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jueves, 13 de enero de 2011

Borneo VI: La vida sexual de los orangutanes o el peligro que tiene Julia Roberts



Unos cuantos mensajes privados me han indicado que lo que he contado de los orangutanes es muy interesante, pero que lo que de verdad quieren saber es cómo se lo montan. Que qué puedo contar de la vida sexual de los orangutanes.

Evidentemente no soy un experto en zoología ni en etología -ni en ninguna otra cosa-, pero por lo que vi la vida sexual de los orangutanes puede describirse en pocas palabras como un no parar. Tal vez fuera sábado.

Según cuentan los expertos, los machos dominantes intentan acaparar a las hembras, dejando a los machos jóvenes en permanente estado de desesperación. Todas las hembras -jóvenes, maduras- parecen estar a disposición del macho dominante. Éste viene a pesar el doble que un macho joven o el triple que una hembra, así que conviene no llevarle la contraria, ni en asuntos de sexo ni de comida. Él manda, es así la cosa, y los demás se aguantan. Pero no por ello los machos se conforman ni las hembras rechazan sistemáticamente a los otros machos, aunque sí los eligen con cuidado (en la medida de lo posible). Éstos se acercan sobre todo a las hembras jóvenes, las que pueden ofrecer menos resistencia.

Como ya dije, en el Parque Nacional Tanjung Puting se ofrece comida a los orangutanes todos los días. Hay una plataforma donde los cuidadores dejan la fruta, y al poco rato empiezan a aparecer los orangutanes. Varios de ellos pueden comer a la vez, pero, ay amigo, cuando se siente la presencia del jefe todos agarran una piña o un plátano y salen pitando.

Pues eso, que llegó el jefe y todos se alejaron prudencialmente. Salvo una hembra madura, que se sentía segura y siguió comiendo allí al lado. Me acordé de Le gorille, la canción de Georges Brassens:

"Bah! soupirait la centenaire,

Qu'on puisse encore me désirer,

Ce serait extraordinaire,

Et, pour tout dire, inespéré!"

Pues eso, que sería todo lo inesperado que se quiera pero después de ponerse hasta arriba de fruta fresca y jugosa el jefe debió de pensar que se quería echar la siesta así que la agarró del brazo, la tumbó sobre las tablas de la plataforma y, en la postura comúnmente conocida como del misionero, se acopló con ella ante los ojos abiertos como platos y las bocas abiertas como otros platos (aunque éstas estaban tapadas por las manos) de los que en ese momento esperábamos ver una escena de unos simios comiendo fruta plácidamente.

Nadie, sobre todo las espectadoras, se movió ni lo más mínimo. Esto que digo no es ninguna tontería. La misma Biruté Galdikas cuenta en su libro Reflections of Eden (página 294) que un orangután violó a su cocinera. En el número de mayo de 1998 de la prestigiosa revista Outside se recuerda el hecho en un artículo sobre la investigadora.

También es famoso el caso de Julia Roberts, que grabó un documental sobre los orangutanes y despertó el interés de un macho. Hizo falta que acudieran varias personas para librarla del afectuoso abrazo del simio, que probablemente hubiera querido llegar a mayores. Seguro que si el orangután hubiera violado a Julia Roberts la noticia hubiera sido mucho más publicitada que el caso de la pobre cocinera.

En cualquier caso hay que decir que estos comportamientos -la relación sexual entre orangutanes y humanos- sólo ocurre con los orangutanes que han sido criados en los “orfanatos”, no con los que viven en la naturaleza sin contacto con los humanos.

Puedo añadir que cuando estábamos en la estación científica yo vi cómo un orangután jovenzuelo se acercaba a una visitante que estaba sentada en un tronco e intentaba copular con ella introduciendo el pene entre la planta del pie y la suela de la sandalia de la chica. Le faltaba aprendizaje. Eso lo he visto yo con mis ojazos.

La tensión sexual era palpable en el ambiente. Véase por ejemplo el caso de la hembra de la foto, y obsérvese la posturita de la misma (en lo que se refiere a apertura de las piernas). Eso lo debió de detectar un macho hambriento que apareció por detrás -y por debajo-, se acercó a ella y empezó a practicar lo que finamente se conoce como cunnilingus. Ella lo miró displicentemente y, para librarse de él con poco esfuerzo, se orinó en su cara. El chico no estaba para desperdiciar ocasiones ni amilanarse ante el primer obstáculo así que con un dedo tapó el meato urinario de la hembra y siguió a lo suyo. No lo debía de hacer mal, porque le dejó hacer. Eso lo he visto yo con mis ojazos.

miércoles, 12 de enero de 2011

Borneo V: Con los orangutanes en la selva




Sin embargo, el viaje más memorable que se puede hacer en el sur de Borneo es el que lleva al Parque Nacional Tanjung Puting, tal vez el mejor lugar del mundo para observar a los orangutanes en su medio natural. Es uno de los pocos lugares protegidos de Borneo, y sus bosques tropicales y marismas se han convertido en un refugio para numerosas especies en peligro de extinción.

En los últimos años se ha hecho mucha publicidad de los trabajos de Jane Goodall con los chimpancés de Tanzania y de Dian Fossey con los gorilas de montaña de Ruanda y Congo. Ambas mujeres empezaron a trabajar impulsadas por Louis Leakey, un paleontólogo que dedicó su vida a buscar las claves del origen del ser humano. Pero lo que no es tan conocido es que también motivó a una tercera mujer a llevar un estudio semejante con los orangutanes de Borneo. Así Biruté Galdikas inició en Tanjung Puting, en 1971 un trabajo sobre los orangutanes que se ha convertido en el estudio más largo realizado jamás en la historia de la ciencia por un investigador importante sobre cualquier animal salvaje.

De estos tres grandes simios, los orangutanes son los más diferentes del ser humano, ya que sólo compartimos el 96% del ADN. Hay muchos aspectos en los que somos exactamente iguales: las crías son completamente dependientes de la madre durante un largo periodo de tiempo, en el que realiza un proceso de aprendizaje. Los orangutanes son una especie protegida pero existe un mercado negro en el que se pagan grandes cantidades por las crías, y la manera más sencilla que tienen los cazadores furtivos de conseguirlas es matando a la madre. Las crías, en el caso de ser recuperadas por las autoridades, necesitan aprender a vivir en el bosque. Este problema impulsó a Galdikas a crear en Tanjung Puting un centro de rehabilitación para reintroducir en el bosque a los orangutanes que han permanecido en cautividad. Una visita a este centro, en el que se protege a los huérfanos y en los que se ofrece también comida a los orangutanes que ya viven en el bosque, permite observar fácilmente al gran simio asiático.

Así que después de unas peripecias en avión y auto-stop llegué a Kumai, en el sur de Borneo, donde tienen contraté un klotok, uno de los barcos en los que se navega para llegar al parque y recorrer sus canales. En estos barcos también se come y se duerme durante toda la estancia en el parque. Primero hay que cruzar el río Kumai, ancho y poderoso, antes de adentrarse por el río Sekonyer en busca de los orangutanes. Éste es mucho más estrecho, y ahora se navega por sus aguas oscuras entre árboles altos.

A primeras horas de la mañana y a las últimas de la tarde se siente un bullicio en el bosque, aunque es difícil ver a los animales escondidos en las copas de los árboles. Sí se ven, en cambio, al martín pescador, a la cigüeña o al búcero de largo pico posados sobre ramas o volando sobre las aguas. En ocasiones se pueden ver las acrobacias de un grupo de monos narigudos -que sólo viven en las junglas de Borneo- o de ágiles gibones al saltar de árbol en árbol. Es fácil sentirse en un lugar especial.

En el parque hay varios lugares que se pueden visitar y en los que es muy fácil ver a los orangutanes. El primer contacto con uno de ellos es una experiencia inolvidable. Hay tanto de humano en ellos, en su mirada, en su comportamiento, en la manera en que una madre cuida a su cría, que es difícil no establecer un lazo afectivo con ellos. Los más jóvenes juegan entre ellos sin parar. Entre los orangutanes también hay adolescentes descarriados y bromistas, que no paran de hacer travesuras.

Dos veces al día los trabajadores del parque preparan la comida de los orangutanes. Hay una plataforma preparada al efecto en medio del bosque, y éste es el mejor momento para ver al mayor número de animales. Aquí acuden los huérfanos que han sido rescatados recientemente y todavía no saben buscar el alimento por si mismos, pero también otros orangutanes que viven en el bosque. La razón es que estos animales salvajes no encuentran suficiente alimento por sí mismos. Poco a poco ha ido disminuyendo su hábitat por las talas de árboles y la contaminación de los pueblos cercanos y los campamentos de buscadores de oro. No les queda más remedio que mendigar la comida.

Llegan al merendero las hembras jóvenes con sus crías y las viejas solitarias, los machos revoltosos que andan al acecho de alguna hembra receptiva, y todos comparten la fruta y la leche que han dejado los guardianes del parque. De repente, un ruido les avisa de la llegada del macho dominante, y se apartan discretamente para dejarle comer a sus anchas. Es realmente grande, un macho en la plenitud de su fuerza y vigor. Es el nuevo rey, que arrebató recientemente el territorio al anterior.

Una regla en las visitas a este parque nacional es que no se debe tocar a los orangutanes. Pero ¿qué ocurre si son ellos los que te cogen de la mano y te acompañan al caminar? ¿y si se abrazan a tus piernas? Los propios cuidadores reconocen que en ese caso es imposible luchar contra esa espontaneidad de los orangutanes y la alegría de los visitantes, que se enfrentan a una de las experiencias más memorables de su vida: el contacto con uno de los grandes simios en la selva tropical.

Además de observar orangutanes, este parque es un buen lugar para descubrir el bosque tropical, un mundo desconocido, con árboles que se defienden de los parásitos segregando una goma venenosa, hormigas de dos centímetros de largo, gibones que saltan frenéticamente de una rama a la otra y bandadas de mariposas de alas transparentes.

Por la tarde hay que volver al klotok y salir del parque para pasar la noche. Basta con amarrar en la orilla opuesta del río Sekonyer para cumplir con ese requisito. Es el momento de refrescarse con unos cubos de agua sacados desde la cubierta del barco ya que no es posible nadar en el río. Todos recuerdan que hace unos diez años un visitante que se bañaba en una poza murió al ser atacado por un cocodrilo. Cae la noche tropical, que se llena de luces, con las luciérnagas del bosque y las estrellas que se reflejan en el río. Se oyen los murmullos de la selva y, de vez en cuando, el rugido de un macho adulto de orangután que avisa al mundo de su presencia.

martes, 11 de enero de 2011

Borneo IV: ¿Cuánto cuesta una esposa?


La última noche que pasé en una casa comunal había bastante animación. Se celebraba una boda, así que había mucha gente, comida abundante, algo de bebida y caras alegres. Me invitaron a comer.

Cuando terminó la cena empezó una animada discusión entre algunas personas. El caso es que a medida que pasaba el tiempo la animada tertulia se iba convirtiendo en lo que se podría definir como una agria discusión. No hacía falta saber ningún idioma para darse cuenta de que había algo que no iba bien.

El guía me resumió la situación: no se ponían de acuerdo en el precio de la dote. ¡Resulta que habíamos estado deleitándonos con el banquete de una boda que todavía no se había celebrado! Y la cosa tenía muy muy muy mala pinta.

Estuvieron negociando una media hora más. El resultado fue desastroso: no había acuerdo. Pedí un nuevo resumen de la situación: la diferencia entre lo que se pedía y lo que se ofrecía era de 150.000 rupias. Mucha pasta, me dijo el guía.

Hice un cálculo rápido. ¡La boda se iba al traste por 12 euros!

Y había muy malas caras. La situación podía degenerar en cualquier momento. ¡Ah, el amok! ¿Y si les daba un ataque de amok, tan corriente en estas tierras?

Por otra parte, me planteaba qué hacer. ¿Dejaba que la situación se desarrollara como si yo no estuviera presente, no interfiriendo de manera alguna, como si fuera un antropólogo inocente e invisible que no modifica la sociedad que observa? ¿O, por el contrario, aportaba 12 miserables euros a la dote y solucionaba un marrón?

Miraba a los novios compungidos y estaba sacando la cartera cuando, de repente, en un momento, se solucionó todo. Habían llegado a un acuerdo. La familia del novio subía la dote. Todos felices.


P.D. La chica de la foto es la hija del señor a cuyo cargo estaba en el pueblo. En cuanto alcanzó la pubertad fue entregada en matrimonio a un joven de la zona que -dado que ésta era la chica más guapa del pueblo- ofreció una sustanciosa dote. ¿Qué hizo el padre (probablemente viudo) con tanto dinero? Pues lo usó para pagar la dote y casarse en segundas nupcias con una chica que podía ser su hija. Ambos, el padre y la hija, vivían juntos con sus respectivos cónyuges en una habitación de dos por tres metros (dos camastros de un metro de ancho y un espacio de otro metro en medio) que daba al patio. Yo elegí dormir en el patio de la casa comunal a pesar de que volvió a animarse el sarao tras el acuerdo matrimonial.

lunes, 10 de enero de 2011

Borneo III: Con los (antiguos) cazadores de cabezas


No muy lejos de Negara se encuentran las montañas de Kalsel, en las que habitan los dayak bukit en sus pueblos tradicionales. Antes de salir de Banjarmasin había arreglado un encuentro con un guía para recorrer a pie con él esta zona y visitar las aldeas locales. De modo que en el día acordado fui al pueblo en el que tenía la cita y esperé en el hotel la llegada del guía.

Así empezó una excursión de cinco días por estas montañas. Caminábamos durante el día y por la tarde llegábamos a una aldea, donde pasábamos el final de la tarde descansando y observando la vida local. Siguiendo un consejo que me dieron en Banjarmasin llevaba una cantidad desmesurada de paquetes de cigarrillos para hacerme amigo de todo el mundo. Es lo que quieren del mundo exterior.

Al llegar el guía hablaba con el jefe de la aldea, que nos asignaba una familia para atendernos. Los dayak bukit mantienen todavía la costumbre de vivir en casas comunales, que a diferencia de otras regiones de Borneo no son alargadas, sino cuadradas. Son grandes estructuras construidas alrededor de un patio interior cubierto al que dan las habitaciones y en el que se desarrolla la vida diaria. Afortunadamente ya no mantienen la peculiar costumbre de cortar las cabezas de los enemigos previamente liquidados, algo muy habitual en otros tiempos en estas tierras.

El guía se había ocupado de conseguirme una colchoneta, pera ésta resultó ser de esas de medio centímetro de grosor, por lo que pasé cinco noches durmiendo prácticamente en el duro suelo de los patios centrales de las casas comunales.

En esos días conocí cazadores y comerciantes de canela, comí lo que podía y vi búceros de grandes picos volando bajo las copas de los árboles. También cumplí con ese deseo infantil de ir por la selva, tener sed y, como quien no quiere la cosa, cortar una liana con un machete y beber directamente -como de un botijo- el agua que se vierte.


viernes, 7 de enero de 2011

Borneo II: El viaje en barco



Llegó el momento de continuar el camino, y un viaje en barco se ofrecía como una buena posibilidad. La verdad es que Banjarmasin es una de las principales puertas de acceso al interior de Borneo, una tierra de ríos poderosos y extensos bosques en la que todavía hay pueblos que viven completamente alejados del mundo exterior. Es una de las islas más grandes y misteriosas del planeta, con montañas que sobrepasan los 4.000 metros de altura. Los ríos, como el Kapuas y el Mahakan, han sido históricamente las vías de penetración en el interior.

Sus selvas espesas -que cada vez lo son menos por la tala indiscriminada de árboles- son, junto a las de Sumatra, el último reducto de los orangutanes. En la oscuridad del bosque florece la rafflesia, la flor más grande del mundo, que puede pesar ocho kilos y medir un metro de diámetro. Los habitantes del interior de Borneo son conocidos como dayaks, aunque también les llaman "cazadores de cabezas" por una antigua costumbre hoy prácticamente abandonada.

Uf, vaya panorama a la hora de plantearse el camino a seguir. El problema no es encontrar un lugar que te interese sino elegir entre los mil que te llaman la atención. Mientras me decido voy por carretera a Martapura, donde se tallan y venden los diamantes que se obtienen en la zona de Cempaka.

Pero, a la hora de salir de Banjarmasin de verdad me voy al puerto y salto a un barco que esa tarde navega aguas arriba por el río Barito y que luego se desvía hasta llegar a Negara. Es una de las mejores maneras de adentrarse, aunque sea someramente, en el interior de Borneo. Quiero ver a unos personajes de los que alguna vez oí hablar: los pastores de esta zona pantanosa, que se mueven en piragua para pastorear a los búfalos.

El viaje en barco estará para siempre grabado en mi memoria: la cocina al aire libre, a popa, junto a la salida de humos del motor; los videos a todo volumen durante toda la noche. Pero también un atardecer sublime encaramado sentado en lo alto de la cabina, con toda la isla de Borneo recogiéndose a mi alrededor.

En Negara estuve en casa de una familia que me invitó con la misma naturalidad con la que aquí se dice la hora a un desconocido en la calle.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

Borneo I: Mercado flotante de Banjarmasin


Todavía no ha aparecido el sol sobre el horizonte y el mercado flotante de Banjarmasin ya se encuentra en pleno funcionamiento. Las aguas del río Barito se llenan de barcas cargadas hasta los topes con mercancías variadas, sobre todo alimentos frescos, pero también de menaje y enseres, y las transacciones comerciales se desarrollan entre los pasajeros de distintas embarcaciones.

Hay grandes barcazas cargadas de frutas y verduras, recién llegadas después de un viaje de toda la noche desde algún punto del interior de Borneo, entre las que pululan las piraguas manejadas con mano diestra por mujeres tocadas con anchos sombreros de fibras trenzadas. Ellas compran a las barcazas las mercancías que luego revenderán a lo largo del día por los canales del río Martapura, que todavía son una de las principales vías de tráfico en la parte antigua de Banjarmasin.

También hay otras barcas que en realidad son pequeños bares en los que un hombre, en equilibrio inestable, prepara sin descanso humeantes vasos de café y té, que los parroquianos con prisas enfrían añadiendo un poco de agua del río.

Comienza un nuevo día en Banjarmasin, justo donde el Martapura, quebrado en mil canales, desemboca en el Barito. El mar de Java queda a poco más de 20 kilómetros de distancia, pero los canales, las aguas anchas del río y el puerto poblado de los majestuosos barcos de los bugis, los llamados "gitanos del mar", dan un aire marino a esta ciudad, la más importante del sur de Borneo.

Si se siguiera a alguna de las mujeres que han hecho una gran compra de fruta y verdura en el mercado flotante se la podría ver remando por los canales de Banjarmasin, vendiendo su mercancía de casa en casa.

Yo me quedo en mi canoa, pegada a la barca-cafetería, esperando a que se enfríe el té.