viernes, 28 de enero de 2011

Lagos del Piamonte III: Por las islas del lago Maggiore


Pero no es posible pasar unos días junto al lago Maggiore y no saltar a cualquiera de los barcos que continuamente lo recorren de un extremo al otro. Desde cubierta, con la brisa acariciando tu cara, disfrutas de un paisaje que seguramente ha hecho temblar de emoción a más de uno. También ves grandes villas y mansiones asomadas al lago, propiedad de antiguas familias patricias y de modernos millonarios. El barco va de embarcadero en embarcadero: un crucero de lujo por el precio de un viaje en autobús.

Por otra parte, dentro del lago destacan le Isole Borromeo, unos islotes en los que se concentra la historia, el arte y la naturaleza de los lagos piamonteses. Están situadas en el golfo homónimo, entre Stressa y Pallanza. La más grande es Isola Madre, ocupada por un palacio del s.XVI y un gran jardín botánico en el que crecen especies subtropicales debido a un microclima particular que se da en ella.


Una tarde cogí un barquito para ir a la Isola Pescatori, la Isla de los Pescadores que, aunque geográficamente es del mismo grupo que las otras, históricamente es muy diferente. Aquí no hay palacios y jardines sino una aldea que antaño estuvo poblada por pescadores y que ahora está dedicada al turismo con restaurantes, hotelitos y tiendas.

Una cena a la orilla del lago, con el palacio de los Borromeo flotando sobre las aguas de fondo es una experiencia deliciosa. Además te incita a saltar a la tercera de las islas.

Así que una mañana tomé el barco hacia Isola Bella, y reconozco que fui por el palacio pero, sobre todo, por el impresionante jardín barroco que había entrevisto en el trayecto a la Isola Pescatori. Con la luz del crepúsculo ofrecía una imagen teatral, casi mágica.

Isola Bella era simplemente un peñasco que sobresalía de las aguas hasta que, en 1632, el conde Carlo III Borromeo decidió transformarlo para dar forma a sus sueños. La idea era que la isla pareciera un barco: el palacio sería el castillo de popa, mientras que el jardín -levantado sobre diez terrazas superpuestas que se asoman al lago entre estatuas- representaría la proa. La isla fue llamada Isabella, por Isabella d'Adda, la condesa, y más tarde se acortó hasta llegar al nombre actual.


El palacio es espectacular. Repleto de obras de arte valiosísimas, claro. Pero el jardín es un delirio.

Las terrazas, las estatuas, las plantas, todo ello rodeado de agua y de montañas, lo convierten en un lugar especial. Pero lo que le da el toque casi único es la población de pavos reales albinos que merodean por el jardín. Ver como revolotea en el aire uno de estos animales -después de tirarse al vacío desde una de las terrazas superiores- y cae a tu lado es algo que no te pasa todos los días.

Esta isla es la esencia de una familia de príncipes que, durante siglos, ha dominado un territorio. Lo que vengo diciendo desde que inicié el viaje por estos lagos: algo que sólo se puede encontrar en Italia.


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