miércoles, 2 de octubre de 2013

Oriente de Asturias: la sierra





          A la espalda de Llanes apenas hay llano. Esto no es un juego de palabras, es que la sierra surge enseguida y aquí, en el oriente de Asturias, en un suspiro se pasa del mar a la montaña. La sierra de Cuera es el telón de fondo de esta villa marinera, lo que permite cambiar de aires con una facilidad pasmosa. Así, en cuanto me alejé de la costa muy pocos kilómetros ya me sentí en un espacio diferente.




            Al pie de la sierra de Cuera, justo allí donde no sabría decir si todavía estaba cerca del mar o si ya había empezado a subir la montaña, hay un lugar para buscar la memoria de esta comarca: el Museo Etnográfico del Oriente de Asturias. Está en el barrio de Llacín, en el pueblo de Porrúa, en el concejo de Llanes. Es uno de esos museos modestos, de los que no tienen obras de arte, pero que cada vez me gustan más porque hablan de vida, de formas de vida, de historias mínimas, de historias de todos los días que se han desarrollado a lo largo de los siglos: hay una finca, unas casas, un hórreo, prados, nogales, manzanos, fresnos… La casa es un edificio que ha ido creciendo con el tiempo —entre los siglos XVIII y XIX— formando dos hileras paralelas.




            Entré y fue como dar un salto al pasado. Me pareció que podía asomarme a la vida que se desarrolló aquí, entre estas paredes, en esta cocina, en estos cuartos, en este lagar, en este almacén. La vida que se desarrollaba en estos campos, en unas determinadas condiciones. 



            Aprendí por qué las paredes que dan al oeste son ciegas (de allí viene el viento y la lluvia) o que los corredores existen desde hace pocos siglos (desde que hay maíz que secar). Y que los hórreos son considerados bienes muebles (se pueden desarmar, trasladar y volver a armar en otra finca) dependiendo de ventas, particiones de tierras, etc. Al lado de esta Casa de Llacín hay un inmenso aguacatero, plantado hace más de cien años con una pepita traída de México. Algo muy propio de una tierra de indianos.




            Una carretera se adentra en lo profundo de la sierra de Cuera. La tomé y en dos pasos ya estaba de verdad en la montaña: la línea horizontal desaparece al instante y todo son cuestas de vértigo, roquedales calizos, bosques oscuros y un río que culebrea al fondo. Imagino que en estos prados el único partido de fútbol que se jugó terminó a los dos minutos por abandono del recogepelotas que veía adónde tenían que bajar para recuperar el balón.




            Hay historias que te cuentan en estas alturas que no son amables. Recuerdos de la Guerra Civil, de bombardeos. En El Mazucu, en cuya ermita la campana está hecha con un obús que no explotó, oí una frase que nunca había oído: “Aquí la Guerra acabó en 1937”. Y es verdad. La posguerra fue otra cosa. También me hablaron de lobos y que la cosa está tranquila en los últimos años. Ahí están contentos, aunque dejarán de estarlo en cuanto los vuelvan a sentirlos cerca.




            Justo en El Mazucu hay un collado y la carretera empieza a bajar por la otra ladera. Enseguida se llega a Caldueñín. Desde este pueblo fui caminando hasta una cueva que aparece a pocos metros y en el camino pasé al lado de un corzo, que se alejó con pocas prisas. De esta cueva sale el río Navalcabrero, y me dijeron que este río nace en la otra vertiente pero se pierde en una cueva, La Aguañaz, cerca de El Mazucu, para atravesar quién sabe que laberintos en la montaña hasta surgir de nuevo. En esta cueva se escondían los paisanos con su ganado durante la guerra. Agua no les faltaba. De lo demás, casi todo.




            Estas tierras, estos bosques, estas montañas, están pobladas de personajes que no existen. O tal vez sí, quién sabe. Trasgos, cuélebres, xanas y tantos otros seres que nos hablan de la relación de los campesinos con el mundo. En el valle de Ardisana, al pie del monte Hibeo, está el Camín Encantáu, un itinerario que nos descubre esta forma de tradicional de pensamiento en la que se personifica a la naturaleza —a los bosques, a la lluvia, a los relámpagos— y permite una relación con ella. Esta ruta circular de nueve kilómetros nos lleva por el campo, por senderos entre el bosque, descubriendo personajes de la mitología asturiana. Que no existen. O tal vez sí, quién sabe.




            La carretera se adentra en la sierra, la atraviesa y se llega a la vertiente sur de Cuera. Este valle de Cueto de Abajo separa la sierra de los Picos de Europa. Quiero adentrarme en esas alturas poco a poco, y lo mejor es terminar este día en Asiegu, una aldea colgada de la sierra de Cuera y desde donde se tiene uno de las mejores vistas de Picos. Allí lejos se distingue el Urriellu, el Naranjo de Bulnes, la montaña mítica.




            Asiegu es un lugar a tener en cuenta. Entre otras cosas porque allí se puede seguir la Rutal’Quesu y la Sidra, un proyecto que permite conocer la vida de las comunidades que han vivido en estos montes desde hace siglos. Al seguirla te explican cómo se explotan los prados comunales de los puertos, cómo se hace el queso de Cabrales, cómo se elabora la sidra… La vida tradicional, que no es otra cosa que aprovechar lo que existe y permitir que siga existiendo. Adaptándose al medio.




            La tarde se escurre tomando unos culines de sidra en el chigre de Asiegu, y la conversación salta de tema en tema. Se habla de manzanas y de cabras, de sidra y de queso, claro, pero también de otras cosas. De vivir la tierra, de aprovechar lo que nos protegieron nuestros mayores, de las nuevas tecnologías. Y de los celiacos. Hay que saber que aquí, en esta aldea colgada de las laderas de la sierra de Cuera, está el primer restaurante de España en el que absolutamente toda la carta es apta para celiacos. Esta sidrería, que parece anclada en el tiempo, está a la vanguardia en cosas importantes.


            P.D. Dos alojamientos en la zona: Arredondo, una casona del siglo XVIII perfectamente rehabilitada en una finca en mitad del campo. Está en Celorio, a 10 minutos en coche de Llanes. Cuando te imaginas una casona asturiana puede que, sin saberlo, est, a 10 minutos en coche de Llanes. riana puede que, sin saberlo, estuna finca en mitad del campo. erentes marcas con diferenés pensando en algo parecido a este hotel rural. Es de esos sitios en los que de repente te dan ganas de coger un libro, arrellanarte en un sillón y olvidarte del resto del mundo. Muy diferente es Casa de la Montaña, en Avín, un alojamiento que empezó hace muchos años como albergue y ha ido evolucionando con el tiempo hasta alcanzar su carácter especial. Aquí, como hables un rato con Tato, acabas con mil ideas de excursiones, caminatas, exploraciones y descubrimientos. Conoce a todo el mundo de la zona y cada camino que la atraviesa. Si quieres un guía de la comarca ya lo has encontrado.


3 comentarios:

  1. ¡Qué lugar tan interesante! Me gustaría visitarlo algún día. Todas las fotos de los lugares se ven increíblemente bien. Me gustó en particular la foto de las grutas, y la historia del río que pasa por allí, es fascinante.

    Un saludo.

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  2. me encanta muy lindo el lugar.

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  3. Asturias lugar hermoso si los ahí, son increibles esas fotos espero poder recorrerlo pronto, recomiendo esta opción www.bestday.com.ar con excelentes opciones para viajar.

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