martes, 8 de marzo de 2011

Ushuaia, en el fin del mundo, I



Ushuaia. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Los libros de geografía deberían decir que el extremo sur de América es una tierra especial, poblada por los sueños de todos los aventureros, y que sus límites son muy precisos: es el fin del mundo.
Ushuaia, en la Tierra del Fuego, es la puerta de entrada a esta región casi legendaria. Su ubicación tiene todos los ingredientes para convertirla en un mito viajero. Allá, donde los Andes, después de recorrer todo el continente, se deshacen y se hunden en las aguas heladas en que se funden los océanos Atlántico y Pacífico. Lejos de todo, donde se acaba el mundo.


Ushuaia. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Y a la lejanía hay que añadir los parajes desolados, las planicies barridas por los vientos, los canales helados. Sí, Ushuaia tiene todos los ases en la mano para desatar la imaginación del trotamundos.
En el imaginario de los viajeros Ushuaia es un faro que señala el camino hacia el sur. Antes llegaron los navegantes, que en demasiadas ocasiones naufragaron en estos canales atravesados por corrientes diabólicas. Y los buscadores de oro. Y los exploradores, que encontraron unos pueblos que vivían, con un escaso desarrollo material, perfectamente adaptados a las extremas condicionas climáticas de la región.
Llegar hoy a Ushuaia es un ejercicio que combina la culminación de un sueño con el riesgo de la decepción por la propia imagen de la ciudad en sí, con su arquitectura anárquica y su falta de historia. Pero en el viaje a Ushuaia, que ofrece con orgullo su condición de "ciudad más meridional del mundo", uno no se dirige a una población concreta, sino que viaja por una región de desolada belleza, habitada por pioneros, sueños y literatura.



Ushuaia. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Vista desde el avión, Ushuaia aparece en medio de un paisaje formado por glaciares, canales y bosques. La entrada por carretera es menos espectacular, pero el viaje permite sentir en carne propia la distancia. Pero lo mejor es llegar a Ushuaia en barco, por el canal Beagle, reconociendo un paisaje que describió Charles Darwin hace más de siglo y medio. Para él el paisaje era de una magnificencia incomparable. "Apenas es posible", escribió, "imaginar algo más bello que el azul berilo de estos glaciares".

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