lunes, 24 de mayo de 2010

TEMPORADA DE MANGO


Una de las primeras cosas que hago en cuanto llego a un país tropical es enterarme si hay mangos en el mercado. No hay fruta que me pueda gustar más. Sin embargo, la temporada de mango no es muy larga y es frecuente que me quede con las ganas. Es una maravilla pasar por los mercados y comprar mangos, bajar a desayunar y encontrar mango, pasar por el campo y ver los árboles cargados de frutos anaranjados, ir por la calle y ver los puestos de zumos con los mangos en exposición como tentación irresistible. El mes pasado, en Marrakech había, pero hace dos semanas no los encontré en Reunión. La semana pasada me resarcí en Yemen. Todavía me relamo pensando en ellos, pero también los echo de menos.

El mercado de Sanaa era una serie de montones de mangos. Y de otras frutas. Una noche caminaba por los callejones del zoco. Iba por uno especialmente estrecho, de apenas metro y medio de anchura. Me crucé con alguien que llevaba una carretilla, por lo que me subí a un escalón para dejarlo pasar. Era un vendedor de melones, y al pasar dejó un rastro de maravilloso perfume a melones maduros.

¡Oh, esos lugares en los que la fruta sabe a fruta, y la verdura a verdura! Normalmente coinciden con los que la gente califica como países subdesarrollados y tercermundistas, incluso sucios y de higiene sospechosa. Pero comen fruta más rica que la nuestra.

Una navajita en el bolsillo nos permite, durante los viajes, el lujo supremo de disfrutar en cualquier momento de una fruta en sazón, como en nuestra Europa ya sólo recuerdan los más viejos del lugar. Incluso, hay que saber que un mango en su punto se monda fácilmente sin cuchillo. Eso sí, hay que tener cuidado si se comen a mordiscos, porque a veces tienen unas hebras muy molestas. Pero todo se acaba aprendiendo.

1 comentario:

  1. El mango es mi fruta preferida. La propia fruta sola ya es una gozada, pero también en una ensalada que preparo con queso de cabra y caramelizado con foie, envuelto como si fueran caramelos.
    En Gambia me puse morado. Hacían unos batidos baratísimos y enormes que todavía recuerdo en mis mejores sueños.

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