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miércoles, 2 de octubre de 2013

Oriente de Asturias: la sierra





          A la espalda de Llanes apenas hay llano. Esto no es un juego de palabras, es que la sierra surge enseguida y aquí, en el oriente de Asturias, en un suspiro se pasa del mar a la montaña. La sierra de Cuera es el telón de fondo de esta villa marinera, lo que permite cambiar de aires con una facilidad pasmosa. Así, en cuanto me alejé de la costa muy pocos kilómetros ya me sentí en un espacio diferente.

lunes, 29 de julio de 2013

3 lugares excepcionales en el oriente de Asturias


            Fui al oriente de Asturias porque quería ver cómo se adapta el ser humano al medio ambiente. Y claro, lo primero que vi fue la naturaleza: un mundo calizo que define el paisaje. La roca caliza es muy peculiar y se erosiona de una manera única, creando formaciones que (creo) resultan imposibles de encontrar en otro tipo de rocas.

            En este viaje entre la costa y la alta montaña encontré muchos lugares curiosos y en los que la roca caliza, su forma de evolucionar, de erosionarse, definía lo extraordinario del lugar. De todos ellos elijo tres lugares excepcionales.

miércoles, 22 de junio de 2011

Avilés, en la portada de deViajes



Estoy pensando que el viaje a Asturias me ha traído suerte. Por un lado pude participar en un encuentro entre blogueros y empresarios turísticos asturianos en el Centro Niemeyer y además compartir tres días de viaje por el Principado en compañía de algunos compañeros cuyo trabajo admiro.
Además, la entrada Todos quieren ir a Avilés se ha convertido en la más leída de la pequeña historia de este blog.
Luego me quedé unos días para realizar un reportaje sobre las tres ciudades asturianas: Avilés, Gijón y Oviedo. El reportaje ha salido en el número 147 de julio (que ha llegado al kiosko a mediados de junio) de la revista deViajes, y una fotografía mía del Centro Niemeyer aparece en la portada.
Está claro que el Niemeyer es un lugar extremadamente fotogénico (en el kiosko hay otra revista de viajes que lo trae a portada este mes) que me ha permitido tomar una ingente cantidad de fotos. Fui tres días en distintos momentos del día, para tener diferentes luces. Incluso estando a la misma hora, las condiciones de luz pueden ser muy diferentes de un día a otro.
La foto de la portada está tomada colocando la cámara en el suelo para buscar un encuadre diferente, uno que hasta ese momento no había visto nunca en las fotos del Centro. Lo hago de vez en cuando, y para ello uso un nivel que pongo en la zapata del flash para poder nivelar el encuadre. 

jueves, 16 de junio de 2011

Segundo premio a la mejor fotografía del blog trip Asturias Ayer y Hoy

Centro Niemeyer, Avilés, Asturias. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Ya conté hace poco que viajé a Asturias invitado por la Sociedad Regional de Turismo (SRT) del Principado para participar en el Centro Niemeyer en un encuentro entre blogueros y empresarios del mundo del turismo y periodistas asturianos para tratar el tema de los blogs como medio de comunicación turística.
En la organización participó Nani Arenas, La viajera empedernida, que tuvo la debilidad de añadirme a un grupo formado por Avistu, Jordi Busqué, Paco Elvira, Javier Mazorra, Paco Nadal, Rafa Pérez, José Luis Sarralde y Anabel Vázquez.
Yo estaba un poco cohibido porque las cifras de este pequeño blog no se acercan ni de lejos a la de estos influenciadores, pero me apunté para que nadie dijera de mí que soy un cobarde. Bueno, sobre todo para aprender de colegas que me llevan mucha ventaja en este campo. Y para darme una vuelta por Asturias, que nunca está de más.
Después de la estancia en Avilés, un verdadero descubrimiento, fuimos a explorar el Parque Natural de Redes y el patrimonio minero del Nalón.
Resulta que la SRT tuvo a bien organizar un concurso entre nosotros al mejor post y a la mejor fotografía realizados sobre este viaje.
¡Y he ganado el segundo premio a la mejor fotografía! (con la que encabeza este post)
Ya sé que habrá quien diga que quedar segundo en un concurso en el que hay sólo nueve participantes (los posts y fotos de Nani no entraban en el juego) no es para tirar cohetes. Pero pensar eso es propio de mentes estrechas que no entienden que jugar en fotografía con Paco Elvira, Rafa Pérez o Jordi Busqué -entre otros- es ya un premio en sí.
Paco Elvira ha ganado el premio a la mejor fotografía, Paco Nadal el de mejor post (parece que los que se llaman Paco tienen ventaja genética para ser buenos blogueros), y Avistu el del segundo mejor post.
Creo que es interesante resaltar que la elección de los mejores post y las mejores fotos se realizó en dos fases. Primero hubo una votación abierta a todo el mundo en una página web creada al efecto en la que cualquiera podía votar por las fotos y los posts que más le gustaran. Luego un jurado profesional elegía entre los cinco post y las cinco fotos más votadas previamente.
Detalles técnicos de la fotografía: f/4.0, 2'5 segundos, ISO 200. Como soy un antiguo, la foto está hecha con trípode. Tengo que agradecer a Nani y Anabel la paciencia de posar y la gentileza de situarse donde les dije.
Durante el viaje hubo momentos de trabajo y de solaz, se habló de todo y yo me lo pasé muy bien y creo que aprendí mucho sobre este mundo indómito de los blogs.
También hubo momentos peculiares. No me resisto a mostrar una foto en la que se ve a Paco Nadal estableciendo contacto con una señora en Entrialgo.

Entrialgo, Asturias. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

La foto está abierta a diferentes interpretaciones. ¿Qué pensaba la señora en ese momento? ¿Tal vez pensó: "¡El mejor bloguero de España en mi huerto y yo con estos pelos!" o, quizás, "Este *xgrrrrr**ññón!!!! me está pisando las lechugas"? Se admiten apuestas. 

domingo, 5 de junio de 2011

La vida que muestra el patrimonio industrial asturiano

Castillete del pozo San Luis. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
La llegada de la industrialización, sobre todo de la siderurgia, al valle del Nalón, que es el fondo histórico sobre el que transcurre la acción de La aldea perdida de Armando Palacio Valdés, vino a mediados del siglo XIX de la mano del empresario riojano Pedro Duro, que estableció una gran industria en La Felguera, en el concejo de Langreo.
Después del proceso de reconversión industrial que vivió Asturias en los años de la década de los ochenta del siglo pasado -que supuso el cierre de numerosas empresas-, quedaron muchas estructuras en desuso. Algunas de ellas poco a poco se van utilizando para otros fines.


MUSI. La Felguera, Langreo. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
MUSI. La Felguera, Langreo. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
La Felguera, Langreo. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Una de las más interesantes es la que ahora ocupa el Museo de la Siderurgia, el MUSI, en La Felguera. El edificio principal está ubicado en una torre de refrigeración de 45 metros de altura. Allí se hace un repaso al proceso industrial de la siderurgia, pero una visita a este museo te pone delante de un proceso también vital, social, que generó un estilo de vida nuevo. Condiciones durísimas de trabajo, sindicalismo, concienciación proletaria, contaminación, cajas de socorro, viviendas baratas, accidentes terribles, asistencia médica a los trabajadores, escueles gratuitas para sus hijos, todo ello creó una sociedad nueva que no existía en estos valles asturianos.


MUSI. La Felguera, Langreo. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

MUSI. La Felguera, Langreo. Foto: Ángel M. Bermejo (c)


Para mí, el lugar más emotivo, donde se concentra la vida de estos mineros no es en las salas principales del MUSI, sino en una de las viviendas sociales (de las buenas, para empleados cualificados) que se puede visitar al lado. De repente se abre la puerta y entras en un pisito en el que vivió una familia. Los muebles pueden tener algo de decorado de Amar en tiempos revueltos, pero el espacio es el que es. Aquí hubo vida, la de la familia de un minero de La Felguera.

Pozo San Luis. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Hay otros lugares para seguir explorando el pasado industrial de esta cuenca minera. Por ejemplo, el Museo de la Minería y la Industria, el MUMI, en El Entrego. O, en el valle de Samuño, el pozo San Luis, con su castillete y su sala de máquinas. Algunas de estas máquinas, paradas desde hace años, tienen una intensa belleza mecánica.
En Ciaño, una parroquia de Langreo, se encuentra el pozo María Luisa, el de la canción Santa Bárbara bendita. No es una visita turística.


Helechos en el valle de Samuño. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
P.D. Felguera es un lugar donde crecen helechos. Así debió de ser el lugar.

viernes, 3 de junio de 2011

En busca de la aldea perdida



El Parque Natural de Redes ocupa la parte alta del valle del Nalón: bosques, prados, picos y pequeñas aldeas definen un paisaje hermoso por el que parece que no ha pasado el tiempo. La Asturias intacta.
Inicias el descenso hacia Langreo y la cuenca minera, y poco a poco vas abandonando la naturaleza y los pueblecitos. Hay una zona, alrededor de Entrialgo, en que todo empieza a cambiar: los pueblos se hacen más grandes, las casa se amontonan... En pocos kilómetros pasamos de la naturaleza pura a una naturaleza domesticada.








Hemos dejado atrás esos pueblos donde aún hay artesanos que tallan abarcas en madera o incluso señoras que todavía acuñan el queso casín, pequeños ejemplos de lo que el visitante puede considerar vida bucólica, allá en el campo. Ahora encontramos chigres en los que se escancia la sidra y se asan corderos y donde los parroquianos disfrutan de la bebida, la comida y la compañía. Empieza a aparecer el mundo moderno.
En Entrialgo la literatura nos muestra el paso de este mundo de apariencia arcaico y natural de arriba al mundo moderno e industrial de más abajo. Allí está la casa natal de Armando Palacio Valdés, el autor de La aldea perdida. Es una novela ya pasada de moda, pero que refleja -en un momento de la historia- el paso del mundo que todavía encontramos en las alturas al que veremos más abajo.
La aldea perdida se ambienta en esta zona, pero en los tiempos en que la industrialización amenaza con modificar el mundo que había existido casi intacto a lo largo de los siglos.









Fotos: Ángel M. Bermejo (c)

Con el libro como guía todavía podemos identificar muchos lugares descritos en sus páginas y que permanecen: la taberna de Martiñán, la iglesia donde ejerce don Prisco, el cementerio junto al tejo sagrado... En la casa natal del escritor hay un centro de interpretación sobre su vida y su obra.
El estilo de la novela no es el más apreciado por los lectores actuales, pero nos muestra un mundo, unos personajes que cambian. En este caso es un relato del fin de la inocencia. Y ésta ha sido siempre la materia de la que está hecha la literatura.

viernes, 27 de mayo de 2011

La luz verde del hayedo en primavera




Si el otro día, al hablar de Avilés, la gran sorpresa de Asturias,  me refería a las ideas preconcebidas como un lastre del que hay que despojarse a la hora de viajar (y de vivir), ahora puedo mencionar otro: los lugares comunes. Si te dicen “hayedo” y respondes “otoño”, estás cayendo en el tópico. Que seguro que está muy bien, nadie niega la belleza de un hayedo en otoño. Pero hay otras posibilidades de encontrar la belleza. Por ejemplo, la de un hayedo en primavera.
Y, eso mismo, ahora, se vive en los hayedos del Parque Natural de Redes, allí en lo alto de las montañas astures, Nalón arriba hasta que no se puede subir más.
En la subida pasas por Langreo (sobre su paisaje industrial hay mucho que decir), y sigues subiendo, y los pueblos se van haciendo más pequeños, y las casas más pequeñas y el aire más grande, hasta que ocupa todo el espacio entre las montañas. Que son puro verde.
Subí el otro día, bien de mañana, salí con mis compañeros de viaje desde la casa de aldea Los Riegos, en Belerda, hasta la collada Incós, para hacer una caminata por el monte. Y al bajar de los taxis que nos llevaron fue como si el aire hubiera  subido todavía más un punto en la escala de frescor.
¡Qué bien se está, en la primera hora de la mañana, en el monte, allá en lo alto de todo! “El viento matinal siempre sopla, el poema de la creación es ininterrumpido, pero pocos son los oídos que lo oyen. El Olimpo no es sino el exterior de la tierra en todas partes”, decía Henry David Thoreau. Y todo es más fácil en lo alto de la montaña, muy temprano, cuando el aire es limpio.
Allá por la collada Incós, entre las brañas y las majadas, un caballo parecía feliz en un gamonal. Más arriba, en los puros riscos, había rebecos. Hace años -me dijeron-, las peñas “negreaban de rebeco” con cabradas de 35 ó 40 ejemplares. El otro día la vista se perdía por las crestas, los bosques y las praderías.
Iniciamos el descenso, y llegó el momento en que nos adentramos en un hayedo. El hayedo en primavera. Y caminamos entre la luz verde del hayedo en primavera. Había llovido pocas horas antes, y todo -las hayas, los helechos, las piedras- irradiaba una luz brillante. El bosque mágico por el que caminamos con una sonrisa interior que, a veces, se reflejaba en la cara. 











Parque Natural Redes, Asturias. Todas las fotos: Ángel M. Bermejo (c)


lunes, 23 de mayo de 2011

Orson Welles estaría encantado en el Niemeyer

Avilés. Centro Niemeyer. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Las obras de arte no se miden por lo que son en sí mismas, sino por lo que representan para los demás. Por el impacto que producen. Por lo que suponen a aquél que se acerca a ellas. Por los sentimientos y pensamientos que despiertan. Por lo que generan en los demás, por eso nuevo que tienes después de un encuentro con esa obra y que no tenías antes. 
Tengo la impresión -por lo que voy leyendo en los blogs de los colegas con los que visité el centro Niemeyer de Avilés en nuestra reciente visita a Asturias- de que más de un calambrazo corrió por la espina dorsal de nosotros. Luego cada uno lo cuenta de una forma diferente. 
Aparte de la emoción estética que me produjo el Centro Niemeyer, me supuso una serie de asociaciones de ideas. Una de las presencias que me acompañaron desde que paseamos a la caída de la tarde y se encendieron las luces fue la película El tercer hombre, de Carol Reed. ¿La razón? Lógicamente los juegos de sombras que se producen en la Cúpula debido a la iluminación que tiene, que recuerdan continuamente a diferentes escenas de esa magistral película. 
Como pequeño homenaje no pude resistirme a grabar un pequeño vídeo: El tercer hombre en Avilés
Aviso: es supercutre, un alarde de técnica mugrienta acompañada por el ruido del viento y una banda sonora que salía de un teléfono móvil. Cada uno da lo que puede, y prometo esforzarme más en otra ocasión. Ficha técnica: protagonista, Rafa Pérez, el Fotógrafo Viajero; música, Anton Karas; dirección, cámara y demás, yo mismo. 
Al día siguiente al encuentro con empresarios turísticos y periodistas asturianos volvimos al centro a ver la exposición Luz, de Carlos Saura. Y entonces Orson Welles volvió a mí de forma natural con la serie de espejos.

Avilés. Centro Niemeyer. Foto: Ángel M. Bermejo
El recuerdo de una escena decisiva de La dama de Shangai era evidente.
Nota: no es mi intención compararme con los protagonistas...

viernes, 20 de mayo de 2011

Centro Niemeyer: sensaciones, pasiones, perspectivas




Como toda obra original, la de Oscar Niemeyer despierta pasiones. A favor o en contra, pero es difícil que deje indiferente. Ha sido así toda la vida. Y con el Centro Niemeyer de Avilés, en Asturias, no podía ser de otra manera.









Los cuatro edificios del Centro Niemeyer, con sus formas peculiares y su distribución del espacio, despiertan la imaginación. Hay quien ve medio huevo cocido en el Auditorio. Pero lo miras desde otro ángulo y parece una ola gigantesca. Este Auditorio tiene, al menos, dos detalles a destacar. Uno es que el escenario se puede abrir hacia el exterior, por lo que algunos espectáculos podrán seguirse desde la plaza por miles de espectadores. Y también hay que recordar que, siguiendo la máxima de democratizar el arte, no hay palcos ni lugares privilegiados en el patio de butacas.








La Torre tendrá próximamente un restaurante y un bar, con vistas al conjunto, la ría y el propio Avilés. Al verla, tengo la sensación de que la escalera es algo vivo que se descuelga de la parte superior y que lo que ves es un instante congelado de su movimiento.









La Cúpula es sobria y elegante por fuera, pura convexidad blanca y sencilla. Por dentro es un mundo oscuro, cóncavo, complejo a pesar de ser completamente diáfano. Es el espacio dedicado a exposiciones.








Hay un edificio polivalente que, junto a la Cúpula, tiene la forma que más me recuerda a otros edificios de Niemeyer en Brasil. Las cristaleras, según incida la luz, se pueden convertir en un gigantesco espejo.




Pero lo que más me gusta es lo que, en principio, parece que no es nada: la plaza. El espacio que se abre entre los edificios. Una marquesina ondulante conduce tus pasos de una lado a otro, y da gusto dejarse guiar. Estás al aire pero te sientes protegido. El techo encuadra el horizonte, que se abre y se cierra a cada paso. Y creo que dentro de poco van a ocurrir cosas importantes en la vida de los avilesinos en esta plaza blanca y luminosa.





Y no hay que olvidarse de los puentes que permiten llegar al Centro pasando por encima de vías de tren y brazos de la ría.





Todas las fotos: Centro Niemeyer, Avilés, Asturias. Ángel M. Bermejo (c)