martes, 8 de enero de 2013

Enrique Meneses y Los aventureros




La manera más directa y emocionante de hablar de viajes siempre ha sido hacerlo en primera persona. Porque los viajes son experiencias personales, emociones, ilusiones cumplidas o frustradas, descubrimientos. Oír, leer a alguien contar un viaje —sea junto a un fuego o en un libro o en un blog— es la manera más fácil de que te entren ganas de viajar, de conocer un lugar, de conocer gente que vive en otro lugar.
Sin embargo
, ésta ha sido una de las grandes carencias de la prensa tradicional de viajes: muchos periódicos, suplementos y revistas se han resistido siempre a dejarnos escribir en primera persona. Sí, ya sé que ahora se pueden presentar varios ejemplos que desmienten lo que acabo de decir, pero si echamos la mirada atrás un poco nos daremos cuenta de que, en su mayoría, los reportajes de viajes no se han escrito de esta manera.
Tengo una teoría al respecto: la prensa de viajes no se ha ocupado de transmitir emociones y experiencias sino de dar información de lo que el viajero va a encontrar. Si tú ibas a Marruecos y conocías a alguien que te invitaba a una boda y pasabas tres días viviendo una experiencia maravillosa, luego cuando escribías para una revista no podías describir esa vivencia sino que tenías que hablar de mezquitas, zocos, qué comprar y qué comer. ¿Por qué? Pues porque es posible que si el lector fuera a Marruecos no encontraría a nadie que le invitara a una boda, pero sí es seguro que si vas a tal museo y pagas la entrada vas a ver tal cosa y que si vas a ta restaurante vas a comer esta otra. La emoción no importaba.
Me pongo a pensar y creo que el primero que me pidió que contara un viaje en primera persona —centrándome en mis vivencias, en lo que había vivido y sentido, en lo que había experimentado y descubierto— para publicarlo en una revista fue Enrique Meneses, entonces director de la revista Los aventureros. Corría el lejano año de 1985
En esa revista escribía gente como Manuel Leguineche, Miguel de la Quadra-Salcedo, Carmen Sarmiento y Jesús Torbado. Pero yo tenía un par de reportajes de África que me parecían interesantes así que le llamé. Me dijo que le llevara las diapositivas. La redacción de Los aventureros era lo menos romántico que uno pueda imaginarse, una habitación en San Romualdo 26, tal vez el edificio más delirante de Madrid. Allí pones una cámara en un pasillo y te sale una película de miedo quieras o no.
Le enseñé las fotos y le conté mi viaje por el río Níger en piragua. Enrique decidió que lo publicaba en el siguiente número. Quería que contara cómo había sido un viaje relativamente largo por África, sin dinero, sin guía, descubriendo algo nuevo cada día. Que contara lo que había visto, pero también cómo lo había visto.
Con el tiempo me publicó otros reportajes. Recuerdo que algunas veces me citaba en su casa, ese ahora legendario piso de la Ciudad de los Periodistas. Pero yo no acudía en plan de peregrinación al templo del maestro, sino a llevar o a recoger fotos y textos. Me da por pensar que ese tugurio que tenía por redacción era tan deprimente que prefería trabajar en casa.


Fue en esa época cuando encontré un libro suyo, un libro cuyo título de tres palabras es el mejor resumen de cómo debe uno enfrentarse a esta profesión de ver y contar cosas: Escrito en carne. Devoré el libro. Lo compré un 7 de enero —ya es casualidad— y lo terminé dos días después. En él cuenta algunas de sus aventuras al realizar sus reportajes en Oriente Medio, en Cuba o en Estados Unidos. Me impresionó su viaje de El Cairo a El Cabo. El libro está absolutamente descatalogado, pero esas historias las ha contado en otros libros más accesibles.
Muchas veces, a lo largo de los años, he pensado que si hubiera habido más gente como Enrique Meneses a cargo de las revistas de viajes —periodistas que hubieran viajado de verdad, y más preocupados por la gente que encuentras y por lo que vives que por lo que compras— tal vez la prensa de viajes se habría desarrollado de una manera diferente.
La semana pasada busqué en Amazon libros suyos y compré Hasta aquí hemos llegado. Debería llegarme hoy. Ya es casualidad. 

10 comentarios:

  1. Precioso, Ángel; me ha encantado. Yo no tuve la suerte de conocer a Enrique, pero le admiraba muchísimo. Gracias por la historia.

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    1. Gracias Carmen por la visita y el comentario. Quedan sus libros para leer, muy recomendables.

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  2. Siempre escribir desde la primera persona, transmitir, potenciar, emocionar... Nada fácil; pero tan necesario. Y más hoy en día... Menos mal que al menos, nos quedan los ejemplos.
    Gracias por el psot

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    1. Creo que es la fórmula que mejor funciona, aunque no es la más fácil. Gracias por la visita y el comentario.

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  3. Tienes mucha razón. Hoy en día el marketing emocional es fundamental en todo, la gente compra con el corazón, no con la cabeza

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    1. Lo emocional es fundamental, en el marketing y en todo lo demás. Gracias por la visita y el comentario.

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  4. Que razón tienes, La manera más directa y emocionante de hablar de viajes siempre ha sido hacerlo en primera persona.

    Yo solo le añadiría algo más. Ahora con la conexiones a Internet de Alta Velocidad, yo le añadiría algún video en primera persona.

    Sigue así

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    1. Alexander, no puedo estar más de acuerdo contigo, el vídeo es un arma fabulosa para contar historias. Gracias por la visita.

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  5. ¡Qué bien tirado, Ángel!! ¡¡Cuántas y cuántas veces me han echado atrás textos por decir lo que me parecían las cosas!!!: "La gente lo único que quiere saber es dónde ir, qué ver, dónde comer...", decían. Osea, textos de folleto más aburridos que contar ovejas. De ese mal han muerto muchas revistas de viajes -aunque luego le carguen el muerto a Internet-. Lo malo es que ahora vivimos la fiebre de lo contrario: el yoísmo y mi mismidad. Miles de blogs hablando de lo bien que comí, lo mal que lo pasé, lo astuto que soy... En fin... un brindis por los buenos textos -tan difíciles de parir-, que cuenten verdades y transiten de piel a piel.

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    1. Pues eso, Javier, celebremos los buenos textos que cuentan historias y transmiten verdad (aunque sólo sea la del autor). Un abrazo

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