Ubirr es uno de los centros de arte rupestre más conocidos de Kakadu. Además, ahí al lado hay un albergue, así que no lo dudé y alquilé una cama. Era un lugar sin lujos pero resultaba estupendo quedarse en la zona cuando todo el mundo se iba a sus confortables y lejanos alojamientos, dejando uno de los mejores museos de arte rupestre del mundo a disposición de tres o cuatro gatos.
En ese albergue había unos cuantos libros que se podían leer a voluntad. Una noche agarré uno y me puse a leer historias sobre los aborígenes.
Algunos conceptos ya están explicados en esta larga serie sobre Australia, así que abreviaré la historia:
Resulta que los antropólogos estudiaban la cultura aborigen del norte de Australia, y es bien sabido que los lugares de Ensueño se materializan en accidentes geográficos relevantes: peñascos, precipicios, rocas, lo que sea.
El problema estaba en que había unos aborígenes que describían lugares de Ensueño donde sólo está el mar.
Estaba claro que la larga tradición oral de cientos o miles de años había patinado en algún momento y se equivocaban, señalando la existencia de lugares de Ensueño donde no había nada.
Hasta que llegó un investigador y decidió creerlos. Y se fue a buscar una universidad en la que se investigaran los fondos marinos del norte de Australia. Buscó mapas del fondo de los mares, y lo que encontró fue realmente sorprendente.
Los lugares de Ensueño que describían los aborígenes desnudos de cultura prehistórica coincidían con lo que describían los mapas más modernos de los fondos marinos.
Lo que había sido cubierto por el océano al subir el nivel del mar tras el final de la última glaciación, lo que no había visto ningún ser vivo en los últimos miles de años, permanecía descrito mediante una tradición oral transmitida de padres a hijos: los valles, las montañas, por los que habían transitado los antecesores de los aborígenes australianos cuando pasaron de lo que ahora es Asia a lo que ahora es Australia y que hace 40.000 años estaban unidas, permanecía en la memoria.
Que nadie diga que los aborígenes australianos son un pueblo primitivo. Mantienen viva la tradición cultural más larga de la historia de la humanidad.
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jueves, 28 de abril de 2011
lunes, 25 de abril de 2011
Australia: Northern Territory, VI, más de las pinturas de Kakadu
Parque Nacional Kakadu. Foto. Ángel M. Bermejo (c)
Llegué a Kakadu y me enteré de que muchos de los conjuntos de pinturas son lugares tan sagrados que se mantienen en secreto. Sin embargo, lo que se da a conocer es suficiente para ser admirado como uno de los mayores tesoros de arte de la humanidad. Así lo entiende la Unesco, que considera que este parque nacional es uno de los pocos lugares del globo que es Patrimonio de la Humanidad tanto por su importancia natural como cultural. Una zona concreta en la que se explotan yacimientos de uranio no está incluida, lógicamente, en esta clasificación.
Lugares como las cataratas Jim Jim, de más de 200 metros de caída; los ríos y lagunas en los que se navega entre cocodrilos, aves y plantas acuáticas; los balcones de roca desde los que se divisan vastas extensiones de territorio intacto, con bosques, marismas intransitables y farallones que se vuelven levemente rosados cuando les acaricia el último rayo de sol, atraen a miles de visitantes. Pero no hay nada comparable con enclaves como Ubirr y Burrunguy, los dos grupos de pinturas más importantes que los balanda están autorizados a conocer.
Ambos son dos extraordinarios muestrarios de la evolución del arte rupestre y de los cambios que ha experimentado el paisaje de Kakadu a lo largo del tiempo, y los estudiosos distinguen tres periodos fundamentales: pre-estuarino —cuando el nivel del mar era mucho más bajo y la línea de costa tal vez estuviera unos 300 kilómetros más al Norte, más de 20.000 años atrás—; el estuarino —cuando gran parte de este territorio estaba cubierto por marismas tras la subida del mar, hace 8.000 años— y el post-estuarino —desde hace unos 1.000 años—. En cada época se distinguen distintas formas de representar a los animales, a los hombres y a los espíritus: desde manos —una imagen simple, poderosa y eterna— y dibujos naturalistas de animales —muchos de ellos extinguidos hace milenios— a escenas dinámicas y siluetas. Uno de los estilos más característicos es el llamado de rayos X, que muestra a las personas y los animales con el esqueleto y los órganos internos claramente trazados.
Hay que recorrer estos farallones que surgen de las marismas en busca de los abrigos que guardan las pinturas. A cada paso se descubren figuras de danzantes y cazadores, de peces, canguros y tortugas, de espíritus. En Burrunguy se encuentra Namargon, el “hombre-relámpago”, al que se representa con un rayo luminoso a su alrededor. De su cabeza, de sus codos y rodillas surgen unas hachas, que usará en la estación de las lluvias para golpear a las nubes y descargar relámpagos. Desde un mirador se divisa el acantilado de la Tierra de Arnhem. Una roca que sobresale es el Ensueño de Namargon, uno de los lugares más sagrados de Kakadu.
viernes, 22 de abril de 2011
Australia: Northern Territory, V, las pinturas de Kakadu
Lo realmente interesante de las pinturas rupestres del Parque Nacional de Kakadu no estriba en su belleza, sino en que recorren una extensa tradición cultural que se remonta muchos milenios atrás y llega hasta nuestros días. Así, en un mismo abrigo rocoso conviven las representaciones de animales, hombres o espíritus realizadas hace 25 y 25.000 años. Los gagadu afirman que las más antiguas no fueron dibujadas por humanos, sino por espíritus. Y desde entonces, el acto de pintar conecta a la persona con el Ensueño, es decir, con el comienzo de la vida y con su continuación en el futuro.
La palabra y la historia son fundamentales en una sociedad sin escritura. Así, desde hace milenios se sabe que, antes de que existiera el tiempo y el universo tuviera forma, Warramurrungunyi surgió del mar. Luego creó la Tierra, al hombre y le dio el lenguaje. Después llegaron otros creadores, como Marrawuti, el águila marina, que trajo los lirios y se lleva el alma de los muertos; o Ginga, el cocodrilo ancestral, que hizo las rocas; o Almuy, la “serpiente del arco iris”, que creó las colinas y las pozas profundas, y trae cada año la estación de las lluvias y la renovación de la vida.
Cuando terminaron su trabajo entraron en el paisaje, donde permanecen a la vista en algún punto destacado. Son "lugares del Ensueño", centros de energía a los que hay que acercarse con respeto.
Todos ellos, después de crear el mundo, encargaron al hombre la tarea de conservarlo. Y así, el Ensueño es la fuerza que mantiene al ser humano en armonía con el entorno. Por ello, a pesar de estar habitado desde hace miles de años, la mano del hombre no ha modificado Kakadu sustancialmente. Ni en lo físico ni en lo espiritual. Aquí se ha pintado a Almuy sin interrupción desde hace 10.000 años, lo que le convierte en el símbolo religioso continuamente reverenciado más antiguo del mundo.
miércoles, 20 de abril de 2011
Australia: Northern Territory, IV, Kakadu
Parque Nacional Kakadu. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En el extremo norte de Australia —cerca de la ciudad de Darwin y lejos del resto del mundo— se extiende una vasta región apenas poblada. Las aguas del golfo de Van Diemen dibujan con las mareas una costa de perfil cambiante, y el interior muda su aspecto según las estaciones. En temporada de lluvias las planicies bajas pueden quedar cubiertas por tres metros de agua. Cuando llegan los meses secos los ríos adelgazan y se pierden en las llanuras; algunos meandros quedan aislados, como lagunas de formas caprichosas en las que florecen los lirios.
En el extremo norte de Australia —cerca de la ciudad de Darwin y lejos del resto del mundo— se extiende una vasta región apenas poblada. Las aguas del golfo de Van Diemen dibujan con las mareas una costa de perfil cambiante, y el interior muda su aspecto según las estaciones. En temporada de lluvias las planicies bajas pueden quedar cubiertas por tres metros de agua. Cuando llegan los meses secos los ríos adelgazan y se pierden en las llanuras; algunos meandros quedan aislados, como lagunas de formas caprichosas en las que florecen los lirios.
Hacia el Este, un interminable precipicio de decenas de kilómetros y de más de cien metros de altura se pierde en la lejanía y forma la frontera con la Tierra de Arnhem, una región en la que los balanda —los hombres blancos, los no aborígenes— sólo pueden entrar después de conseguir un permiso. Al oeste del barranco se extiende el parque nacional de Kakadu.
Es difícil referirse a este parque sin usar los superlativos. Se conserva como uno de esos lugares de naturaleza intacta que son un mundo en sí mismos. En sus 17.000 kilómetros cuadrados —una extensión comparable a la de la provincia de Cuenca— se han registrado más de mil especies de plantas, 4.500 de insectos, 275 de aves, 75 de reptiles y 50 de mamíferos. Su paisaje cambia desde las mesetas rocosas —formadas hace 1.600 millones de años— a las marismas y llanuras inundadas, desde los bosques de eucaliptos a los manglares.
Para los gagadu, los habitantes tradicionales de este rincón prístino del planeta, esta clasificación con tantos números no tiene importancia ya que no hay diferencia entre las rocas, los árboles, los animales y el hombre, porque todo constituye una unidad en la propia naturaleza. No se sabe cuándo llegaron a las tierras de Kakadu —el nombre del parque es una deformación del suyo propio—, probablemente hace 2.000 generaciones. Desde entonces han mantenido intacto el lugar, adaptándose a él. De su paso quedan más de 5.000 enclaves con pinturas rupestres.
Si, como afirman muchos investigadores, algunas cuentan 35.000 años, Kakadu no sería sólo uno de los más grandes museos del mundo, sino también uno de los que tienen más historia.
martes, 19 de abril de 2011
Australia: Northern Territory, III
Kata Tjuta. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Hablamos siempre de Ayers Rock, a la que afortunadamente damos cada vez con más frecuencia el nombre original de Uluru, y decimos que es el monolito más grande del mundo (lo que probablemente no sea verdad, en la misma Australia hay otro que quizá sea mayor. Decimos que es una montaña sagrada (lo que tal vez sea verdad, o no, o a medias, o según).
En cualquier caso nos quedamos con una pequeña parte del conjunto. El parque nacional en el que se encuentra no se llama Uluru, sino Uluru-Kata Tjuta. Kata Tjuta es la otra mitad de la denominación del parque y nos recuerda que hay otro lugar tan importante o más que Uluru. Kata Tjuta es el conjunto rocoso conocido anteriormente como The Olgas, y está a pocos kilómetros de distancia. Pero como no es “el monolito más grande del mundo” ni tenemos otra forma de referirnos a él, pues le damos menos importancia.
Sin embargo, hasta donde he podido averiguar, es un lugar “más sagrado” para las etnias locales que Uluru.
Y puede que más apasionante de explorar.
Desde lejos es un conjunto de grandes peñascos, una afloración de formas convexas, pura redondez de roca roja sobre un fondo de arena roja y bajo un cielo azul.
Si Uluru es apasionante de explorar de cerca, porque surgen detalles a cada paso (pinturas, corrientes de agua -sí, corrientes de agua, pequeñísimos torrentes que se forman con las escasas lluvias-, manchas en las rocas, arbustos que crecen alimentados por no se sabe qué), Kata Tjuta es eso mismo multiplicado por mil.
De lejos parecen un conjunto compacto de rocas, pero es posible vagar entre ellas, por cañones cortados a pico. Es la imagen opuesta a la anterior, a la vista de lejos: formas cóncavas que parecen enmarcar el cielo.
Kata Tjuta. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En Uluru siempre estás fuera. En Kata Tjuta también puedes estar dentro. Y todo cambia de forma drástica si el Sol ilumina desde el Este o desde el Oeste.
Un lugar en el que sumergirse en la naturaleza, en el mito, en los sueños. Mucho más interesante que Uluru. Tal vez por ello sea menos conocido y mucho menos visitado.
viernes, 15 de abril de 2011
Australia: Northern Territory, II
Uluru/Ayers Rock. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Cuando llegas a Ayers Rock, a Uluru, te dicen que la roca es una montaña sagrada y que preferirían que no subieras a la cima. Pero te dejan, y nunca sabes si es un ejercicio de tolerancia hacia los demás o una forma de hacer caja con lo que pagan los turistas.
No sé. Los anangu, la etnia local, son sus dueños tradicionales porque el hecho de que los aborígenes sean nómadas y carecieran históricamente de bienes materiales no significa que no se sientan propietarios de la tierra. De una forma diferente a la nuestra, pero sus dueños. Cuando los colonos ingleses los despojaron de sus territorios arruinaron en gran medida una cultura que se basaba en su relación con la tierra.
En lugar de subir a lo alto de la roca caminé con un guía anangu durante unas horas por la base de Uluru. Lo interesante es que, con la compañía adecuada, uno descubre que -aquí como en toda Australia- cada lugar refleja una historia, y su conocimiento permite adentrarse en un universo mítico insospechado. Para los aborígenes, la tierra se puede leer como un libro, y cada aspecto del paisaje es el reflejo del paso de seres fantásticos, los Grandes Ancestros.
Estos héroes nómadas vinieron del cielo, del mar o de las entrañas de la tierra y recorrieron el continente al tiempo que dejaban las huellas de su paso. Aunque continuaron su camino siguen presentes en los lugares que marcaron y nombraron, y de hecho dominan fenómenos como la lluvia o el viento y definen la fecundidad de la tierra y de las mujeres. También son los guardianes de la cultura, ya que instauraron las reglas sociales y los rituales. Y continúan guiando a los hombres en sus sueños.
Muchos de los idiomas aborígenes utilizan la palabra "sueño" para designar tanto a esos seres eternos como las narraciones de sus viajes y el espacio-tiempo en que esas acciones se desarrollaron. Es por eso que los ingleses llamaron Dreamtime, "Tiempo del Sueño", a todo lo que se relaciona con la mitología aborigen. El guía que me acompañaba en el recorrido por la base de Uluru y me describía las historias que estaban -para él- perfectamente a la vista en cada grieta, protuberancia o mancha de la roca, quiso destacar una cuestión esencial: no hay que definir el Tiempo del Sueño con el comienzo de las cosas, sino que se trata de una dimensión paralela a la que se llega a través del sueño. Tal vez sería mejor llamarla Ensoñación.
miércoles, 13 de abril de 2011
Australia: Northern Territory, I
Uluru, Ayers Rock. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
“SEXO.
Bueno, y ahora que he captado su atención, que sepan que no se puede entrar en este local sin camisa”. Así rezaba el cartel (que captó mi atención) en la puerta de un bushtucker en Alice Springs. Era la primera vez que entraba en uno de ellos y no sabía lo que me esperaba, pero reaccioné pidiendo un filete de canguro y ámbar fluido (una cerveza). Un bushtucker es uno de esos restaurantes que pueden ser el sueño de un carnívoro que piensa que el pollo o el cordero lechal son productos casi vegetarianos.
El dueño no parecía dispuesto a gastar mucho en la iluminación del local, los clientes mostraban predilección por las camisas de cuadros, los tatuajes y las espaldas anchísimas, y la carta era un muestrario de productos típicos de la zona: carne de canguro, dromedario, búfalo, emú y cocodrilo. Otro día preguntaría si el cocodrilo era de agua dulce o salada, pensando que la de estos sería más sabrosa. La música pasaba con toda naturalidad de los Bee Gees a Men at Work o a ACDC, y parecía un buen lugar para pasar el rato.
Acababa de bajarme del autobús después de 24 horas de viaje entre Adelaide y Alice Springs, y por fin me encontraba en el corazón del desierto rojo, el centro geográfico de Australia, en el Northern Territory. En el camino ya había encontrado algunas de las imágenes que iban formando poco a poco la imagen de este país tan inmenso como sorprendente. En Coober Pedy unos buscadores de ópalos que hablaban griego entre ellos celebraban una semana fructífera; al atardecer había visto un grupo de canguros brincando por la llanura; y en un momento el autobús se había detenido porque un grupo de vaqueros, a caballo y con el sombrero bien puesto, estaba llevando un rebaño inacabable de un lugar a otro del desierto y tenían cortada la carretera. Sydney, con su ópera, bares de moda y sus ejecutivos parecía un lugar realmente lejano.
Alice Springs es uno de esos mitos viajeros, como Tombuctú o Kashgar, siempre en mitad del desierto, en medio de las rutas que recorren el mundo. También en el centro del universo mítico de los aborígenes. Tras su pista viajé hasta Uluru, la montaña mágica que en realidad es una roca, el monolito más grande del mundo, del que sólo se ve una pequeñísima parte, como la punta de un iceberg.
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