica.

Isola Bella era simplemente un peñasco que sobresalía de las aguas hasta que, en 1632, el conde Carlo III Borromeo decidió transformarlo para dar forma a sus sueños. La idea era que la isla pareciera un barco: el palacio sería el castillo de popa, mientras que el jardín -levantado sobre diez terrazas superpuestas que se asoman al lago entre estatuas- representaría la proa. La isla fue llamada Isabella, por Isabella d'Adda, la condesa, y más tarde se acortó hasta llegar al nombre actual.


El palacio es espectacular. Repleto de obras de arte valiosísimas, claro. Pero el jardín es un delirio.

Las terrazas, las estatuas, las plantas, todo ello rodeado de agua y de montañas, lo convierten en un lugar especial. Pero lo que le da el toque casi único es la población de pavos reales albinos que merodean por el jardín. Ver como revolotea en el aire uno de estos animales -después de tirarse al vacío desde una de las terrazas superiores- y cae a tu lado es algo que no te pasa todos los días.

Esta isla es la esencia de una familia de príncipes que, durante siglos, ha dominado un territorio. Lo que vengo diciendo desde que inicié el viaje por estos lagos: algo que sólo se puede encontrar en Italia.


miércoles, 26 de enero de 2011

Lagos del Piamonte II: Por las orillas del lago Maggiore


Pienso que, al menos una vez en la vida, al levantarte de la cama y asomarte a la ventana, debe aparecer ante tu vista uno de los lagos alpinos italianos. Y así sentir que estás en uno de los lugares más sutilmente hermosos del mundo. Al menos una vez en la vida.

Yo he tenido la suerte de vivir esta experiencia en el lago Maggiore (lago Mayor), justo en el límite entre el Piamonte (la orilla en la que me encontraba) y la Lombardía (la orilla de enfrente). Hacia el norte, parte del lago entra en Suiza. Aquí los Alpes tienen ese poder que los hace hermosos pero todavía no abruman con sus crestas heladas. Aquí son habitables. Dejan que la vida pueda ser dulce a sus pies. Las altas cumbres nevadas no están lejos, pero aquí parecen todavía un mundo aparte.

A pesar de su nombre, el lago Mayor no es el más extenso de los lagos italianos, honor que le corresponde al lago di Garda, que se encuentra bastante más al este, ya cerca de Verona. A mediados del siglo XVI esta zona se convirtió en el feudo de la familia Borromeo, y su presencia ha sido decisiva desde entonces. Más tarde, estas orillas han sido destino de escritores, músicos y pintores viajeros, y era una etapa del Gran Tour.

Ahora nuestro tour, grande o pequeño, puede llevarnos por estas orillas, o por medio del lago.


Yo seguí la orilla piamontesa. En Arona paseé por la
via Cavour para disfrutar de una calle peatonal llena de tiendas con ese estilo que sólo se pueden encontrar en Italia. Vi de lejos, en lo alto de una colina, la estatua a san Carlos Borromeo, levantada en el siglo XVII y de la que se dice que es la segunda más alta del mundo después de la de la Libertad en Nueva York.


De toda esta orilla mi lugar favorito es el jardín botánico de
Villa Taranto
, en Verbania. La entrada está justo al borde del lago. No sé casi nada de plantas, pero los jardines botánicos se han convertido en una de mis obsesiones viajeras. Me parecen una mezcla hermosa de cultura y naturaleza. Allí caminé por la avenida de las coníferas, por el jardín de dalias, por el paseo de los rododendros, junto a estanques y estatuas. Era una hermosa tarde de finales de primavera.

martes, 18 de enero de 2011

Lagos del Piamonte, I: Orta




El más occidental de todos los lagos alpinos italianos es el de Orta, pequeño y relativamente poco conocido fuera de Italia. Pero tan bello como cualquiera de los más famosos. Y aunque Omegna es la principal población del lago yo fui directamente a Orta San Giulio.

Orta San Giulio es un pintoresco pueblecito en el extremo de una pequeña península que se adentra en el lago, uno de esos lugares que sólo pueden existir en Italia. Es una delicia encontrarse a media tarde en la piazza Mario Motta, junto al embarcadero, e iniciar un paseo por esas calles flanqueadas por viejos edificios de colores ocre, siena o albero de la que salen callejones que van a dar al lago o trepan por la ladera del monte.


Del embarcadero salen las lanchas hacia Isola di San Giulio. Esta isla es la verdadera perla del lago. El edificio que domina la isla es un monasterio de monjas, pero también hay muchas villas con jardines que se asoman al lago. El interior de la basilica di San Giulio, de estilo románico, está casi completamente cubierto por frescos. La única calle de la isla hace un recorrido circular y es como una vuelta atrás en el tiempo.

De vuelta a Orta, al salir de la piazza Mario Motta hacia arriba, llegué a una especie de plaza alargada en cuesta, la salita della Motta, donde aparece una serie de palacios, algunos de cinco o seis siglos de antigüedad. En uno de ellos, la casa dei Nani (casa de los Enanos), la fachada está adornada con pinturas al fresco.

Orta San Giulio se encuentra al pie de una colina, que ocupa la mayor parte de la península que se adentra en el lago. Salí de la salita della Motta y continué la ascensión hasta el Sacro Monte di San Francesco. Allí encontré una serie de capillas dedicadas cada una a un momento de la vida del santo y que fueron construidas, a partir de 1590, a lo largo de más de un siglo. Por ello se pueden apreciar, a través del desarrollo de los modelos arquitectónicos y artístico, los importantes cambios que se produjeron en los gustos y la mentalidad de los europeos durante el siglo XVII.

Pero lo realmente interesante, más allá de su objetivo original -el de ser un itinerario para devotos-, es que un recorrido por estas 20 capillas es un paseo por la historia, el arte y la cultura de una época. Forma, junto a otros sacromontes del Piamonte y Lombardía, un conjunto declarado patrimonio mundial por la Unesco. De alguna manera eran una barrera física, mental y religiosa contra la Reforma que amenazaba desde Suiza. La vegetación forma parte del conjunto y está perfectamente concebida para proporcionar alegría y lugares tranquilos a los peregrinos. Las vistas sobre el lago y la isla son un añadido extra.

P.D. Como del lago sale el valle Strona, famoso por los trabajos de artesanía en madera, en muchas tiendas se ven figuras de Pinocho talladas en los pueblos de ese valle (evidentemente las que son muy baratas no son de allí sino de China). Una buena tienda: Cose di Zoe, en la piazza Motta.

jueves, 13 de enero de 2011

Borneo VI: La vida sexual de los orangutanes o el peligro que tiene Julia Roberts



Unos cuantos mensajes privados me han indicado que lo que he contado de los orangutanes es muy interesante, pero que lo que de verdad quieren saber es cómo se lo montan. Que qué puedo contar de la vida sexual de los orangutanes.

Evidentemente no soy un experto en zoología ni en etología -ni en ninguna otra cosa-, pero por lo que vi la vida sexual de los orangutanes puede describirse en pocas palabras como un no parar. Tal vez fuera sábado.

Según cuentan los expertos, los machos dominantes intentan acaparar a las hembras, dejando a los machos jóvenes en permanente estado de desesperación. Todas las hembras -jóvenes, maduras- parecen estar a disposición del macho dominante. Éste viene a pesar el doble que un macho joven o el triple que una hembra, así que conviene no llevarle la contraria, ni en asuntos de sexo ni de comida. Él manda, es así la cosa, y los demás se aguantan. Pero no por ello los machos se conforman ni las hembras rechazan sistemáticamente a los otros machos, aunque sí los eligen con cuidado (en la medida de lo posible). Éstos se acercan sobre todo a las hembras jóvenes, las que pueden ofrecer menos resistencia.

Como ya dije, en el Parque Nacional Tanjung Puting se ofrece comida a los orangutanes todos los días. Hay una plataforma donde los cuidadores dejan la fruta, y al poco rato empiezan a aparecer los orangutanes. Varios de ellos pueden comer a la vez, pero, ay amigo, cuando se siente la presencia del jefe todos agarran una piña o un plátano y salen pitando.

Pues eso, que llegó el jefe y todos se alejaron prudencialmente. Salvo una hembra madura, que se sentía segura y siguió comiendo allí al lado. Me acordé de Le gorille, la canción de Georges Brassens:

"Bah! soupirait la centenaire,

Qu'on puisse encore me désirer,

Ce serait extraordinaire,

Et, pour tout dire, inespéré!"

Pues eso, que sería todo lo inesperado que se quiera pero después de ponerse hasta arriba de fruta fresca y jugosa el jefe debió de pensar que se quería echar la siesta así que la agarró del brazo, la tumbó sobre las tablas de la plataforma y, en la postura comúnmente conocida como del misionero, se acopló con ella ante los ojos abiertos como platos y las bocas abiertas como otros platos (aunque éstas estaban tapadas por las manos) de los que en ese momento esperábamos ver una escena de unos simios comiendo fruta plácidamente.

Nadie, sobre todo las espectadoras, se movió ni lo más mínimo. Esto que digo no es ninguna tontería. La misma Biruté Galdikas cuenta en su libro Reflections of Eden (página 294) que un orangután violó a su cocinera. En el número de mayo de 1998 de la prestigiosa revista Outside se recuerda el hecho en un artículo sobre la investigadora.

También es famoso el caso de Julia Roberts, que grabó un documental sobre los orangutanes y despertó el interés de un macho. Hizo falta que acudieran varias personas para librarla del afectuoso abrazo del simio, que probablemente hubiera querido llegar a mayores. Seguro que si el orangután hubiera violado a Julia Roberts la noticia hubiera sido mucho más publicitada que el caso de la pobre cocinera.

En cualquier caso hay que decir que estos comportamientos -la relación sexual entre orangutanes y humanos- sólo ocurre con los orangutanes que han sido criados en los “orfanatos”, no con los que viven en la naturaleza sin contacto con los humanos.

Puedo añadir que cuando estábamos en la estación científica yo vi cómo un orangután jovenzuelo se acercaba a una visitante que estaba sentada en un tronco e intentaba copular con ella introduciendo el pene entre la planta del pie y la suela de la sandalia de la chica. Le faltaba aprendizaje. Eso lo he visto yo con mis ojazos.

La tensión sexual era palpable en el ambiente. Véase por ejemplo el caso de la hembra de la foto, y obsérvese la posturita de la misma (en lo que se refiere a apertura de las piernas). Eso lo debió de detectar un macho hambriento que apareció por detrás -y por debajo-, se acercó a ella y empezó a practicar lo que finamente se conoce como cunnilingus. Ella lo miró displicentemente y, para librarse de él con poco esfuerzo, se orinó en su cara. El chico no estaba para desperdiciar ocasiones ni amilanarse ante el primer obstáculo así que con un dedo tapó el meato urinario de la hembra y siguió a lo suyo. No lo debía de hacer mal, porque le dejó hacer. Eso lo he visto yo con mis ojazos.

miércoles, 12 de enero de 2011

Borneo V: Con los orangutanes en la selva




Sin embargo, el viaje más memorable que se puede hacer en el sur de Borneo es el que lleva al Parque Nacional Tanjung Puting, tal vez el mejor lugar del mundo para observar a los orangutanes en su medio natural. Es uno de los pocos lugares protegidos de Borneo, y sus bosques tropicales y marismas se han convertido en un refugio para numerosas especies en peligro de extinción.

En los últimos años se ha hecho mucha publicidad de los trabajos de Jane Goodall con los chimpancés de Tanzania y de Dian Fossey con los gorilas de montaña de Ruanda y Congo. Ambas mujeres empezaron a trabajar impulsadas por Louis Leakey, un paleontólogo que dedicó su vida a buscar las claves del origen del ser humano. Pero lo que no es tan conocido es que también motivó a una tercera mujer a llevar un estudio semejante con los orangutanes de Borneo. Así Biruté Galdikas inició en Tanjung Puting, en 1971 un trabajo sobre los orangutanes que se ha convertido en el estudio más largo realizado jamás en la historia de la ciencia por un investigador importante sobre cualquier animal salvaje.

De estos tres grandes simios, los orangutanes son los más diferentes del ser humano, ya que sólo compartimos el 96% del ADN. Hay muchos aspectos en los que somos exactamente iguales: las crías son completamente dependientes de la madre durante un largo periodo de tiempo, en el que realiza un proceso de aprendizaje. Los orangutanes son una especie protegida pero existe un mercado negro en el que se pagan grandes cantidades por las crías, y la manera más sencilla que tienen los cazadores furtivos de conseguirlas es matando a la madre. Las crías, en el caso de ser recuperadas por las autoridades, necesitan aprender a vivir en el bosque. Este problema impulsó a Galdikas a crear en Tanjung Puting un centro de rehabilitación para reintroducir en el bosque a los orangutanes que han permanecido en cautividad. Una visita a este centro, en el que se protege a los huérfanos y en los que se ofrece también comida a los orangutanes que ya viven en el bosque, permite observar fácilmente al gran simio asiático.

Así que después de unas peripecias en avión y auto-stop llegué a Kumai, en el sur de Borneo, donde tienen contraté un klotok, uno de los barcos en los que se navega para llegar al parque y recorrer sus canales. En estos barcos también se come y se duerme durante toda la estancia en el parque. Primero hay que cruzar el río Kumai, ancho y poderoso, antes de adentrarse por el río Sekonyer en busca de los orangutanes. Éste es mucho más estrecho, y ahora se navega por sus aguas oscuras entre árboles altos.

A primeras horas de la mañana y a las últimas de la tarde se siente un bullicio en el bosque, aunque es difícil ver a los animales escondidos en las copas de los árboles. Sí se ven, en cambio, al martín pescador, a la cigüeña o al búcero de largo pico posados sobre ramas o volando sobre las aguas. En ocasiones se pueden ver las acrobacias de un grupo de monos narigudos -que sólo viven en las junglas de Borneo- o de ágiles gibones al saltar de árbol en árbol. Es fácil sentirse en un lugar especial.

En el parque hay varios lugares que se pueden visitar y en los que es muy fácil ver a los orangutanes. El primer contacto con uno de ellos es una experiencia inolvidable. Hay tanto de humano en ellos, en su mirada, en su comportamiento, en la manera en que una madre cuida a su cría, que es difícil no establecer un lazo afectivo con ellos. Los más jóvenes juegan entre ellos sin parar. Entre los orangutanes también hay adolescentes descarriados y bromistas, que no paran de hacer travesuras.

Dos veces al día los trabajadores del parque preparan la comida de los orangutanes. Hay una plataforma preparada al efecto en medio del bosque, y éste es el mejor momento para ver al mayor número de animales. Aquí acuden los huérfanos que han sido rescatados recientemente y todavía no saben buscar el alimento por si mismos, pero también otros orangutanes que viven en el bosque. La razón es que estos animales salvajes no encuentran suficiente alimento por sí mismos. Poco a poco ha ido disminuyendo su hábitat por las talas de árboles y la contaminación de los pueblos cercanos y los campamentos de buscadores de oro. No les queda más remedio que mendigar la comida.

Llegan al merendero las hembras jóvenes con sus crías y las viejas solitarias, los machos revoltosos que andan al acecho de alguna hembra receptiva, y todos comparten la fruta y la leche que han dejado los guardianes del parque. De repente, un ruido les avisa de la llegada del macho dominante, y se apartan discretamente para dejarle comer a sus anchas. Es realmente grande, un macho en la plenitud de su fuerza y vigor. Es el nuevo rey, que arrebató recientemente el territorio al anterior.

Una regla en las visitas a este parque nacional es que no se debe tocar a los orangutanes. Pero ¿qué ocurre si son ellos los que te cogen de la mano y te acompañan al caminar? ¿y si se abrazan a tus piernas? Los propios cuidadores reconocen que en ese caso es imposible luchar contra esa espontaneidad de los orangutanes y la alegría de los visitantes, que se enfrentan a una de las experiencias más memorables de su vida: el contacto con uno de los grandes simios en la selva tropical.

Además de observar orangutanes, este parque es un buen lugar para descubrir el bosque tropical, un mundo desconocido, con árboles que se defienden de los parásitos segregando una goma venenosa, hormigas de dos centímetros de largo, gibones que saltan frenéticamente de una rama a la otra y bandadas de mariposas de alas transparentes.

Por la tarde hay que volver al klotok y salir del parque para pasar la noche. Basta con amarrar en la orilla opuesta del río Sekonyer para cumplir con ese requisito. Es el momento de refrescarse con unos cubos de agua sacados desde la cubierta del barco ya que no es posible nadar en el río. Todos recuerdan que hace unos diez años un visitante que se bañaba en una poza murió al ser atacado por un cocodrilo. Cae la noche tropical, que se llena de luces, con las luciérnagas del bosque y las estrellas que se reflejan en el río. Se oyen los murmullos de la selva y, de vez en cuando, el rugido de un macho adulto de orangután que avisa al mundo de su presencia.

martes, 11 de enero de 2011

Borneo IV: ¿Cuánto cuesta una esposa?


La última noche que pasé en una casa comunal había bastante animación. Se celebraba una boda, así que había mucha gente, comida abundante, algo de bebida y caras alegres. Me invitaron a comer.

Cuando terminó la cena empezó una animada discusión entre algunas personas. El caso es que a medida que pasaba el tiempo la animada tertulia se iba convirtiendo en lo que se podría definir como una agria discusión. No hacía falta saber ningún idioma para darse cuenta de que había algo que no iba bien.

El guía me resumió la situación: no se ponían de acuerdo en el precio de la dote. ¡Resulta que habíamos estado deleitándonos con el banquete de una boda que todavía no se había celebrado! Y la cosa tenía muy muy muy mala pinta.

Estuvieron negociando una media hora más. El resultado fue desastroso: no había acuerdo. Pedí un nuevo resumen de la situación: la diferencia entre lo que se pedía y lo que se ofrecía era de 150.000 rupias. Mucha pasta, me dijo el guía.

Hice un cálculo rápido. ¡La boda se iba al traste por 12 euros!

Y había muy malas caras. La situación podía degenerar en cualquier momento. ¡Ah, el amok! ¿Y si les daba un ataque de amok, tan corriente en estas tierras?

Por otra parte, me planteaba qué hacer. ¿Dejaba que la situación se desarrollara como si yo no estuviera presente, no interfiriendo de manera alguna, como si fuera un antropólogo inocente e invisible que no modifica la sociedad que observa? ¿O, por el contrario, aportaba 12 miserables euros a la dote y solucionaba un marrón?

Miraba a los novios compungidos y estaba sacando la cartera cuando, de repente, en un momento, se solucionó todo. Habían llegado a un acuerdo. La familia del novio subía la dote. Todos felices.


P.D. La chica de la foto es la hija del señor a cuyo cargo estaba en el pueblo. En cuanto alcanzó la pubertad fue entregada en matrimonio a un joven de la zona que -dado que ésta era la chica más guapa del pueblo- ofreció una sustanciosa dote. ¿Qué hizo el padre (probablemente viudo) con tanto dinero? Pues lo usó para pagar la dote y casarse en segundas nupcias con una chica que podía ser su hija. Ambos, el padre y la hija, vivían juntos con sus respectivos cónyuges en una habitación de dos por tres metros (dos camastros de un metro de ancho y un espacio de otro metro en medio) que daba al patio. Yo elegí dormir en el patio de la casa comunal a pesar de que volvió a animarse el sarao tras el acuerdo matrimonial.

lunes, 10 de enero de 2011

Borneo III: Con los (antiguos) cazadores de cabezas


No muy lejos de Negara se encuentran las montañas de Kalsel, en las que habitan los dayak bukit en sus pueblos tradicionales. Antes de salir de Banjarmasin había arreglado un encuentro con un guía para recorrer a pie con él esta zona y visitar las aldeas locales. De modo que en el día acordado fui al pueblo en el que tenía la cita y esperé en el hotel la llegada del guía.

Así empezó una excursión de cinco días por estas montañas. Caminábamos durante el día y por la tarde llegábamos a una aldea, donde pasábamos el final de la tarde descansando y observando la vida local. Siguiendo un consejo que me dieron en Banjarmasin llevaba una cantidad desmesurada de paquetes de cigarrillos para hacerme amigo de todo el mundo. Es lo que quieren del mundo exterior.

Al llegar el guía hablaba con el jefe de la aldea, que nos asignaba una familia para atendernos. Los dayak bukit mantienen todavía la costumbre de vivir en casas comunales, que a diferencia de otras regiones de Borneo no son alargadas, sino cuadradas. Son grandes estructuras construidas alrededor de un patio interior cubierto al que dan las habitaciones y en el que se desarrolla la vida diaria. Afortunadamente ya no mantienen la peculiar costumbre de cortar las cabezas de los enemigos previamente liquidados, algo muy habitual en otros tiempos en estas tierras.

El guía se había ocupado de conseguirme una colchoneta, pera ésta resultó ser de esas de medio centímetro de grosor, por lo que pasé cinco noches durmiendo prácticamente en el duro suelo de los patios centrales de las casas comunales.

En esos días conocí cazadores y comerciantes de canela, comí lo que podía y vi búceros de grandes picos volando bajo las copas de los árboles. También cumplí con ese deseo infantil de ir por la selva, tener sed y, como quien no quiere la cosa, cortar una liana con un machete y beber directamente -como de un botijo- el agua que se vierte.


viernes, 7 de enero de 2011

Borneo II: El viaje en barco



Llegó el momento de continuar el camino, y un viaje en barco se ofrecía como una buena posibilidad. La verdad es que Banjarmasin es una de las principales puertas de acceso al interior de Borneo, una tierra de ríos poderosos y extensos bosques en la que todavía hay pueblos que viven completamente alejados del mundo exterior. Es una de las islas más grandes y misteriosas del planeta, con montañas que sobrepasan los 4.000 metros de altura. Los ríos, como el Kapuas y el Mahakan, han sido históricamente las vías de penetración en el interior.

Sus selvas espesas -que cada vez lo son menos por la tala indiscriminada de árboles- son, junto a las de Sumatra, el último reducto de los orangutanes. En la oscuridad del bosque florece la rafflesia, la flor más grande del mundo, que puede pesar ocho kilos y medir un metro de diámetro. Los habitantes del interior de Borneo son conocidos como dayaks, aunque también les llaman "cazadores de cabezas" por una antigua costumbre hoy prácticamente abandonada.

Uf, vaya panorama a la hora de plantearse el camino a seguir. El problema no es encontrar un lugar que te interese sino elegir entre los mil que te llaman la atención. Mientras me decido voy por carretera a Martapura, donde se tallan y venden los diamantes que se obtienen en la zona de Cempaka.

Pero, a la hora de salir de Banjarmasin de verdad me voy al puerto y salto a un barco que esa tarde navega aguas arriba por el río Barito y que luego se desvía hasta llegar a Negara. Es una de las mejores maneras de adentrarse, aunque sea someramente, en el interior de Borneo. Quiero ver a unos personajes de los que alguna vez oí hablar: los pastores de esta zona pantanosa, que se mueven en piragua para pastorear a los búfalos.

El viaje en barco estará para siempre grabado en mi memoria: la cocina al aire libre, a popa, junto a la salida de humos del motor; los videos a todo volumen durante toda la noche. Pero también un atardecer sublime encaramado sentado en lo alto de la cabina, con toda la isla de Borneo recogiéndose a mi alrededor.

En Negara estuve en casa de una familia que me invitó con la misma naturalidad con la que aquí se dice la hora a un desconocido en la calle.