martes, 31 de agosto de 2010

SIN NOTICIAS DE LADAKH


Cualquier tragedia es terrible, pero unas nos llegan más que otras. Cuando lees la noticia de un desastre en un país lejano, te afecta más o menos si conoces el lugar, si has establecido algún lazo emocional con alguno de sus habitantes. De repente, le pones cara, nombre, recuerdos, a lo que es un murmullo lejano dentro del griterío de los titulares, los contenidos del día.

Durante varios días, en este verano, nos llegaron noticias de Ladakh. Inundaciones, muertos, campos arruinados, todas las mañanas en primera plana. Había varios españoles en la zona -haciendo trekking o visitando monasterios-, y de algunos no se sabía nada. Incluso se confirmaron, con nombre y apellidos, los peores temores. Era muy importante.

Evacuados los heridos y cualquiera que se encontrara por la zona, y repatriado el cadáver, la tragedia ha sido evacuada de los periódicos. ¿Ya no es importante? ¿Qué ocurre con los habitantes de la zona?

Yo estaba por ahí hace pocos veranos (aconsejado por un buen conocedor de la zona, Ángel López Soto), y en esa ruleta que es la vida podía haber ocurrido entonces lo que ha pasado ahora. Habría agradecido enormemente el interés y la ayuda de la Embajada española en la India (aunque ya se empiezan a oír voces en contra de ese apoyo: “Allá tú si vas a esos lugares”, dicen algunos, pero eso es otro tema).

Pasé unos días muy felices en Ladakh. Siento no recibir noticias de la situación actual en la zona.

P.D.: un pequeño reportaje publicado en el mes de julio, antes del desastre.



martes, 10 de agosto de 2010

VIAJE A SVALBARD III: LOS PASAJEROS










En el viaje a Svalbard había (redondeando) 200 pasajeros. Más o menos 100 eran lo que siempre han sido los pasajeros de este tipo de viajes: occidentales (estadounidenses y alemanes en su gran mayoría; también estaban representadas diferentes nacionalidades europeas). La media de edad es bastante alta: abundan los mayores de 60 ó 65 años, y desde luego creo que no había nadie de menos de 40 ó 45 años. En general son parejas que han trabajado muchos años o están jubilados, que han viajado ya por todo el mundo y buscan las últimas fronteras que les quedan por conocer, y que después de triunfar profesionalmente al cabo de muchos años pueden permitirse estos viajes que son bastante caros. Caso aparte, pero dentro de estos 100 occidentales, estaba la veintena de periodistas de varios países europeos que participábamos en el viaje.

Los otros 100 pasajeros eran chinos. Profesionales que también han triunfado en los negocios (moda, muebles, energía, bolsa) como para permitirse lo que ya he dicho antes, estos viajes que son bastante caros.

¿Cuál es la diferencia entre los dos tipos de pasajeros? Además de muchas culturales -que se reflejan en los modos de actuar, sobre todo al cabo de 10 días metidos en un barco- hay una muy interesante: los chinos eran muy muy jóvenes. Muchos no habían cumplido los 30, y desde luego muy pocos los 40. Y les sale el dinero por las orejas como para hacer los viajes que desean, y punto.

La expansión del turismo chino por el mundo es, creo, lo más importante que está pasando en este comienzo de siglo en el mundo de los viajes y el turismo. Poco a poco se están levantando todas las restricciones que su propio Gobierno les imponía, y se están comiendo el mundo. Literalmente. Hace poco leí que están construyendo en Bahamas un resort concebido exclusivamente para ellos. Hace un par de meses la revista Newsweek dedicaba la portada de su edición internacional al tema.

Creo que este blog no es el sitio para aportar estadísticas, sólo de destacar lo que encuentro por el mundo. En pocos años estaremos acostumbrados a ver, en un aspecto más, cómo Europa y Estados Unidos ceden el paso a China.

En este viaje ocurrió algo que para los pasajeros chinos fue de gran importancia: cuando llegamos al paralelo 80ºN todos se hacían fotos en la proa. ¡Era la primera vez en la historia de la humanidad que 100 chinos estaban juntos a una latitud tan septentrional! ¿Una anécdota, un detalle sin importancia, o la muestra palpable de por dónde van los tiros?

Yo, por si acaso (y como se ve en una foto) ya estoy haciendo amigos.


martes, 3 de agosto de 2010

VIAJE A SVALBARD II: LA TRIPULACIÓN



Los barcos como el Fram tienen dos capitanes, que se turnan -uno a bordo, otro descansando- de modo que la nave siempre esté de servicio. No fue raro encontrar, por tanto, en el viaje a Svadbard al mismo capitán que en el viaje a la Antártida. También coincidí con otros oficiales de la tripulación.

Pensaba escribir sobre el capitán, Rune Andreassen, un hombre de la casa, con 25 años de servicio en Hurtigruten, pero prefiero hacerlo de otro personaje casi tan importante como él: Dennis Pardo, el encargado del bar de la cubierta 7. Y lo incluyo en la serie Viaje a Svalbard, pero podría estar en la de Encuentros.

Dennis ya me sirvió alguna copa entre los hielos de la Antártida, y ahora vuelve a hacerlo a 80º de latitud norte. Como el 80% de esa parte de la tripulación que no lleva galones en los hombros ni organiza excursiones en tierra, Dennis es filipino. También hay indonesios, indios, etc., pero la mayoría de los camareros, cocineros, limpiadores, maquinistas, etc., que hacen que la vida en este barco discurra cómodamente son filipinos.

Todos ellos, unas 70 personas, trabajan diez horas al día, los siete días de la semana, durante nueve meses seguidos; luego tienen un mes de descanso.

Dennis, en concreto, lleva cinco años en Hurtigruten, y desde que se botó el Fram (hace tres años), está destinado en este barco que viaja arriba y abajo del Atlántico, hacia el norte por la costa de África y Europa, hacia el sur por la de América, después de recorrer en profundidad, durante los veranos respectivos de cada hemisferio, Noruega/Svalbard/Groenlandia y la Antártida. Antes estuvo diez años en Guam, también trabajando en barcos.

Por ley, los filipinos que trabajan en barcos extranjeros deben depositar una parte de su salario en una cuenta en su país. Entre un 10 y un 20%, ya sea en la cuenta del cónyuge, de los padres, de los hijos o, si no tiene parientes directos, en una cuenta a su nombre. Por otra parte, los trabajadores del barco tienen pocos gastos del día a día: tienen un camarote (compartido), comida y ropa. Y transporte.

Cuando no hay clientes (que son amables y dejan buenas propinas), en los periodos intermedios entre las campañas del Ártico y del Antártico, cuando viajan de un extremo del mundo al otro, se dedican a una limpieza a fondo del barco. No hay nada comparable, dice, a una barbacoa en cubierta para cenar con los colegas mientras navegan lentamente de uno al otro confín.

Dennis tiene 46 años, y piensa en formar una familia en Filipinas cuando terminen sus años de vagabundeo. Pero de momento quiere seguir. Le gusta su trabajo: está rodeado de gente feliz, la empresa le trata bien, ve mundo. Su casa es el barco.

Por cuestiones de turnos, parte de la tripulación cambia de vez en cuando. En Longyearbyen se sumó un mecánico -lo siento, no apunté su nombre- de Kerala, del sur de la India. Los hielos árticos son muy diferentes a su tierra de arrozales y canales entre palmeras, pero este señor tenía un especial interés en trabajar en este barco en concreto. Vio en internet que el Fram estará, allá por noviembre, en la Antártida, el sueño de su vida, así que se alistó. Esto sí que es viajar, como en los viejos tiempos.