miércoles, 12 de diciembre de 2012

Qué verde era mi Bali


Foto: Gregor Krause. Tropenmuseum of the Royal Tropical Institute (KIT)
En agosto de 1912, Gregor Krause —entonces un joven doctor alemán que trabajaba para el gobierno de las Indias Orientales holandesas— fue destinado al remoto puesto de Bangli, en el interior de la isla de Bali. Su trabajo era atender a la población local y su misión duró 18 meses.
Debemos pensar que Krause
llevó a cabo su trabajo con la aplicación debida, pero dedicó todo el tiempo libre disponible para estudiar la cultura local y a viajar por las zonas cercanas a su hospital.
Lo peculiar del caso es que Krause disponía de una de las primeras cámaras realmente pequeñas, manejables y portátiles que se empezaban a fabricar en esos tiempos. Por ello, en ese año y medio pudo documentar la vida tradicional de los balineses como nunca antes se había podido hacer. Y como se hizo en esos años en muy pocos lugares del mundo.
Bali 1912, el trabajo de Krause, fue publicado en 1920 en Alemania, en un momento en el que el país se recuperaba malamente de las heridas de la Gran Guerra. Es difícil imaginar la impresión que causó ese libro en un ese momento.
Las imágenes de un mundo idílico, tropical, paradisiaco, tocaron la fibra sensible de una sociedad que acababa de pasar por una guerra y que además se enfrentaba a los problemas del momento en las sociedades industrializadas.


Bali 1912, de Gregor Krause, January Books, 1988
Las fotos (y los textos que las acompañaban) reflejaban una sociedad primitiva y, aparentemente, sin esos problemas. Sin embargo, había mucho que ocultar. Hacía poco que los holandeses habían terminado de dominar la isla, y de hecho en los años precedentes a la llegada de Krause — en 1906 y 1908— se habían producido dos puputan, suicidios rituales en masa para protestar por esta invasión. Krause habla del puputan de 1906 de pasada.
Pero todo ello no quedaba patente en las fotos del paraíso. O nadie pensaba en ello al ver las fotos de las ceremonias en los templos, de escenas en los mercados y, sobre todo, de mujeres con el pecho descubierto y de jóvenes desnudos que se bañaban en un estado que recordaba las imágenes soñadas del noble salvaje, de la inocencia perdida, de la vida feliz bajo las palmeras. La obra de Krause influyó decisivamente en artistas como Miguel Covarrubias y Walter Spies, que fueron los que dieron a conocer en todo el mundo la imagen idílica de Bali.
La primera vez que llegué a Bali, hace ya más de 20 años, me alojé en casa de un pintor, en una de las aldeas de los alrededores de Ubud. En esa casa hombres y mujeres iban con el pecho descubierto. Lo primero que vi al dirigirme a Ubud fue la cremación de un príncipe. Parecía que había encontrado el Bali de otro tiempo, el soñado.
Pero ya entonces “el Bali auténtico había desaparecido”, decían los libros y las crónicas de aquéllos que se habían instalado en la isla décadas antes. Bali estaba ya bien asentado como uno de los grandes destinos turísticos mundiales y buena parte de la actividad de los balineses estaba orientada al mercado turístico.
He tenido ocasión de volver varias veces al cabo de los años y siempre observo que ese proceso de transformación hacia un producto turístico se acentúa más y más. Supongo que yo mismo formo parte de esta dinámica, como todos los que viajamos.
Pero siempre, siempre, en cuanto me he desviado un poco de los senderos trillados he podido vislumbrar algo de ese Bali eterno. Mujeres que hacen ofrendas en lugares donde aparentemente no hay nadie, agricultores que defienden sus campos de arroz de los pájaros y los demonios, pescadores que atracan sus barcas en la arena de la playa...
Algunas de las fotos de Krause que más impactaron a la sociedad europea de 1920 fueron las de los jóvenes que se bañaban desnudos. Imágenes sensuales que transmitían la ilusión de una Arcadia perdida que Gauguin habría pintado con mucho gusto. Krause fue el primero que llegó con una cámara y pudo fotografiar a placer. Ahora está muy mal visto fotografiar a la gente que se baña desnuda. Porque ellos lo siguen haciendo.
Una vez, visitando Tirta Empul, un templo famoso por sus fuentes sagradas, pude observar a un grupo que tomaba un baño ritual. Discretamente me alejé de la parte donde estaban las mujeres y me acerqué a la de los hombres. Uno me vio y me invitó a unirme a ellos. Allí nadie usaba bañador así que desnudo me uní al grupo que se bañaba en una piscina centenaria adornada de estatuas de dioses cubiertos de verdín. Creo que fue Nehru quien dijo que Bali era ¨la mañana del mundo¨, y en ese momento estuve plenamente de acuerdo con él.
P.D. La última vez que estuve en Bali compré una edición relativamente reciente de Bali 1912, la que ahora estoy leyendo mientras sueño con volver.


3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con que Bali es "la mañana del mundo" pero no la del macro-turismo si no la de los rincones que se pueden (o podían) encontrar fuera de las playas, entre arrozales y templos, a golpe de pedal o de chancla. Aunque quizá Occidente sigue pensando en los balineses con el filtro pseudoromántico de principios del XX aunque, cuanto más se vuelve más desaparece... Siempre para bien aunque se descubran claroscuros

    ResponderEliminar
  2. Un lugar maravilloso! Enhorabuena por el post :)

    ResponderEliminar
  3. Solo viajando si prisas se pueden tener experiencias tan bonitas como esta, Ángel. Y hablando de fotos, ¿hiciste alguna?

    ResponderEliminar