miércoles, 30 de junio de 2010

BUSCANDO MI DESTINO


La incomunicación en las Svalbard ha supuesto que me enterara con bastantes días de retraso del fallecimiento de Dennis Hopper. No sé si fue un gran actor o un gran director o todo lo contrario, pero sí que ha sido alguien especial en el mundo del cine. Centrándonos en los aspectos cinematográficos, para mi fue (además de un secundario en más películas de las que podemos imaginar) el inquietante amigo americano, el ligeramente perturbado fotógrafo de Apocalypse Now y, sobre todo, Billy en Easy Rider.


Easy Rider (Buscando mi destino en su titulo español) fue una de esas películas que, al retratar diversos grupos de la sociedad estadounidenses de finales de los años 60, nos enseñó que había muchas formas diferentes de vivir. Y que podíamos elegir nuestro destino. No era una cuestión de querer ser como ellos, de trapichear droga, sino de buscar alguna alternativa al inmovilismo, a los prejuicios y a la cortedad de miras.

Claro que todo ello tiene sus riesgos.

El otro día fui a la biblioteca a ver si encontraba el dvd, y como no lo tenían lo he comprado. Hacía muchos años que no la veía, y en muchos aspectos fue como verla por primera vez. Con la excusa de ir al carnaval de Nueva Orleans Billy y Wyatt (dos nombres sacados de los westerns clásicos) recorren las carreteras secundarias de Estados Unidos a través de la cara oculta de un país. Un viaje por una tierra pero también por la mente, como los buenos viajes. De vez en cuando hay algunos diálogos memorables, como éste sobre la libertad y que he encontrado en YouTube. Hay un momento en que te das cuenta de que todo va a acabar como el rosario de la aurora, pero parece que no hay otro final posible.


Termino la película, guardo el disco en su estuche y lo pongo encima de otros más que tengo sobre un mueble. Justamente lo coloco encima de Vacaciones en Roma. Y de repente tengo ante mi dos películas con dos de las mejores escenas de motos de la historia.



Por un lado, Gregory Peck pasea por Roma con Audrey Hepburn agarrada a su cintura, por el otro, Dennis Hopper recorre las carreteras del Oeste con Peter Fonda. ¿Qué es mejor, ir con una chica por Roma o con un amigo por el Oeste? ¿Tengo que elegir? ¿No me puedo quedar con las dos opciones? Cada uno que elija, cada uno que busque su destino. Pero que lo busque.

viernes, 25 de junio de 2010

MUNDIALES POR EL MUNDO II: ESPAÑA 1982


Lo bueno de las vuvuzelas sudafricanas es que las ves, las oyes, las soportas (más o menos) y ya está. Lo malo son las vuvuzelas invisibles, las que te machacan permanentemente. Hay muchas y de diverso tipo, siempre.

En el lejano 1982, con el Mundial en casa, las vuvuzelas invisibles daban una murga insoportable. Así que cogí el petate y me fui a Estambul dispuesto a pasar dos meses por la zona: Turquía, Siria, Jordania, Líbano, Chipre...

Se puede decir que ha pasado mucho tiempo, pero tampoco tanto. El caso es que la zona era relativamente desconocida, más de lo que podemos imaginarnos ahora. Sirva un ejemplo: meses después publiqué en El País Semanal un reportaje sobre Petra, y en la redacción estaban encantados con un tema tan original y poco visto. Un miembro de esa redacción me preguntó ¿tú cómo te enteras de sitios como éste? Eran otros tiempos, Indiana Jones no había llegado a Petra, los beduinos vivían en las cuevas y te invitaban a pasar unos días con ellos. Eran otros tiempos.

En ese viaje llegué a Nemrut Dag (Turquía) cuando no había carretera y había que caminar desde un pueblo cercano; pasé la noche en la cima y al día siguiente disfruté de uno de los amaneceres más espectaculares de mi vida. Muy diferente fue la experiencia en Hama (Siria), una ciudad que encontré completamente destruida, bombardeada por la aviación. Quizá haya que recordar que el Mundial de Naranjito coincidió con la guerra del Líbano de 1982, que me hizo dejar para otro momento la idea de viajar a ese país. Las matanzas de Sabra y Chatila ocurrieron tres meses después. Pero no, la ciudad siria de Hama (la de las norias gigantes) había sido bombardeada por el ejército sirio, una masacre de la que se ha hablado muy poco.

Con este panorama, los cruces de frontera tenían siempre algún detalle inesperado.

Puesto fronterizo turco. Salida de Turquía hacia Siria:

-¿Lleva usted explosivos?

-No.

-Esta bien, pase.

Puesto fronterizo sirio. Entrada en Siria:

-¿Lleva usted seis libros?

-?????

-Que si lleva usted seis libros.

-??????????

-Si hombre, que si lleva usted seis libros.

Una serie de gestos procaces me hizo caer en la cuenta de que no me preguntaba si llevaba seis libros (six books) sino pornografía (sex books).

-No.

-Esta bien, pase.

Puesto fronterizo jordano. Entrada en Jordania:

-Pasaporte.

-Tome.

-¡Pero hombre de Dios! ¡¡¿Cómo se le ocurre venir por aquí?!! ¡¡¡¿Por qué no se queda en casa?!!!

Después de los bombardeos recientes de Hama y los presentes de Beirut (por la noche, en Damasco se oían perfectamente), la preocupación del policía jordano me alarmó profundamente. ¿Degollaban a los turistas? ¿Los secuestraban?

-¡Pero hombre de Dios! ¡¡¿Por qué no se queda en casa?!! ¡¡¡Lo que daría yo por estar en Madrid y poder ir al estadio a ver los partidos del Mundial!!! Pase, bienvenido a Jordania.

En Siria y Jordania me alojaba en hoteles de baja categoría pero todos disponían de un televisor en la recepción. Por alguna razón que ignoro, los partidos se retrasmitían con comentarios en italiano. Como yo era siempre el único europeo en el hotel, y el único que entendía algo de italiano, siempre me encargaban la traducción simultánea al inglés. No pude hacer nada para disimular la derrota de España ante Alemania Federal.

De la final en el Bernabéu no me enteré de nada. Esa noche la pasé en un monasterio ortodoxo en las montañas de Chipre. Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido...

lunes, 21 de junio de 2010

VIAJE A SVALBARD I: TROMSO






Tromso es la principal ciudad del norte de Noruega, y en ocasiones se la ha llegado a llamar (de forma hiperbólica) el “París del Norte”. La verdad es que es una ciudad interesante y con unos alrededores espectaculares. Por otra parte jugó un papel importante en las exploraciones polares noruegas, lo que le añade un atractivo especial, y en la calle principal está la casa en que vivió Roald Amundsen.

Fui a Tromso para embarcarme en el Fram para iniciar el viaje a las Svalbard, lo que me hacía revivir la historia de estos exploradores, que se puede estudiar en el Museo Polar. El año pasado también fui a Tromso a embarcarme, en ese caso en el Expreso del Litoral para viajar hasta Kirkenes, ya junto a la frontera con Rusia.

El viaje del año pasado fue en marzo, para vivir el invierno, y el de ahora empezó en mayo. Exactamente 14 meses después pero, para lo que quiero contar ahora, como si sólo hubieran pasado, pues, dos meses.

El cambio en la ciudad y, sobre todo, en el paisaje de los alrededores era extraordinario. En marzo hace un frío tremendo, las calles están heladas y todas las montañas están cubiertas de nieve. En mayo ya estamos en verano.

Todas los locales con los que comenté mi sorpresa (algunos de ellos periodistas interesados en temas de medio ambiente) me dijeron lo mismo: en los últimos años casi no hay primavera en Tromso. En dos o tres semanas se pasa del invierno al verano. Algo está pasando con el clima.




sábado, 12 de junio de 2010

MUNDIALES POR EL MUNDO I: MÉXICO 1986


Después de pasar unos días en Cuzco había hecho un par de excursiones por los alrededores -a Colloriti y el Camino Inca a Machu Picchu-, y entonces volví a la antigua capital incaica. Una vez más regresé a mi restaurante favorito, pero ni el servicio ni la comida era tan buena como unos días antes. Se lo comenté al dueño, que parecía no estar de muy buen humor.

-No me hables. He despedido a todos los trabajadores. Desde que empezó el Mundial se pasan la tarde viendo partidos por la televisión, luego la noche bebiendo cerveza y comentando las jugadas, y por la mañana están durmiendo pasando la borrachera. Por la tarde vuelven a empezar. No puedo hacer nada. Esto es la ruina.

Días después volé a Puerto Maldonado. Estaba una tarde en el embarcadero haciendo una foto a un precioso barco de madera, de esos chatos y con una cabina en lo alto, de los que recorren estos afluentes del Amazonas, cuando se me acercó una persona.

-Bonito barco, ¿verdad? Seguro que te gustaría navegar con él por el Madre de Dios. Pues es mío, te invito, salimos mañana. Tardaremos dos días en llegar a Riberalta, desde donde podrás llegar a la frontera con Brasil.

Entonces no sabía que lo de “tardaremos dos días en llegar a Riberalta” era una figura retórica emparentada con la mentira. Pasamos diez días por estos ríos, afluentes de afluentes de afluentes de afluentes del Amazonas, que si recogiendo cargamentos de castaña de Brasil, que si comprando látex a los siringueiros, que si vendiendo pilas a los habitantes de la selva. Las pilas son artículo de lujo en la Amazonia, por lo que en el barco sólo se ponía la radio para seguir una radionovela. Nada de partidos. Cuando me enteré de lo de los cuatro goles de Butragueño a Dinamarca ya era un hecho legendario. Todo el mundo sabía donde había estado en ese momento, menos yo, que no me enteré de nada.

Al final llegué a Riberalta (ya en Bolivia), y de allí a Guayaramerín, en la frontera con Brasil. El puesto fronterizo estaba vacío, por lo que tuve que contratar a una moto-taxi para recorrer el pueblo en busca del oficial. Fuimos a su casa donde su mujer nos dijo que no sabía dónde estaba. Recorrimos los locales de alterne hasta dar con él. Le di mi pasaporte, el moto-taxista lo llevó al puesto a que me lo sellara y yo me quedé al cuidado de las chicas del bar. No hubo tiempo para nada porque a los pocos minutos estaba de vuelta ansioso de continuar su tarea pendiente.

Yo salté a una barca para cruzar el río Mamoré y llegué a Guajara-Merím, en Brasil. El policía no me quería dejar pasar, estaba de mal humor y le buscaba pegas a todo, pero tras contarle una bonita historia me puso el sello de entrada. Recuerdo que cené en un sitio que parecía un velatorio. Era mi primer viaje a Brasil y me pregunté si era éste el país de la alegría, de las ganas de vivir, de la sonrisa perpetua.

En el autobús nocturno a Porto Velho me enteré de que la víspera Brasil había sido eliminada por Francia del campeonato mundial de fútbol. Era un día de luto nacional.

viernes, 11 de junio de 2010

NO HAY INTERNET EN EL ÁRTICO


Noticia fresca: no hay internet en el Ártico. No hay internet entre los hielos menguantes del Ártico, en lo que todavía (y por poco tiempo) es el territorio del oso blanco. No hay internet más allá del cabo Norte. Cuando el MS Fram -el barco en que he pasado estos días- pasó a los pies del precipicio en que todos creemos que se acaba Europa por el norte, se terminó la conexión a internet, esa red que había funcionado tan bien en la Antártida, adonde viajé en el mismo barco hace año y medio.

Y, la verdad, es que no está nada mal un descanso. Han sido once días en las aguas frías del Ártico, entre témpanos de hielo, miles de aves marinas, algunas morsas e incluso una osa blanca (sé que era una osa porque iba con dos crías, no por mi agudeza visual). También con unos 200 compañeros de viaje, pasajeros en este Peregrinaje Climático por aguas de las islas Svalbard. Aquí sí que se acaba Europa (este archipiélago es parte de Noruega), y no quedan muchos kilómetros hasta el polo Norte.

Las islas Svalbard son un territorio que permanece, todavía hoy, inalterado en buena medida. Puedes pasar días navegando sin sentir la presencia humana en ningún momento. Sintiendo el frío, el viento y la soledad de esta tierra. Y también, como en esta ocasión, hablando con científicos, periodistas y escritores especializados en el Ártico, amantes de la naturaleza y apasionados por la vida en estas latitudes extremas.

Once días sin Zapatero, sin Rajoy, sin la CEOE, sin los Sindicatos, sin el Mundial y sin Mourinho. Estoy como nuevo.

Y once días sin noche. 264 horas seguidas de luz. Cualquier ser primario, de los que buscan la luz, comprenderá mi encanto con este viaje por el Ártico.

Ahora vuelve a ser de noche.