lunes, 28 de marzo de 2011

Riviera Maya III: el cenote del Jaguar


Entrada al cenote del Jaguar. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Vaya con los cenotes. La abundancia de cenotes -más allá de su misma existencia- es una de las características más peculiares del paisaje yucateco. Se podría decir que un cenote es un pozo natural, pero con unos detalles francamente sorprendentes.
Los cenotes han sido las fuentes de agua potable para todas las poblaciones que se
han instalado en esta península. Pero más allá de su uso utilitario, los cenotes han jugado un papel decisivo en la cultura maya. Para ellos, los cenotes eran el puente que unía el mundo humano con el divino, la puerta al inframundo, la entrada al mundo de los muertos al tiempo que representaban un símbolo de fertilidad. Siempre se han realizado ritos religiosos en los cenotes y las entradas a las cuevas. Todo ello está reflejado en el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas.
La primera vez que leí sobre los cenotes fue hace mucho tiempo, en Dioses, tumbas y sabios, el libro de C. W. Ceram, que es una obra divulgativa sobre la historia de la arqueología. Allí cuenta la historia de Edward Herbert Thompson, que tuvo el valor de sumergirse en el cenote de Chichén Itzá hace ya más de 100 años para intentar explorar su fondo y rescatar los fabulosos tesoros que deberían haber arrojado los antiguos mayas en sus ceremonias, tal como describe Diego de Landa en su Relación de las cosas de Yucatán. Me pareció una de las cosas más emocionantes del mundo. Yo debía de tener 16 años, por lo que esa lectura me llenó la cabeza de viajes, aventuras, exploraciones, ciudades perdidas y tesoros encontrados.
El otro día, después de visitar Cobá, fui en busca del cenote del Jaguar. Éste es un cenote pozo. En el suelo hay una abertura de unos dos metros de diámetro y allí han montado una estructura que permite tanto sacar agua como descender hasta el fondo. Te ponen un arnés y desciendes en rápel.
Es realmente emocionante meterse en ese agujero y descender por la cuerda. En cuanto estás bajo la superficie los ojos se acostumbran a la oscuridad y descubres que estás en medio de una sala inmensa. Hay que descender unos 15 metros antes de llegar al agua.
Y entonces, te pones a nadar.
El agua es tan clara que, incluso con tan poca luz, se puede ver el fondo.
Unas raíces aéreas (en este caso subterráneas pero aéreas) parecen columnas en medio de esta inmensa sala.
Hay partes de esta estancia que no son tan altas, y si nadas en esta parte ya no se ven las aberturas que dan a la superficie, y la vista se adapta mejor todavía a la oscuridad. Estás en la parte más negra de la cueva, por lo que los ojos ven mejor las partes a las que llega la luz, y entonces te das cuenta de las dimensiones y la forma exacta de todo el cenote. El agua reverbera en la superficie del agua y se refleja en las paredes de la cueva, y es como si una cortina de humo bailara en esta cavidad en la que sólo hay agua.
Éramos unas ocho personas nadando en ese momento en el cenote. En un momento nos callamos, y fue como encontrarnos de verdad en el fondo del mundo, en pleno viaje al centro de la tierra.
Le llaman cenote del Jaguar porque la luz que entra por las aberturas ilumina la pared de la cueva, y dicen esos golpes de luz parecen los ojos de un jaguar. 

1 comentario:

  1. Holaa !!
    Quisiera saber cuanto cuesta entrar al cenote del jaguar :)
    Espero que con tu experiencia puedas ayudarme.
    Saludos

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