miércoles, 6 de abril de 2011

Riviera Maya VII: tras las huellas de Gonzalo Guerro


Monumento a Gonzalo Guerrero en Akumal. Foto: Ángel M. Bermejo (c)


Lo primero que habría que preguntarse es si alguien sabe quién fue Gonzalo Guerrero.
Apuesto lo que sea a que, con alguien así, los ingleses o los franceses tendrían a un personaje conocidísimo, admirado, con películas y novelas basadas en su historia. Aquí, tengo la impresión de que (casi) nadie sabe quién es.
Gonzalo Guerrero fue, en la primera parte de su vida, un hombre de su tiempo. Aunque los datos que se conocen sobre él tampoco son muy precisos, parece que era un onubense que vivió a fondo los acontecimientos de su época, finales del siglo XV y principios del XVI. Era natural de Palos de la Frontera, el puerto desde el que salió Colón hacia América en compañía de sus vecinos (de Guerrero) los hermanos Pinzón. Pero entonces, en 1492, estaba en otra historia, ya que participó en la conquista de Granada como arcabucero. Y ya que formaba parte de las tropas del Gran Capitán, lo siguió a Nápoles. Pero vio que su futuro estaba en América, adonde partió en 1510.
Su vida cambió en 1511, cuando el barco en el que viajaba, cerca de las costas de Jamaica, naufragó en medio de una tormenta. Parece ser que todos murieron, salvo unos veinte (resumo mucho la historia, que da para varios tomos). Por motivos diversos uno a uno de los supervivientes van muriendo y al final tenemos sólo a dos: Gonzalo Guerrero y fray Gerónimo de Aguilar, que acaban como esclavos de los mayas en la costa de Yucatán.
(¡Qué bueno resulta leer historias como ésta en el mismo lugar en que ocurrieron mientras te tomas un margarita o dos! El cóctel margarita es como un cesto, quien toma uno toma ciento. Otro, por favor).
He necesitado este descanso porque la historia se pone seria. Nuestros dos personajes sufren todo tipo de vicisitudes, y a ellas se enfrentan de formas diametralmente opuestas. Por una parte, Gerónimo de Aguilar no acepta la situación, permanece fiel a sus votos de castidad, de obediencia, de respeto al rey, a Dios y a todo y lo pasa francamente mal. Lo imagino permanentemente cabreado bajo el sol tropical. Gonzalo Guerrero piensa que lo mejor es vivir y se adapta, en la medida de lo posible, a su nueva vida.
Es posible que Guerrero fuera el primer europeo que viviera una aventura semejante, la de adentrarse en el mundo maya -en el mundo indígena americano- de la forma más vital y profunda posible.
Se volvió maya.
Años después, en 1518, cuando Cortés anduvo por aquí antes de emprender el camino de conquista hasta Tenochtitlan, llegó a la isla de Cozumel y oyó hablar de la historia de los dos compatriotas náufragos y les mandó un mensaje. Aquí difieren las fuentes (Diego de Landa y Bernal Díaz del Castillo), pero el caso es que Gerónimo de Aguilar se fue con Cortés -y de hecho fue el intérprete necesario en las aventuras de conquista de la capital azteca). Y Gonzalo Guerrero se quedó con los mayas.
Tuvo mujer e hijos. Se inició en todos los rituales mayas. Se convirtió en jefe militar y dirigió los combates contra los españoles. Años después murió en una batalla contra los que fueron sus compatriotas.
La foto corresponde a un monumento dedicado a él en Akumal. Una placa afirma que casó con una princesa maya y que fue el padre del mestizaje. La madre sería la princesa Xzazil.
Gonzalo Guerrero renunció a su primera vida por esta esposa. Ya no fue un hombre de su tiempo, fue un hombre fuera del tiempo .

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