martes, 2 de noviembre de 2010

KENIA: VIDA Y MUERTE EN MAASAI MARA


El río Mara define buena parte del ecosistema Serengeti-Mara: da la vida a esta región pero también es una amenaza de muerte. A lo largo del año, los dos millones de ungulados que viven en este mundo emigran en busca de pastos siguiendo el régimen de lluvias. Dos veces al año, esta ruta milenaria -que es uno de los grandes espectáculos de la naturaleza en todo el planeta- les obliga a cruzar este río.

Digo que es una amenaza de muerte porque atravesar un río poderoso es siempre un peligro. Los ñus y las cebras encuentran una corriente que puede llevarlos por delante. Además, allí acechan los cocodrilos y los grandes felinos, y los hipopótamos que, aunque son herbívoros, tienen muy mal carácter si se les molesta y de un mordisco pueden acabar con cualquiera. Cruzar el Mara es una necesidad vital para los ungulados: los verdes prados les esperan al otro lado. Tienen que arriesgarse.

En el camión de Ratpanat cruzamos el río Mara cómodamente por un puente, para llegar a la zona de Transmara, mucho menos visitada y donde esperamos encontrar ocasiones de observar la fauna salvaje.

Al cruzar un puente hay un control de los rangers. En esta parte puedes caminar por la orilla del río en compañía de un ranger para ver la zona, por lo que nos detenemos un buen rato. Este puente está en una angostura del río, donde un grupo de peñascos estrecha el cauce. Allí se acumulan muchos de los cadáveres que arrastra la corriente: son los que han fracasado en la prueba vital de cruzar el río, ya sea por la fuerza de la corriente o por algún encuentro indeseado.

Allí están los buitres y todos los demás carroñeros, aprovechándose de los desdichados que fracasaron.

Al cruzar el puente nos llega un intenso olor a carne podrida: son los despojos de decenas de cadáveres que han quedado enganchados entre las rocas o han sido depositados por la corriente en una especie de playa. Los marabúes se daban un festín.

La concentración de cadáveres era tal que el olor a muerte flotaba en el aire a pesar de encontrarnos en una zona despejada. Olor a muerte. La muerte de algunos, que significa la vida para otros. Esta idea es bien sabida por todos, y los documentales de La 2 nos la repiten todos los días.

Pero la televisión no muestra el hedor, la peste dulzona que flota en el aire, como una neblina mañanera al lado del río. Un tufo repulsivo en el que no pensamos nunca pero que forma parte de la realidad y de la vida. Nos ayuda a sentir la relación entre la muerte y la vida. La televisión no muestra el hedor. Este texto tampoco.

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