miércoles, 11 de abril de 2012

Parque Nacional de los Arcos / Arches National Park, Utah, EEUU y 2




P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Es increíble. En estas tierras altas de la meseta del Colorado llueve muy poco, el viento sopla con fuerza y alternan los tórridos veranos con los fríos inviernos. Pero el desierto es un verdadero jardín, y los cactus florecen cuando la primavera atraviesa las montañas. Las rocas se cubren de líquenes amarillos y naranjas, como si fueran una piel vistosa. Donde hay algún arroyo brotan sauces, fresnos y álamos, y en zonas más secas los pinos enanos se cubren con una corteza resinosa para impedir la más mínima evaporación. Hay plantas que parecen pequeñas, pero sus raíces se hunden muchos metros en busca de la humedad de un cauce subterráneo. Los troncos resecos y retorcidos de los árboles muertos parecen competir en eternidad con los pedregales. Por aquí merodean todavía el zorro y el coyote, tan esquivos que sólo dejan ver sus huellas grabadas en la arena. En ocasiones, el halcón peregrino y el águila dorada sobrevuelan el paisaje de roca y viento...

P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Este mundo duro y hermoso ha atraído desde siempre a cazadores y recolectores, que hace un milenio grabaron petroglifos y pinturas en los abrigos rocosos, recuerdos de un tiempo olvidado. Por esta zona discurrió, en el siglo XVIII, la última gran expedición de exploradores españoles en Norteamérica, que la habían considerado inhóspita e intransitable. Una verdadera terra incognita. A finales del siglo XIX se instalaron en lo que ahora es el parque unos pocos rancheros solitarios seducidos por la llamada del silencio. Todavía se conserva una cabaña junto a Salt Wash, el único resto de su presencia fugaz en un paisaje esculpido durante millones de años. Casi nadie ha vivido en medio de esta belleza.

P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En Arches hay formaciones que llevan al extremo la noción del equilibrio. Como Balanced Rock, una masa oblonga de piedra que parece descansar, descentrada, sobre un pedestal de arenisca. Pero sobre todo están los arcos. Como los que se agrupan en Devils Garden, al final de una barranca estrecha por la que discurre una vereda encajada en los pedregales. 

P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Double O Arch tiene dos ventanas abiertas en la piedra, una encima de la otra. Muy cerca asoma Landscape Arch, una locura de 93 metros de largo y sólo 5 de grueso. Es un trazo limpio dibujado en el cielo que desafía la ley de la gravedad y de los sentidos.

P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
El favorito de casi todos es Delicate Arch, un arco solitario asomado a un precipicio. Para llegar a él hay que caminar por un sendero entre las rocas, una cuesta que no se hace pesada cuando uno intuye lo que le aguarda. En equilibro junto al abismo, de formas delicadas —el hielo y la roca son capaces de generar elegancia— y, como todos los demás, en continua evolución. Nadie sabe cuánto tiempo lleva en pie ni cuánto permanecerá antes de derrumbarse, con su forma de media luna jugando con su gemela del cielo. Tal vez un milenio, tal vez un día. Esta nimiedad en términos geológicos añade grandeza a los paisajes, que siempre hemos imaginado eternos. Tenemos la suerte de contemplar la belleza tallada gota a gota en la roca. 

6 comentarios:

  1. Qué maravilla, Ángel. Cómo me gustaría colocar esos arcos como marco de los cielos estrellados. Ojalá pueda ir pronto...

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    1. Jordi, Vd. tendría para estar allí muchas noches. Mientras tanto, le recomiendo que lea Desert solitaire, de Edward Abbey.

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    2. "Centered around the author's activities as a park ranger at Arches National Monument (now National Park), the book is often compared to Thoreau's Walden."

      Uy, uy, uy...

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