viernes, 3 de junio de 2011

En busca de la aldea perdida



El Parque Natural de Redes ocupa la parte alta del valle del Nalón: bosques, prados, picos y pequeñas aldeas definen un paisaje hermoso por el que parece que no ha pasado el tiempo. La Asturias intacta.
Inicias el descenso hacia Langreo y la cuenca minera, y poco a poco vas abandonando la naturaleza y los pueblecitos. Hay una zona, alrededor de Entrialgo, en que todo empieza a cambiar: los pueblos se hacen más grandes, las casa se amontonan... En pocos kilómetros pasamos de la naturaleza pura a una naturaleza domesticada.








Hemos dejado atrás esos pueblos donde aún hay artesanos que tallan abarcas en madera o incluso señoras que todavía acuñan el queso casín, pequeños ejemplos de lo que el visitante puede considerar vida bucólica, allá en el campo. Ahora encontramos chigres en los que se escancia la sidra y se asan corderos y donde los parroquianos disfrutan de la bebida, la comida y la compañía. Empieza a aparecer el mundo moderno.
En Entrialgo la literatura nos muestra el paso de este mundo de apariencia arcaico y natural de arriba al mundo moderno e industrial de más abajo. Allí está la casa natal de Armando Palacio Valdés, el autor de La aldea perdida. Es una novela ya pasada de moda, pero que refleja -en un momento de la historia- el paso del mundo que todavía encontramos en las alturas al que veremos más abajo.
La aldea perdida se ambienta en esta zona, pero en los tiempos en que la industrialización amenaza con modificar el mundo que había existido casi intacto a lo largo de los siglos.









Fotos: Ángel M. Bermejo (c)

Con el libro como guía todavía podemos identificar muchos lugares descritos en sus páginas y que permanecen: la taberna de Martiñán, la iglesia donde ejerce don Prisco, el cementerio junto al tejo sagrado... En la casa natal del escritor hay un centro de interpretación sobre su vida y su obra.
El estilo de la novela no es el más apreciado por los lectores actuales, pero nos muestra un mundo, unos personajes que cambian. En este caso es un relato del fin de la inocencia. Y ésta ha sido siempre la materia de la que está hecha la literatura.

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