viernes, 25 de mayo de 2012

La luz dorada del hayedo en otoño. Coste y razón

Hayedo de Carrales, Burgos. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
 ¿A cuento de qué viene hablar de hayedos en otoño en mayo?

Hay dos razones.
La primera es que me gusta meterme conmigo y recordar que hace exactamente un año escribí que relacionar los conceptos hayedo y otoño era caer en el tópico. Bien, reconozco que a la primera ocasión que tuve —es decir, en noviembre— me fui disparado a buscar un hayedo en el que pasear.
La segunda es la importante, y es para describir cómo fue el proceso que me llevó a pasar un fin de semana en una zona de España con el hayedo como argumento del viaje.
Un día pensé que estaría bien dar una buena caminata por un hayedo. No me apetecía visitar los más conocidos (Irati, Tejera Negra, etc.), porque valoraba más la tranquilidad que la espectacularidad. Pensé que Burgos tendría muchas cosas que ofrecer en ese sentido.
Así que hice lo que hacemos todos: fui a Google, tecleé hayedo y Burgos y entré en la primera opción que me daban.
Así encontré esta entrada en el blog Tierras de Burgos en el que se describe una ruta de senderismo por el hayedo de Carrales. Me gustó. Estaba decidido el destino.
Lo localicé y, a continuación, busqué entre mis guías y revistas documentación sobre la zona, que es realmente interesante: a pocos kilómetros hay pueblos espectaculares como Frías, Oña, Puentedey, San Pantaleón, además de un paisaje de desfiladeros, bosques frondosos, pueblecitos pintorescos y algunos monumentos megalíticos.
Salimos de Madrid en coche y después de pasar Burgos paramos en un bar de un pueblo y nos tomamos unas raciones —morcilla de Burgos y otras cosas— con unas bebidas: 8'80 euros.
Por la noche alquilamos una habitación doble en un hotel de Cilleruelo de Bezana: habitación doble, dos cenas y dos desayunos: 77'00 euros.
Por la mañana, en una tienda cercana al hotel, compramos unas viandas para hacer un bocata donde nos pillara el hambre: 4'85 euros.
En Puentedey encontramos al frutero-verdulero que tenía de todo, así que aprovechamos e hicimos una compra bestial: 37'20 euros, que incluyó un tarro de miel local. Y un café en Oña: 1'10 euros.
Tanto a la ida como a la vuelta echamos gasolina (con los vaivenes del céntimo sanitario, en ese momento estaba menos cara en Castilla-León que en Madrid), pero ese gasto no lo incluyo porque sólo cuento los que hicimos en negocios locales. No pagamos la entrada al castillo de Frías porque llegamos tarde y no pudimos visitarlo.
Sumando todo me sale un monto de 128'95 euros que dejamos en diferentes negocios locales. A cambio paseamos por un hayedo otoñal, visitamos pueblos encantadores, conocimos mundo, disfrutamos un montón y a la vuelta no podíamos cerrar la puerta de la nevera. Todavía queda miel.
No sé si 128'95 euros es mucho o poco, pero sí sé que es más que nada. Y que en ésta es la madre del cordero del turismo: disfrutas, aprendes, lo pasas bien, y a cambio colaboras en el mantenimiento de la economía local.
Y no hay que olvidar que todo ello vino gracias a la información ofrecida por el blog Tierras de Burgos, a cuyo autor no tengo el gusto de conocer pero a quien le estoy muy agradecido por hacerme descubrir ese rincón de Burgos. Puedo afirmar rotundamente que no habríamos ido a esa zona y no habríamos gastado un euro en ella si no hubiéramos encontrado toda la información y la inspiración necesaria entre sus posts.

1 comentario:

  1. Yo suelo pensar en viajes y escapadas siempre fuera de su temporada habitual. Antes de hacerlos para volverme loco de ganas y estar deseando encontrarme sus paisajes "al dente"; después de hacerlos para recordarlos con nostalgia y en esencia, añorando cada ráfaga de viento, sombra bendita... o lo que tocase.
    Si se plantea una salida a Burgos, ya sé por dónde pisar. Gracias.

    ResponderEliminar