lunes, 27 de agosto de 2012

Neil Armstrong, el héroe de nuestra vida

Nunca hubo un viajero tan heroico por realizar un viaje de tan pocos días. Una semanita y ya está. El tiempo necesario para llegar a la Luna, dar un pequeño paso para un hombre y volver. Pero por todo ello Neil Armstrong era el héroe, el gran viajero, el hombre capaz de todo. Incluso de llegar a otro  mundo.
Claro que siempre ha habido grandes exploradores, como Amundsen, Cook, Magallanes, Orellana... Pero con todos ellos mediaba la distancia del tiempo. Siempre nos resultaron lejanos. En cambio, Armstrong tenía una característica especial: estaba vivo. Y para los de mi generación tenía todavía otra cualidad suprema: era de la edad de nuestros padres. Con ellos formaba una cuadrilla de héroes especiales, únicos, irrepetibles.
Hace pocos años se fueron Edmundo Hillary y Tenzing Norqay, los únicos a los que les permitiría tratar de tú a Armstrong. Ahora sólo quedan Aldrin, que siempre arrastró el estigma de eterno segundón, y Collins, el pobre que se quedó dando vueltas mientras sus compañeros daban sus saltos por esa "magnífica desolación".
Cuando el módulo lunar con Armstrong y Aldrin alunizó yo tenía nueve años y seguí la escena por la radio y mirando a la luna con unos prismáticos. Siempre pensé que los veía. Me pareció que estaba asistiendo a algo extraordinario.
He estado dos veces en Washington D.C. Y en ambas ocasiones he ido directo al Museo del Aire y el Espacio a tocar el pedacito de piedra lunar y a quedarme un rato delante de la cápsula en la que Armstrong, Aldrin y Collins amenizaron en el Pacífico. Para admirar el valor de los que son capaces de lanzarse hacia lo desconocido, arriesgándose con tal de adentrarnos a todos un poco más en el plus ultra, en lo que hay más allá de lo sabido.
Ahora Neil Armstrong está explorando lo que hay más allá del más allá. Siempre adelante.


lunes, 20 de agosto de 2012

Revista Ronda en aviones de Iberia

Portada Ronda Iberia, agosto 1982

En agosto de 1982, hace 30 años, publiqué mi primer reportaje en la revista Ronda Iberia: Athos: viaje a la montaña sagrada (Grecia). Ahora, en agosto de 2012 aparece otro reportaje: Los volcanes que cantó Rubén Darío (Nicaragua), en este caso en compañía de las fotos de Carma Casulá.

Comienzo reportaje Monte Athos. Portada Ronda Iberia, agosto 1982
Ronda Iberia es la revista que encuentran los viajeros que vuelan en Iberia. Y en estos años han aparecido decenas y decenas de reportajes míos en sus páginas, a veces texto y fotos pero en ocasiones sólo texto, y alguna rara vez sólo fotos.  
Este viaje de tres décadas entre Grecia y Nicaragua ha tenido sus subidas y bajadas y sus desvíos. Creo que Ronda Iberia es la única revista en la que he publicado temas de todos los continentes, desde el río Níger (Mali) a la Península Antártica pasando por Brasilia, las sombrillas tailandesas o los parques nacionales del norte de Suecia. Algunos temas han sido poco originales —Roma, Estambul, Oaxaca— pero también he tenido ocasión de colaborar con destinos y temas menos habituales, como los buscadores de oro de la Amazonia, los petroglifos de Toro Muerto (Perú) o la cultura tradicional sabanera (Costa Rica). América ha sido el continente en el que he recalado más veces dentro de estas páginas, lo que no es de extrañar dados los destinos de Iberia
A primera vista puede parecer que he progresado poco en este tiempo, ya que estoy donde estaba hace 30 años. Pero es lo que tiene haber alcanzado tan pronto la —según Gabriel García Márquez— categoría máxima del periodismo, la de reportero. De ahí no puedes subir.
En estos años he tratado con diferentes personas en la redacción de la revista, aunque relativamente muy pocas dado el amplio espacio de tiempo transcurrido. Aunque ha habido muchos más no quiero dejar de mencionar a Laureano, Manuel, Alfonso y José María, que en diferentes momentos han confiado en mí. Un abrazo a todos y muchas gracias. Seguimos en la brecha.

jueves, 9 de agosto de 2012

La increíble historia de las botellas de champán más antiguas del mundo

Mapa de las islas Aland donde se marca el punto donde naufragó la Goleta del Champán. Museo de Aland, Mariehamn. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
         La chincheta azul que está clavada en el mapa (abajo, en el centro) de la foto marca el lugar donde ocurrió todo.

         Éste es el comienzo de la historia:

         A mediados del siglo XIX, una goleta cargada de exquisitos productos comerciales inició uno más de sus viajes. No sabemos la fecha exacta del viaje, de qué puerto partió ni cuál era su destino. Sólo sabemos que naufragó en las frías aguas del golfo de Botnia, en el mar Báltico, al sur de las islas Aland.

         Y pasó el tiempo...

         En el verano de 2010, un grupo de submarinistas localizó un pecio. El sonar les indicaba que un barco estaba hundido a unos 50 metros de profundidad. Supongo que es la ilusión de los buceadores: descender y encontrar una goleta de dos mástiles, posada en el fondo del mar desde hace siglos.

         Y así lo hicieron. Nadaron alrededor del barco y vieron que todavía tenía intacta su cocina de ladrillo y muchos otros objetos desperdigados sobre la cubierta. La popa estaba destrozada y pudieron observar el interior.

         Allí estaba el cargamento: botellas de champán.

         Como no se conoce el nombre del barco, se le ha dado en llamar Champagnegaleasen, Champagne Schooner o Gölette aux Champagnes. Es decir, la Goleta del Champán.

Botellas de la Goleta del Champán en el Museo de Aland, Mariehamn. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
        Lo extraordinario del hallazgo es que buena parte de las botellas encontradas conservan el champán en perfectas condiciones gracias a los peculiaridades del lugar donde han reposado durante muchas décadas: la baja salinidad y temperatura del Báltico unidas a la oscuridad y la presión que existe a esa profundidad, todo se ha combinado para reproducir de manera natural las características de una bodega. Evidentemente, la buena calidad del champán también ha contribuido a su conservación. De las 162 botellas que fueron salvadas del barco 145 son de champán, y de ellas 79 botellas conservan perfectamente sus cualidades. El experto Richard Juhlin cató y escribió una nota describiendo las características de cada botella aprovechando el proceso de cambiarles el corcho para asegurar su contenido.
         La tarea de identificar y datar las botellas es una investigación en toda regla. Teniendo en cuenta que no hay documentación alguna sobre el barco y el cargamento, los investigadores han tenido que partir de las propias botellas.

         Lo primero fue identificar las bodegas de las que provenían. Ésta tarea no es la más difícil, ya que todas marcan los corchos desde hace mucho tiempo. Así se pudo averiguar que las botellas rescatadas provenían de tres casas diferentes: Juglar, Veuve Clicquot y Heidsieck & Co.

         La fecha es un poco más complicada de precisar.

         Afortunadamente, los archivos de Veuve Clicquot son una mina de información. Hay un documento de mayo de 1841 en que se registra el nuevo sistema de marca, que corresponde al que muestran las botellas de la Goleta. Es decir, que ese champán no fue embotellado antes de esa fecha.

         En algunas botellas había restos de cuerdas que sujetaban los corchos. Es decir, que las botellas son anteriores a la introducción de las mordazas de alambre, las que se usan todavía. Esta forma de sujeción se desarrolló en 1844 y estaba completamente extendida en 1850. 

         El que el champán sea de la quinta década del siglo XIX significa varias cosas:

         -es anterior a la filoxera

         -en el caso de Veuve Cliquot, ese champán fue embotellado por la misma señora viuda de Cliquot.

         -pueden ser las botellas de champán más antiguas que se conservan (depende del año exacto, que se desconoce).

         -beberlas es (supongo) tener una experiencia inigualable, extraña, irrepetible. Degustar un testimonio semejante de hace 170 años es algo excitante.

         Porque pueden comprarse y beberse. En el año 2011 se subastaron dos botellas, y este año salieron once a subasta en París.

         Una de las del 2011 se vendió por 30.000 euros.

         Los beneficios van a un fondo para la conservación de los fondos marinos de las islas Aland.

P.D. Como no se sabe la fecha exacta de las botellas y las posibilidades se mueven en una horquilla de unos pocos años, es posible que sean las más antiguas del mundo. O que no lo sean. Pero claro, no iba a permitir que la verdad me arruinara el titular.