miércoles, 26 de enero de 2011

Lagos del Piamonte II: Por las orillas del lago Maggiore


Pienso que, al menos una vez en la vida, al levantarte de la cama y asomarte a la ventana, debe aparecer ante tu vista uno de los lagos alpinos italianos. Y así sentir que estás en uno de los lugares más sutilmente hermosos del mundo. Al menos una vez en la vida.

Yo he tenido la suerte de vivir esta experiencia en el lago Maggiore (lago Mayor), justo en el límite entre el Piamonte (la orilla en la que me encontraba) y la Lombardía (la orilla de enfrente). Hacia el norte, parte del lago entra en Suiza. Aquí los Alpes tienen ese poder que los hace hermosos pero todavía no abruman con sus crestas heladas. Aquí son habitables. Dejan que la vida pueda ser dulce a sus pies. Las altas cumbres nevadas no están lejos, pero aquí parecen todavía un mundo aparte.

A pesar de su nombre, el lago Mayor no es el más extenso de los lagos italianos, honor que le corresponde al lago di Garda, que se encuentra bastante más al este, ya cerca de Verona. A mediados del siglo XVI esta zona se convirtió en el feudo de la familia Borromeo, y su presencia ha sido decisiva desde entonces. Más tarde, estas orillas han sido destino de escritores, músicos y pintores viajeros, y era una etapa del Gran Tour.

Ahora nuestro tour, grande o pequeño, puede llevarnos por estas orillas, o por medio del lago.


Yo seguí la orilla piamontesa. En Arona paseé por la
via Cavour para disfrutar de una calle peatonal llena de tiendas con ese estilo que sólo se pueden encontrar en Italia. Vi de lejos, en lo alto de una colina, la estatua a san Carlos Borromeo, levantada en el siglo XVII y de la que se dice que es la segunda más alta del mundo después de la de la Libertad en Nueva York.


De toda esta orilla mi lugar favorito es el jardín botánico de
Villa Taranto
, en Verbania. La entrada está justo al borde del lago. No sé casi nada de plantas, pero los jardines botánicos se han convertido en una de mis obsesiones viajeras. Me parecen una mezcla hermosa de cultura y naturaleza. Allí caminé por la avenida de las coníferas, por el jardín de dalias, por el paseo de los rododendros, junto a estanques y estatuas. Era una hermosa tarde de finales de primavera.

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