A la espalda de Llanes apenas hay llano. Esto no es un
juego de palabras, es que la sierra surge enseguida y aquí, en el oriente de
Asturias, en un suspiro se pasa del mar a la montaña.
La sierra de Cuera es el telón de fondo de esta villa marinera, lo que permite
cambiar de aires con una facilidad pasmosa. Así, en cuanto me alejé de la costa
muy pocos kilómetros ya me sentí en un espacio diferente.
Reportajes y fotos de viajes por todos los países del mundo. Naturaleza, cultura, patrimonio, literatura y tradiciones para encontrar y disfrutar la emoción del viaje.
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miércoles, 2 de octubre de 2013
lunes, 29 de julio de 2013
3 lugares excepcionales en el oriente de Asturias
Fui al
oriente de Asturias porque quería ver cómo se adapta el ser humano al medio
ambiente. Y claro, lo primero que vi fue la naturaleza: un mundo calizo que
define el paisaje. La roca caliza es muy peculiar y se erosiona de una manera
única, creando formaciones que (creo) resultan imposibles de encontrar en otro
tipo de rocas.
En este
viaje entre la costa y la alta montaña encontré muchos lugares curiosos y en
los que la roca caliza, su forma de evolucionar, de erosionarse, definía lo
extraordinario del lugar. De todos ellos elijo tres lugares excepcionales.
viernes, 20 de julio de 2012
Un corto e intenso verano en las islas Aland, Finlandia
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La isla de Henrik, en Islas Aland, Finlandia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
A finales de junio... justo en el comienzo del verano. Cuando los días son más largos y parece que nunca tendrán fin. Cuando está lo mejor del verano y todavía queda lo mejor de la primavera.
Me gusta el verano de los países nórdicos. Aunque sea muy corto: agosto ya es final de temporada y la tierra se prepara para los fríos que acechan.
Sí, en estos países el verano es corto y la naturaleza lo sabe. Por eso tiene que hacer, en muy poco tiempo, lo que en otras latitudes puede demorarse durante meses. Siempre que he ido en verano al norte de Europa he tenido la sensación de que la naturaleza bulle más que en otros lugares, que todo está concentrado. Las flores, los frutos, son cosas pequeñas, pero de colores y sabores intensos. El verano nórdico debe de pensar “hay que vivir deprisa, que esto se acaba pronto”.
Hay algo de pagano en la admiración por esta naturaleza, por esta vida que corre ajena al ser humano.
El otro día tomé un barco en Helsinki y viajé toda la noche hasta Mariehamn, la capital de las islas Aland. Desde allí continué por carretera hasta Hummelvik, en la isla de Vardö (con un tramo con el autobús dentro de un transbordador) donde salté a otro ferry rumbo a Enklingei.
En Enklinge conocí a Henrik, que dirige un pequeño alojamiento en una islita cercana. Me llevó a conocer Enklinge y luego, por la tarde, me propuso enseñarme la isla que se compró hace unos años.
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La isla de Henrik, en Islas Aland, Finlandia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Fuimos a la isla. Es de esas que puedes dar la vuelta en 15 minutos caminando despacio. Así que caminamos un rato, pero fundamentalmente hablamos y contemplamos el horizonte. Quiero decir que habló él, contándome historias de su vida y de la vida en esta región. Yo callaba y escuchaba.
Como estábamos en verano, le pregunté por el invierno.
—Ah, me dijo, el invierno es completamente diferente. Algunas veces he venido conduciendo a la isla. Sí, con mi coche. El mar está helado y puedes venir perfectamente. Conducir por el mar helado en noches de luna llena es fantástico. Alguna vez te encuentras grietas entre las placas de hielo, pero si no son muy anchas puedes pasar.
Luego preparó un café de puchero y sacó una tarta de ruibarbo que había preparado su hija, una vikinga rubia más alta que yo. Y la tarta no era ni de pera ni de manzana, sino de ruibarbo. A mí el ruibarbo me suena a druidas, a pueblos antiguos, a marmita con pócima, a ritos paganos.
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Tarta de ruibarbo de la hija de Henrik, en Islas Aland, Finlandia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Sí, había algo de pagano en mi admiración por esta naturaleza, por esta vida que corre perfecta y saludablemente ajena a las ciudades y sus cosas.
miércoles, 11 de abril de 2012
Parque Nacional de los Arcos / Arches National Park, Utah, EEUU y 2
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Es increíble. En estas tierras altas de la meseta del Colorado llueve muy poco, el viento sopla con fuerza y alternan los tórridos veranos con los fríos inviernos. Pero el desierto es un verdadero jardín, y los cactus florecen cuando la primavera atraviesa las montañas. Las rocas se cubren de líquenes amarillos y naranjas, como si fueran una piel vistosa. Donde hay algún arroyo brotan sauces, fresnos y álamos, y en zonas más secas los pinos enanos se cubren con una corteza resinosa para impedir la más mínima evaporación. Hay plantas que parecen pequeñas, pero sus raíces se hunden muchos metros en busca de la humedad de un cauce subterráneo. Los troncos resecos y retorcidos de los árboles muertos parecen competir en eternidad con los pedregales. Por aquí merodean todavía el zorro y el coyote, tan esquivos que sólo dejan ver sus huellas grabadas en la arena. En ocasiones, el halcón peregrino y el águila dorada sobrevuelan el paisaje de roca y viento...
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Este mundo duro y hermoso ha atraído desde siempre a cazadores y recolectores, que hace un milenio grabaron petroglifos y pinturas en los abrigos rocosos, recuerdos de un tiempo olvidado. Por esta zona discurrió, en el siglo XVIII, la última gran expedición de exploradores españoles en Norteamérica, que la habían considerado inhóspita e intransitable. Una verdadera terra incognita. A finales del siglo XIX se instalaron en lo que ahora es el parque unos pocos rancheros solitarios seducidos por la llamada del silencio. Todavía se conserva una cabaña junto a Salt Wash, el único resto de su presencia fugaz en un paisaje esculpido durante millones de años. Casi nadie ha vivido en medio de esta belleza.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
En Arches hay formaciones que llevan al extremo la noción del equilibrio. Como Balanced Rock, una masa oblonga de piedra que parece descansar, descentrada, sobre un pedestal de arenisca. Pero sobre todo están los arcos. Como los que se agrupan en Devils Garden, al final de una barranca estrecha por la que discurre una vereda encajada en los pedregales.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Double O Arch tiene dos ventanas abiertas en la piedra, una encima de la otra. Muy cerca asoma Landscape Arch, una locura de 93 metros de largo y sólo 5 de grueso. Es un trazo limpio dibujado en el cielo que desafía la ley de la gravedad y de los sentidos.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
El favorito de casi todos es Delicate Arch, un arco solitario asomado a un precipicio. Para llegar a él hay que caminar por un sendero entre las rocas, una cuesta que no se hace pesada cuando uno intuye lo que le aguarda. En equilibro junto al abismo, de formas delicadas —el hielo y la roca son capaces de generar elegancia— y, como todos los demás, en continua evolución. Nadie sabe cuánto tiempo lleva en pie ni cuánto permanecerá antes de derrumbarse, con su forma de media luna jugando con su gemela del cielo. Tal vez un milenio, tal vez un día. Esta nimiedad en términos geológicos añade grandeza a los paisajes, que siempre hemos imaginado eternos. Tenemos la suerte de contemplar la belleza tallada gota a gota en la roca.
lunes, 9 de abril de 2012
Parque Nacional de los Arcos / Arches National Park, Utah, EEUU
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Es el final de la tarde y parece que las rocas arden. Cuando el Sol poniente las acaricia se vuelven anaranjadas bajo el cielo sin nubes del desierto, y es el momento de sentarse a contemplar cómo lanzan el último destello antes de que anochezca. La Luna creciente baila rodeada por un anillo de piedra, pero no es un sueño. Y cuando la noche se traga los colores, la soledad y el silencio se adueñan de esta fantasía mineral. Sobre el horizonte apenas se distingue el brillo de la nieve en las crestas de las montañas lejanas, y las estrellas titilan sobre los arcos que son como ventanas abiertas en las rocas.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Hay algo de irreal en esta esquina de Utah. Algunos lo definen como un paisaje místico, como de otro mundo, aunque tal vez sólo sea lo improbable que se mece en la frontera entre las formaciones geológicas y la magia, donde las fuerzas de la erosión han creado formas que nadie se hubiera atrevido a imaginar. Pero es la realidad en el parque nacional de Arches.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
En esta zona del suroeste de Estados Unidos abundan los lugares especiales, y más de una veintena están protegidos. Monument Valley, Grand Canyon, Bryce Canyon y tantas maravillas de la naturaleza se encuentran a poca distancia, y crean un rosario inacabable de paisajes únicos. Pero en Arches se concentra la mayor cantidad de formaciones rocosas insólitas de Estados Unidos. Puede que de todo el mundo.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Por uno de sus extremos corre el río Colorado antes de enfrentarse a la tarea de escribir el libro de la historia sobre la piel de la Tierra. Pero en Arches el agua, el frío y el viento —con su aliado el tiempo— han tallado un museo de esculturas gigantes que desafían la ley de la gravedad.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Según los cálculos más conservadores hay más de 2.000 arcos de piedra naturales en este parque. Los geólogos distinguen entre puentes y arcos. Los primeros han sido modelados por la fuerza del agua, que lame la roca hasta excavar un túnel a través de ella. Los arcos han sido tallados por un proceso diferente, cuando el agua se cuela entre los intersticios de la piedra y —además de disolver el calcio que mantiene unidas las partículas de arenisca—, al congelarse con las heladas nocturnas, actúa como una cuña que desgarra los bloques. Es una explicación científica para un paisaje de leyenda. Y para que la formación sea considerada un arco auténtico debe dejar pasar la luz por la abertura y tener al menos un metro de ancho.
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P.N.Arches, Utah, EEUU. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Aunque resulte extraño, este mundo de fantasía alberga todavía muchas sorpresas. Hace unos 20 años se descubrió un arco desconocido de 13 metros de longitud. Por eso es tan emocionante caminar por estos senderos en busca de Sand Dune Arch, de Double O Arch, o de Landscape Arch. Todos nos ayudan a recuperar esa cualidad de aceptar lo maravilloso, que se domina con naturalidad en la infancia y que se va perdiendo con los años. Algo de eso es necesario para vagabundear entre torreones y cúpulas, entre corredores, entre paredes de roca perforados por ventanas gigantescas, entre dunas petrificadas.
(continuará...)
lunes, 21 de noviembre de 2011
Jaén: Sierras de Cazorla, Segura y las Villas ¿Parque Natural o Parque Cultural?
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P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
En España existen diferentes figuras de protección de espacios naturales, siendo las más conocidas las de Parque Nacional y Parque Natural. Una de las diferencias fundamentales entre ambas es que en un parque nacional no hay población humana estable (aunque hay alguna que otra excepción) mientras que en un parque natural sí puede haber población fija y se pueden llevar a cabo más actividades económicas que en el primero. En principio se puede pensar que los parques nacionales son más valiosos, que protegen espacios más puros, hermosos e importantes que los parques naturales.
Sin embargo, por esta misma definición, me parecen más interesantes los parques naturales, porque representan la posibilidad de una (razonablemente) buena relación entre el hombre y la naturaleza.
El Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y las Villas es el más extenso (2.143 km cuadrados) de los espacios protegidos españoles (es mayor que la provincia de Guipúzcoa, y casi igual a la de Vizcaya). Es una de las joyas de la provincia de Jaén, un extraordinario paisaje montañoso con curiosas formaciones geológicas, espesos bosques y abundante fauna (cabra hispánica, ciervo, jabalí, águila real, buitre leonado, etc.). En su interior se encuentra el nacimiento de los ríos Guadalquivir y Segura. Dentro de sus límites se han catalogado más de 2.000 especies de flora, y está considerado el segundo lugar con más endemismos de la península Ibérica. El recordado Félix Rodríguez de la Fuente lo sabía y rodó en este espacio muchos de los capítulos de la serie ibérica de El hombre y la tierra, su gran serie documental
Así que una visita a este parque ofrece la posibilidad de disfrutar de la naturaleza, hacer un poco de ejercicio, tener experiencias nuevas (como ver decenas de mamíferos salvajes desde el coche) y hacer descubrimientos sorprendentes.
Algunas de estas posibilidades, que viví en una visita de un solo día (hay infinidad de ellas más), fueron:
Caminar por el curso alto del arroyo Borosa:
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Río Borosa, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
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Río Borosa, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Descubrir especies insólitas de flora como la Arenaria alfacarensis, que si las tocas se mueren:
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Arenaria alfacarensis, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Descansar junto al nacimiento del río Guadalquivir:
Nacimiento del Guadalquivir, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Imagen: Ángel M. Bermejo (c)
Descubrir fósiles de animales marinos donde menos te lo esperas:
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P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Caminar por el sendero de los tejos milenarios y llegar al que muchos consideran el árbol más viejo de Europa, con más de 2.000 años.
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Tejo milenario, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Pero insisto en que me parece más interesante la mezcla de lo humano con lo natural. Y hay muchos más ejemplos de lo que parece a primera vista.
Por ejemplo, hay que tener en cuenta que buena parte de la gran masa arbolada del parque (se calcula que hay 200 millones de pinos) es de especies introducidas por el hombre, porque las especies autóctonas son el roble, la encina, el enebro, el quejigo, el madroño, etc. Esto enlaza con la curiosa historia de que parte de estos montes del interior de Andalucía fuera declarada en 1748 nada menos que provincia marítima, para explotar la madera para las necesidades de la Armada.
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P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
También hay que tener en cuenta que especies muy vistosas de mamíferos como el gamo y el muflón han sido introducidas por el hombre (otras especies, que sí existieron y habían desaparecido, han sido reintroducidas). Que ello trajo consigo la desaparición del corzo. Que el lobo también ha desaparecido por la presión humana, lo que a su vez ha propiciado el aumento de población de los jabalíes. Que todos los quebrantahuesos que hay ahora en el parque (y en toda Andalucía) han sido también reintroducidos.
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Burunchel, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Más allá de las pueblos que hay dentro de los límites del parque (en donde viven unas 20.000 personas), el monte ha sido un lugar explotado por el hombre desde tiempo inmemorial: se obtenía madera, piñones, resina, liquen, carbón, plantas medicinales, había caza, ganadería, etc., lo que ha llegado a crear un paisaje cultural, resultado del uso, del saberse adaptar, de vivir con la naturaleza.
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Eléboro fétido, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Muchas plantas tenían un uso. Una de las más peculiares es el eléboro fétido (Helleborus foetidus), la más venenosa de la sierra. Esta planta es altamente tóxica por lo que se utilizaba para envenenar puntas de flecha, de ahí uno de sus nombres populares, la planta ballestera. La peculiar forma de sus hojas le ha dado también otro nombre: la marihuana de los tontos.
Uno de los aspectos más sorprendentes, por que lo ignoraba todo sobre ello, es lo que en la zona llaman resiego.
Resiego, P.Nat. Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Imagen Ángel M. Bermejo (c)
Es un concepto interesante: obtener un beneficio de un árbol, de un ser vivo, pero sin acabar con él, para poder volver a utilizarlo en el futuro. Ahora llamamos a eso “desarrollo sostenible”, pero la idea, con otro nombre, o incluso sin nombre, se ha aplicado en estas sierras desde tiempo inmemorial. Tal vez entrara dentro de lo que se consideraba “sentido común”.
Del viaje al Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y las Villas me quedo con la idea de haber caminado por un paisaje cultural. Y con el detalle del resiego, que da mucho en qué pensar. ¿Habías oído hablar del resiego alguna vez?
Algunas recomendaciones:
Hotel Sierra de Cazorla, La Iruela
Restaurante La Sarga, Cazorla
Restaurante El Curro, Burunchel, La Iruela
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