miércoles, 14 de septiembre de 2011

The last roll of Kodachrome / El último carrete de Kodachrome

Cartel de la exposición The last roll of Kodachrome. Foto: Ángel M. Bermejo (c)


 ¿Qué tienen en común Robert de Niro, Amitabh Bachchan, Ara Güler y Elliott Erwitt?
Como la respuesta que busco no es que se trata de algunos de los actores y fotógrafos más importantes del mundo de las últimas décadas, plantearé la pregunta de otra forma.
¿Qué tienen en común Robert de Niro, un mago ambulante rabari, una señora que lee un sábado por la tarde en Washington Square y el cementerio de Parsons, Kansas?
Sí, tienen en común que todos aparecen en el último carrete de Kodachrome que se fabricó en el mundo.
Kodak es un nombre mítico en la historia de la fotografía. Fue la empresa que comercializó el primer rollo comercial de película transparente (en 1889), que inventó la película de 16 mm para el cine (en 1935) y, por supuesto, la que inventó la diapositiva Kodachrome (en 1936). Durante décadas fue la favorita de los reporteros debido a sus colores intensos y a la resistencia que mostraba ante condiciones de calor y humedad en cualquier lugar del mundo. Paul Simon le dedicó una canción en 1973.
Pero llegó la fotografía digital y la demanda cayó en picado. El 22 de junio de 2009, Kodak anunció que dejaba de fabricarla. Una historia de 74 años llegaba a su fin. El último laboratorio oficial que procesaba este tipo de película, Dwayne's Photo, se comprometía a hacerlo sólo hasta el 31 de diciembre de 2010.
El 14 de julio de 2010 le dieron el último carrete fabricado a Steve McCurry, uno de los fotógrafos más prestigiosos del mundo, miembro de la agencia Magnum y conocido por sus trabajos para National Geographic.
Y, cuando casi terminaba la historia de Kodachrome, empezó la historia del último carrete, la responsabilidad del fotógrafo de hacer algo importante con él. Para ello viajó muchos miles de kilómetros desde Nueva York a la India, a Estambul y de nuevo a Estados Unidos. Un fotógrafo que había disparado (supongo que en ocasiones alegremente) miles de carretes, se encontraba con que sólo podía apretar 36 veces el obturador.
He tenido ocasión de ver la exposición de estas fotografías este verano en Estambul, en el Istanbul Modern uno de los nuevos museos de esta ciudad fascinante. Un museo con colecciones y exposiciones espectaculares y en una ubicación espléndida. Dicen que es la primera vez que estas fotos se exponen en el mundo.
En estos tiempos de fotografía digital en los que puedes hacer mil fotos (disparar mil veces el obturador) en un solo día, resulta conmovedor recordar los tiempos en los que cada disparo contaba, cuando te ibas de viaje con cuatro carretes y sabías que tenías sólo 144 fotografías (a veces sonaba la flauta y salía la 37 en un carrete, pero era realmente inusual, sobre todo con Kodachrome). 
Recuerdo los viajes a América de 90 días con 90 carretes, la vuelta a casa, la tarea de meter cada rollo en un sobre que cerraba con una pestaña metálica, el paseo hasta el laboratorio que estaba al lado de la estación del Norte de Madrid, la espera de varios días, el paseo de vuelta al laboratorio y la emoción que se sentía al recibir la bolsa con todas las cajas amarillas. Esto último sonará a batallita del abuelo a los jóvenes, pero todo ello formaba parte del hecho de hacer fotos. Incluida la decepción por esa foto en la que se tenían tantas expectativas y que resultaba fallida.
Steve McCurry sólo perdió cinco de las 36 fotos que hizo con ese carrete, por lo que la exposición se compone de 31 fotografías. Hizo este trabajo con una Nikon F6 y con un objetivo 35 mm. f/2. La última fotografía la hizo en el cementerio de Parsons. Acabó el carrete y fue al laboratorio a entregarlo.
Se puede ver la serie completa de las fotografías aquí. Y un vídeo interesante en este otro enlace.
P.D. Steve McCurry no pudo resistir la tentación y se hizo un autorretrato; fue el disparo 32.


5 comentarios:

  1. Era un tiempo en que la fotografía se vivía sin prisas. Hoy en día, para la mayoría, sería una locura esperar dos o tres semanas a que llegaran los carretes revelados desde Estados Unidos o, más tarde, desde Suiza. Era, como dices, un momento mágico; abrir las cajas amarillas, poner las diapos en la mesa de luz... Y el editor gráfico (en esa época existían) era capaz de esperar todo ese tiempo a que le entregaras las fotos.

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  2. Es como una vieja canción. Genera un sentimiento solo al alcance de unos cuantos.

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  3. ¡Qué recuerdos! Con Kodacrhome se va una parte de nuestras vidas, ¿no? Por cierto, os dejo que tengo tres mil fotos que editar en menos de media hora en el Photoshop

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  4. ¿Como se plantearía a quien o a que sacaría las últimas 36 fotos del último carrete que salió al mercado de kodachrome? Era indudable que una por lo menos sería de el.

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  5. En esa época se pensaba mucho más al sacar una foto, pero también uno se permitía menos experimentos. Teniendo en cuenta todo yo me quedo con el digital sin dudarlo.

    Por cierto, sepa Vd. que yo llegué a sacar 40 fotos de un rollo gracias a que se me ocurrió cargar la película a oscuras!

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